No todo desaparece con el paso del tiempo… la amistad

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Gaceta del Marqués

Por: José Luis Cobián León.

Un amigo de los tantos que ya no están presentes y que me trae a la mente esa frase de que la amistad es una lluvia de flores preciosas y la forma más elegante y generosa del amor, es Héctor Sabas del Muro, quien fue un joven de escasos 74 años conocido en el argot periodístico y amigos como: “El Charal”, escritor, poeta y crucigramista de la vieja escuela,  quien a corta edad se embarcó y trabajó por mucho tiempo en la mar, a la cuál describía portentosamente y a su estilo:

“Cuando zarpas, la Mar libera la mente y la convierte en creatividad”.

De la escritura obtuvo varios reconocimientos, pocos a mi ver por su valía, uno de los más sobresalientes el reportaje del Escuadrón 201, lo que lo llevó a buscar entrevistas a los sobrevivientes de aquella unidad mexicana de combate aéreo que participó en la Segunda Guerra Mundial, encuadrada dentro de la Fuerza Aérea Expedicionaria (FAEM).

Fundó la gaceta titulada como su seudónimo “El Charal” en Ajijic, Jalisco, su ciudad natal. Héctor al igual que el periodista argentino Rodolfo Walsh, durante años, muchas veces sin esperanza de ser escuchado y con la certeza de ser perseguido, siempre continuó fiel a su compromiso de dar testimonio en momentos difíciles, los que muchas veces pusieron en riesgo su vida y la de su familia, por lo cual tuvo que parar con su empresa periodística.

No obstante el lugar que ocupo siempre su corazón fue su bello Manzanillo como lo llamaba, y del que recurrentemente describía a su mar -mientras lo observaba desde Casa Artista Manzanillo-: “¡Me encantan las olas de Manzanillo, porque aún en la distancia lucen esplendorosas!”

En sus últimos años, los vivió en Casa Artista ubicada en Colinas de Santiago, Manzanillo, lugar donde compartimos el café, propiedad de nuestro amigo en común Roberto Cerda, compositor y cantante que abrigo a Héctor en los días más difíciles. No obstante tuvo que trasladarse a Colima a vivir sus últimos años de vida

De “El Charal” extraño su generosidad, su sonrisa franca, nuestras charlas y su peculiar saludo: -“¿Cómo estás feo?”-, también su fina picardía cuando componía poemas a sus amadas, como el que decía: “Mis amigos usan viagra. Yo te tengo a ti… Por lo que siento la necesidad de rendirle siempre honor a su ausencia, por lo que viene a mi mente aquel poema de Manuel Gutiérrez Nájera “Para entonces”, que es el referente de su mayor anhelo:

“Quiero morir cuando decline el día, en altamar y con la cara al cielo, donde parezca sueño la agonía y el alma un ave que remonta el vuelo”.

“No escuchar en los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas”.

“Morir cuando la luz triste retira, sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira; algo muy luminoso que se pierde”.

“Morir, y joven; antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona, cuando la vida dice aún: «Soy tuya», aunque sepamos bien que nos traiciona”.

No obstante este reconocimiento se avivó porque la vida me ofreció una bella tregua, al darme la oportunidad de encontrarme con su hijo, el ingeniero Héctor Muro, que regresó a mí el cariño hacia su recuerdo, y quien es sin duda con el poco tiempo que llevo conocerlo,  de la misma madera de su padre, y con el que espero darle continuidad a esa bella amistad.

Es seguro que donde se encuentra nuestro amigo “El Charal” ya ha de ver terminado las entrevistas del Escuadrón 201, que me compartirá cuando nos volvamos a encontrar. Para que no quede nada en el tintero. Comentarios: [email protected]

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