Miguel Ángel González, de la Gloria al Infierno

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CN COLIMANOTICIAS

México.- Por muchos años Miguel Ángel González fue visto por sus vecinos de la colonia Roma, en la Ciudad de México, como un ídolo. Era un héroe del barrio, sobre todo cuando se proclamó campeón mundial ligero, no muy lejos de ahí, en el Frontón México en 1992.

Y esos mismos vecinos que tanto lo admiraron, hoy lo ven con mirada de melancolía y tristeza. El paso del tiempo ha sido aplastante. Miguel Ángel González deambula por ese rincón de la colonia Roma, perdido en el lugar que mejor conoce. Severamente mermado por problemas de alcoholismo y drogadicción, Miguel rechaza la ayuda que sus vecinos, los de toda la vida, le han querido brindar. En su mundo intoxicado, Miguel está tranquilo, en paz.

Los vecinos no saben dónde duerme, ni saben si come. Tampoco saben si tiene dinero, o si lo necesita, pero aseguran que, en ocasiones, el mismo Mago saca de su bolsillo algún billete para regalar.

La calle Coahuila, en la colonia Roma, es, para Miguel Ángel González, su vida entera. Ahí vivió desde que era niño, cuando fue ídolo, y ahora también, en medio de sus problemas de adicción. El ir y venir del Tokio Santa a lo largo del día es ya una escena habitual. En algún momento se detiene, se adueña de un pequeño espacio en la calle para colocar algunas pertenencias y las regala. Dice que solo se quedará con lo necesario para vivir.

Sus vecinos, Antonio Meneses García, a quien Miguel siempre ha llamado “El Rondana”, y Jesús Sánchez, conocen al campeón desde que era un bebé. Recuerdan que, del hospital donde nació, lo llevaron a un departamento en la calle de Coahuila, entre Jalapa y Tonalá.

“Creo que lo quieren ayudar, pero no se deja”, explica Jesús Sánchez a IZQUIERDAZO. “Hay gente que llega en carros y platican con él. Desconocemos dónde duerme. Ayer platiqué con un primo de él, que se comunicó con uno de sus hermanos en Estados Unidos, en Chicago, y me comentó que ese hermano iba a venir en estos días a México”.

Luego de que se diera a conocer la situación de Miguel Ángel González y su actual condición, muchas personas se han acercado al ex pugilista.

“El sábado alguien se lo llevó, y cuando lo regresaron, llegó bañado y con mejor aspecto”, dijo El Rondana. “Ahorita ya lo bañaron, porque estaba bien mugroso. Vinieron por él, se lo llevaron y lo trajeron bañado y cambiado”.

Don Antonio explica que Miguel Ángel es de una familia de siete hermanos; sus papás viven en Apizaco. Tuvo dos esposas y tiene dos hijas, incluso ya es abuelo.

En los últimos días ha trascendido que Julio César Chávez y el presidente del CMB, Mauricio Sulaimán, quieren ayudar a Miguel Ángel. El Rondana busca lo mismo, pues tiene un amigo que podría ayudar en la rehabilitación, pero saben que son indispensables la voluntad del Mago, y el permiso de algún familiar. “Si lo metemos a fuerza, y la familia lo denuncia, nos metemos en broncas”, advierte El Rondana.

Ellos han sido testigos de la vida del Tokio Santa. Aseguran que gran parte del tiempo, Miguel Ángel está tranquilo y amigable; no se mete con nadie. Pero la calle es brava, y cuando el campeón ha tenido que defenderse, lo ha hecho.

“Aquí no es agresivo, la cosa es cuando lo molestan”, añadió Antonio. “Un cuate que pasó un día lo estaba molestando. Estaban tomando los dos, le hizo así (le dio un golpe), lo paró, lo sentó, sirvió otra cuba y se pusieron a tomar los dos”.

Ambos personajes, quienes superan los 50 y 60 años de edad, están tristes por la situación actual de Miguel Ángel. No creen que después del éxito alcanzado y de haber ganado tanto dinero, ahora esté así. Esperan que llegue la ayuda necesaria, y poder recuperar al Mago que conocieron hace mucho, el que tenía ilusiones y que ayudó a los suyos cuando pudo.

“Todo el día (Miguel Ángel) anda así. Últimamente, todos estos días, lo he visto así. Es muy triste la verdad, es buen amigo y es triste verlo así”, dice Jesús.

Antonio asegura que Miguel Ángel no necesita dinero; siempre ha sido una persona generosa y desprendida.

“Cuando empezaba, decía que le iba a comprar casa a sus papás y lo cumplió”, recuerda Antonio. “A los hermanos les puso negocios. Se portó bien, pero cayó en las drogas. Él no pide dinero, lo regala. El dinero no es el problema, el alcohol lo venció”.

Mientras esperan que la ayuda para su amigo llegue pronto, una de las vecinas de la zona asegura haber escuchado que en un par de días llegaría gente de Julio César Chávez para llevarse a Miguel Ángel al centro de rehabilitación del gran campeón mexicano.

Ella tiene un negocio de comida, también sobre la calle Coahuila. Ahí es donde habitualmente come el Mago.

“Dice que muchas veces ni hambre tiene, pero cuando sí tiene le doy sus tacos de carnitas”, asegura la vecina.

Así, mientras amigos y vecinos de toda la vida se preocupan por la salud de Miguel Ángel González, éste recibe continuas visitas en los últimos días. Todos en espera de que en algún momento alguien pueda convencerlo y se lo lleven para rehabilitar, pues lo único que quieren es verlo bien.

Dice el viejo refrán que cuando se habla del rey de Roma, por la puerta se asoma. IZQUIERDAZO fue a las calles de la colonia Roma para buscar a Miguel Ángel González y lo encontramos. Mientras sus vecinos Antonio y Jesús nos cuentan la situación, el campeón se aparece. El rey de la Roma se asoma.

Llega hasta donde están sus amigos en plena calle Coahuila, en su propia Roma. Zapatos negros, opacos y viejos, sucios; un pantalón negro, chamarra mitad azul, mitad roja, y una gorra negra, mismo color del cubrebocas, mal colocado.

El Miguel Ángel González que hoy está frente a nosotros, aunque no lo parezca, fue un hombre de mundo. Compitió en los Juegos Olímpicos de Seul 88 en Corea; viajó a Japón, donde hizo cinco peleas, ya como profesional, haciéndose llamar Tokio Santa. Peleó también en Francia. Pisó los más grandes escenarios boxísticos. Metió 50,000 personas a la Plaza de Toros México para enfrentar a Julio César Chávez en un polémico empate en 1998, donde muchos lo vieron ganar. 

Cuando Miguel Ángel se acerca con sus amigos, les enseña unos dibujos que minutos antes alguien le regaló o le vendió. Sus amigos lo miran con complicidad, le siguen el rollo; pero a la vez, lo ven con ternura. Aseguran que mucha gente abusa de la condición del campeón.

“Eso me da coraje”, asevera El Rondana. “Antes, hasta los políticos se juntaban con él. Cuando Colosio iba para presidente (en 1993 y 94) le hablaba, le preguntábamos adónde vas y decía ‘me habló Colosio, y se iba con él”.

Ahí está Miguel Ángel González con nosotros, e intentamos conversar con él.

Con la mirada un tanto perdida y arrastrando algunas palabras, el ex campeón mundial de peso ligero del Consejo Mundial de Boxeo es amable en todo momento y hasta filosófico.

“Siempre a sus órdenes, siempre con el placer”, nos dice el campeón, que remata su comentario como adivinando lo que le queríamos preguntar.  “La vida es de subidas y bajadas; cuando estés abajo, acuérdate que tienes que subir, no te tienes que quedar abajo. Y cuando estés arriba, jamás tienes que bajar”.

No habla de boxeo, o no quiere hablar. Amable en el trato cuando se le acercan, siempre tiene a la mano algún consejo. Habla de lo complicado del momento a causa del Covid 19 –aunque él trae mal puesto su cubrebocas-; nos dice alguna frase en inglés, da otro consejo y hasta regala algún obsequio.

Le hacemos saber, como ya se lo habrán dicho, que la familia boxística está preocupada por su estado de salud. Recuerdan con agrado las batallas que vivió y los triunfos que regaló a su gente.

Pero él considera que no es el momento para aceptar ayuda.

“Son días de pandemia, no podrían ayudar”, expresa Miguel Ángel y esboza una sonrisa afable, pero tajante. “Sinceramente, no hay empleo. Hay sana distancia, entonces, aunque puedan, no, prefiero olvidar un poco”.

Dos niñas cerca de la escena motivan al ex campeón a lanzar un nuevo comentario. Él las ve exitosas y les asegura que lograrán lo que desean, pero que necesitan disciplina. Y vaya que el Tokio Santa lo sabe, pues para lograr lo que hizo en el deporte de los puños, era más que necesaria. Aprovecha para repasar sus clases de inglés, y respetuosamente, les habla de usted.

“Hermosa mujer, ¿sabe qué? va a ser una mujer exitosa”, les dice Miguel Ángel. “Tú y tu hermana, acuérdate, va a tener lo que usted quiera, fíjese, hay que ser disciplinados. Decía mi maestro de inglés: ‘lo que te falta es discipline’, tú eres inteligente, you are intelligent, you need discipline, si no tienes, no vas a ser nada, hay que tener disciplina”.

Miguel Ángel González carga un bolsa verde, de las ecológicas para el supermercado. En ella, guarda las pertenencias que lleva consigo y que regala cuando pone “su puesto” en las calles de la Roma, su Roma.

Tras el último sismo que azotó la capital del país, González asegura que sólo se quiere quedar con lo necesario. Piensa que si su departamento queda sepultado, también quedarán bajo los escombros todas sus cosas. Por eso, se quiere deshacer de ellas. De su bolsa verde saca varios ganchos para colgar la ropa, y nos los regala. Dice que tiene muchos.

“Muchas gracias, a sus órdenes, gracias a ustedes que se detienen y ven mi puesto”, expresa Miguel Ángel. “Solo necesito un pedacito de tierra, no mucho; no hay que enamorarse, sin enamorarse. Obsequio cosas, llévate estos ganchos, tengo miles de ganchos. Cambió mi mente (tras el terremoto) porque vivo en un sexto piso y digo: ‘si se hubiera caído, todo se hubiera quedado enterrado’. Entonces voy a regalar todo y me voy a quedar solo con lo necesario”.

De la misma bolsa verde saca un delantal que regala a una de las niñas.

“Para usted, para que cocine, si me lo acepta, para que cocine el día de mañana, chido one”, ofrece el campeón.

Saca un par de curitas que también obsequia. Luego, una corbata gris con azul, visiblemente sucia. Como puede se hace un nudo para ponérsela, dice que es para “cuando voy a fiestas en la noche”.

El Mago no habló nada de boxeo. Parece ser el último tema que le importa, aunque el mundo del boxeo, en estos días, no deje de preocuparse por él.

Se despide de las niñas con un “cuídense, hermosas mujeres”, y hasta se da tiempo de ver en los tenis de una de ellas las figuras que los adornan. “Están chidos tus zapatos, ¿son de Mickey o Minie?”.

Y así, Miguel Ángel González se va caminando, tranquilo, sereno, filosófico, por la acera de la calle Coahuila en la colonia Roma. Queríamos verlo, saber cómo está, qué piensa. No quisimos sacar la cámara fotográfica del bolsillo, no hacía falta. Nos quedamos con la imagen noventera de su rostro decidido, y su actitud irreductible, dispuesto a batirse en un ring frente a seres inmortales.

Con información de Izquierdazo