La soledad del presidente

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Por: Francisco Pérez Medina.

La soledad de los gobernantes, sucede de manera inevitable en todos los casos, de distintas maneras y en diversos momentos, pero, terminan así. Es durante el inicio de su periodo, tres o seis años, según el cargo, en que son invitados a toda clase de eventos, las personas desean acercarse, tomarse una foto, pedir una oportunidad de sumarse a su proyecto, recibe toda clase de halagos, comentarios de insidia sobre el oponente o a quien se desea perjudicar dentro del mismo equipo, hay una batalla para ver quien destaca más o está más cercano al depositario del poder.

El gobernante se sabe deseado, siente un placer inigualable que embelesa, empalaga, genera esa adicción que solo el poder otorga al saber que los demás quieran estar cerca de ellos. No hay manera de escapar de este momento inigualable.

Poco a poco, ese ser humilde, empático, que escucha, que se preocupa por el prójimo cuando se está en campaña, se va transformando a uno que se siente infalible, que no se equivoca, que su palabra es la verdad absoluta, que su visión es la que requiere la sociedad, que él la representa mejor que nadie al haber obtenido la confianza de la mayoría para ocupar ese cargo y que todos le deben ofrecer subordinación completa. Si no estás en esa condición, definitivamente estás en contra.

EL desgaste natural en el ejercicio del poder aparece, también, de manera ineludible. Las personas comienzan a descubrir al ser de carne y hueso, aquél que les encantó con sus palabras y los convenció de que era el elegido para conducir y administrar los designios de la población, va transformándose en el ser que no cumple con las promesas de campaña o que las olvida ya en el cargo, que no es capaz de aceptar una sugerencia, consejo o recomendación, que disfruta lastimando la dignidad del colaborador, que, en su soberbia, cree que todos están equivocados; éste de manera paulatina se cree incomprendido, desconfía de sus más cercanos, da una orden para, luego, hacer una contra orden al no tener el resultado esperado sin aceptar nunca el error propio.

Los amigos prefieren retirarse a tiempo, la familia distanciada y lastimada por la ausencia o la traición, los colaboradores deciden cambiar de rumbos presentando una renuncia o solicitando algún cambio como pago a los favores o información que se desea mantener reservada, y, los últimos en retirarse, son aquellos que esperan beneficiarse de ese poder al que ya no más lo detenta al igual que al inicio.

La soledad del gobernante sucede invariablemente al final del mandato, cuando ya comienza el declive del periodo para el que fue electo. No hay plazo que no se cumpla para este momento. Que suceda antes de éste, es una señal inequívoca de aislamiento prematuro. Nadie lo nota más que quien lo vive, pero es algo que mantiene en el pensamiento más discreto para evitar la desbandada; por eso llamó tanto la atención que, esta semana, fuera el mismo presidente, quien anunciara que se va quedando solo y hasta se atrevió a dar los nombres de aquellos últimos que permanecen con él sin que nadie se lo preguntara.

Salida

1.- Los magistrados decidieron aplicar la ley negando el registro a los candidatos a gobernadores del estado de Michoacán y de Guerrero por ser omisos en el cumplimiento de ésta. La sociedad los celebra por ser lo que corresponde, pero, el presidente, quien no puede pronunciarse al estar en medio de un proceso electoral, decide, al igual que sus partidarios, violar la ley en lugar de respetarla.    

2.- Hace unos días le invitó a su rancho “La Chingada” y mostró la foto de ese encuentro; hoy, arremete contra la empresa del invitado a quien acusó de montar una campaña en contra de la creación de patrón nacional de usuarios de telefonía móvil.

3.- En nuestro estado, la candidata a reelegirse como alcaldesa, pide, en un evento público, apedrear a su oponente. La violencia nunca puede ser tolerada, menos viniendo de quien se supone juró respetar y hacer respetar la ley.