Michoacán bajo fuego

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EDITORIAL

Hace poco más de 25 años, un grupo de estudiantes de licenciatura de una universidad colimense realizaban un viaje de placer a las playas de guerrero, para lo cual debieron cruzar el estado de Michoacán por la carretera costera.

El viaje pudo haber sido uno más a no ser por el asalto a su unidad que sufrieron al internarse en las tierras michoacanas, bandoleros comandados por “el manitas”, robaba, violaba y hasta asesinaba a quien se resistía a sus reclamos.

Eran tiempos difíciles de delincuencia, no sólo para los turistas que se atrevían a transitar algunas carreteras que como “la costera” las autoridades policiales la catalogaban como peligrosa, también los propios michoacanos eran víctimas de esos malhechores.

Así surgió la denominada “familia michoacana”, que con un fuerte respaldo social se creó como el primer grupo de autodefensa, para hacer frente a secuestradores, asaltantes, asesinos, extorsionadores, violadores y demás personajes del crimen organizado.

Aunado a eso, las condiciones de abandono social y los malos gobiernos llevaron a la población a emplearse de alguna u otra manera con personajes del narcotráfico como La Tuta o El Chayo, que llegan a tener hasta la fecha un alto respaldo social, entre los pobladores y comunidades de su influencia.

Recordemos que el entonces presidente de México, Felipe Calderón quiso poner fin a esa situación, en aquel diciembre de 2006 cuando decide sacar al ejército de los cuarteles y emprender “una guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado” e iniciar su lucha en su tierra Michoacán.

Nadie le dijo al mandatario que fracasaría, por una sencilla razón, la sociedad michoacana ha aprendido a defenderse sin ayuda de la autoridad, desde hace más de una década tienen sus propios grupos de autodefensa y ven con desconfianza a la autoridad policial, sea en el nivel que sea.

Ahora el grupo delincuencial ligado al narcotráfico y autodenominado Caballeros Templarios es una pesadilla para una amplia región michoacana, de ahí que la gente se haya organizado en sus comunidades y hayan creado grupos de autodefensa, en contra de la extorsión sobre todo de ese grupo criminal.

Ejemplos de grupos de autodefensa los tenemos en Tomatlán Buenavista, Tepalcatepetl, Coalcomán y ahora hasta en Aguililla, donde los pobladores se han organizado, para hacer frente a clanes criminales del narcotráfico y extorsionadores principalmente.

Tomando en cuenta la situación que priva en ese estado, resulta inaceptable que un alto mando de la Marina como el vicealmirante Carlos Miguel Salazar y otro mando de esa corporación hayan perdido la vida en una emboscada, presuntamente por miembros de la organización Caballeros Templarios.

Surgen varias preguntas sobre estos hechos, ¿Por qué no llevaban un vehículo blindado si es una zona peligrosa y ellos lo sabían? ¿Fue casualidad el ataque o sabían los agresores que pasaría por esa zona? ¿Lo estaban esperando? ¿Sabían a quién atacaban y viajaba en ese vehículo blanco?

Las respuestas tal vez nunca saldrán a luz pública, pero pone en alerta los focos de la seguridad, no sólo de policías, militares, marinos, sino de todas las personas que transitan por las carreteras michoacanas, un estado fallido que dejó de herencia el Calderonismo y que deberá resolver de manera profunda el actual Gobierno Federal de Enrique Peña Nieto, sino quiere tener a un Michoacán bajo fuego todo el sexenio, como ocurrió con el panismo.