LA FIESTA BRAVA EN COLIMA

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Por: Noé Guerra Pimentel*

De entrada, menester es recordar a los grandes de la tauromaquia que entre matadores y gente del espectáculo se han dado cita en estos lugares atraídos por la natural alegría y anfitrionía de los amantes de la fiesta brava que aquí se identifican en Peñas y otras agrupaciones afines en sus diversas manifestaciones, como motivo de identidad y unidad caracterizados en torno a esta tradición. Silverio Pérez, Carlos Arruza, Luis Procuna, Joselito Huerta, Luis Castro, Fermín Rivera, Manolo Mejía, Fermín Espinoza, Eloy Cavazos, Manolo Martínez, Eulalio López, Alejandro Silveti, Cristina Sánchez, Julián López, los rejoneadores Gastón Santos, Pablo Hermoso de Mendoza, entre gente del espectáculo como Pedro Infante y Mario Moreno “Cantinflas”, entre otros que en su momento se han dado cita entre los tablados y redondel además de afamados comentaristas, como Paco Malgesto, Jacobo Zabludovsky, Heriberto Murrieta, entre otros que con muleta, espada, capote, voz o micrófono, han presentado suertes vistiendo de luz la arena y llenando de oles la fiesta en Villa de Álvarez, Colima.

Con orígenes remotos hay antecedentes de esta comunión que desde el inicio de los tiempos se ha dado entre el toro y el hombre en el llamado “arte del toreo”; las cuevas de Altamira en Santillana del Mar, Cantabria, España y las representaciones en la cerámica griega, por mencionar dos, dan testimonio de esta relación que de ritual pasó a convertirse en un espectáculo de vida y muerte de “fiesta de sombra, sol y muerte” como la llamara Rafael Alberti o de “Sangre y arena” o “la fiesta más culta que hay en el mundo”, como la describiera García Lorca en su inmortal “Bodas de Sangre”. Representada por universales, como Goya, Dalí, Picasso, Botero, Bizet, Marceau, García Lorca, Nervo, Lara, “Cantinflas”, Tomás Méndez, Serrat y Sabina, por mencionar algunos entre los más conocidos que han encontrado en el toreo, en los muletazos fugaces de los toreros, el sentimiento, la alegría y la sangre, el dramatismo y su placer para plasmarlos en la pintura, la escultura, la literatura, la música, la fotografía, la arquitectura, el teatro y el cine.

En dicho contexto Colima no fue ajeno a la tradición que acá encontró sus inicios a finales del siglo dieciocho cuando, Miguel José Pérez Ponce de León, el último Alcalde Mayor de la Provincia de Colima de 1774 a 1791, refiere que en esta Villa (la ciudad de Colima desde 1824), a la par de la función en honor al santo patrono San Felipe de Jesús, se llevaban “fiestas públicas de toros y otras ceremonias”. Fiestas del pueblo que con el tiempo encontraron su final asiento, desarrollo y mayor expresión en la ahora Villa de Álvarez (Villa desde 1824 y con ese nombre desde 1860, antes de Almoloyan) cabecera municipal conurbada que cada año, desde hace varias décadas, con jaripeos, cabalgatas, recibimientos, corridas, rejoneos y otros elementos que al paso se le han incorporado, la han venido convirtiendo en un distintivo regional.

Fiesta anual que con sus “Cabalgatas”, originadas sobre 1874 por el gobernador Filomeno Bravo, ahora concitan a miles de jinetes, igual que el “Toro de once” del “recibimiento” con la comelitona y bebida de “once letras” que se ofrece al ganadero y al pueblo que asiste a la “coleada”; la majestuosa “Petatera” que se empezó a edificar allá por los años 40s, y desde el 2014 uno de los 7 tesoros del patrimonio cultural de los colimenses; “las mojigangas” que desde los años cincuenta, cada año honran a personajes locales, como ahora a J. Guadalupe Castillo Contreras, extabladero de La petatera y Estela Torres Torres, quien por más de cuatro décadas, de manera discreta ha sido la confeccionadora del vestuario de las mismas; Lucita, Luz Díaz Santana, que lleva 17 años participando con su torito de cartón sobre ruedas; el ballet folclórico de Villa de Alvarez de Manuel Hernández Luna; el vistoso jinete de la bandera; Emilio Delgado Peregrina, el de “la petatera” en maqueta; “Porrillas” y su descendencia que en comparsa llevan la alegría encabezados por el zarzo taurino y las corridas formales, desde la primera, aquella del 21 de febrero de 1943, en el improvisado coso que se localizaba por el camino a Minatitlán frente a los corrales de “La haciendita” en terrenos de Ma. Isabel Toscano.

*Cronista oficial del municipio de Villa de Alvarez.