Paracaídas

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Michoacán: la familia rota

Por: Rogelio Guedea

Aristóteles, en su Política, para conceptualizar sobre el Estado siempre lo hacía poniendo como ejemplo a la familia, y no sólo en su composición social, sino también económica y política. Si el jefe de familia sabía administrar bien los bienes de la casa, entonces mujer e hijos no padecerían hambre. Si el jefe de familia imponía una autoridad demasiado severa, entonces en tal familia reinaba la tiranía. Si la autoridad del jefe de familia estaba ausente, entonces la casa padecía el naufragio. Lo explica Aristóteles justo en el primer capítulo de su Política, cuando escribe sobre el hecho natural de la sociedad: los pueblos se forman a través de familias (el marido, la mujer, los hijos) y el Estado mediante la asociación de pueblos. Etcétera. Lo que pasa en Michoacán, en este momento, es un claro ejemplo de una familia (o un Estado) que ha equivocado los roles familiares (sociales y políticos). El jefe de familia (el Estado) le ha pasado la autoridad a uno de los hijos (el Autodefensa) para que ponga orden en la casa (Michocán), un hijo que, dicho sea de paso, se cansó de exigirle al jefe de familia traer la paz sin favorecer a unos u otros. En lugar de que el jefe de familia se haya armado de autoridad para imponer dicho orden sobre todos los miembros de la familia (el Templario, el Autodefensa, el Civil), lo cedió a uno solo de los hijos (el Autodefensa), sin medir las consecuencias. Esta inversión de los roles traerá, por donde se le vea, consecuencias lamentables para tal familia (Michoacán), a menos que su jefe (el Estado) recupere su autoridad y distribuya equitativamente los bienes. Pero con el hijo armado avistando un porvenir aciago y un jefe de familia de tradición corrupta, ya lo sabemos: eso va a costar sangre.