La Feria de Colima en el Jardín Libertad (1826-1906)

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* En torno a este espacio abierto con funciones de plaza, destinado para jardín, lo enmarcaban tres rústicos portales construidos de adobe madera y teja, incluyendo la Parroquia de Colima, el Panteón Atrial y la Casa Consistorial o Palacio Municipal.

Por: Jaime Pizano Alcaraz

Generalmente se ha escrito mucho sobre Colima del siglo XVI. Los días uno y dos de noviembre existía una celebración propiamente indígena, que por efecto de la evangelización, se transformó en religiosa. Asimismo se maneja la tesis de que la celebración del 1° de noviembre debió haber sido una conmemoración religiosa para colonos españoles y mestizos y la del 2 de noviembre, ceremonia ritual indígena.

Durante el Virreinato, y hasta principios del siglo XX, en la explanada de la plaza central de esta antigua Villa de San Sebastián de la Provincia de Colima, se instalaba el tianguis dominical, concentrándose el pueblo para hacer sus compras. Siguiendo la costumbre de antaño, el atrio de la parroquia de Colima, hoy denominada Catedral, servía de panteón o camposanto y era el sitio donde se efectuaban las ceremonias, justo en la fecha del 1° de noviembre cuando la iglesia católica celebraba a Todos Los Santos y el 2 de noviembre el pueblo a sus muertos.

Con el paso del tiempo, la conmemoración santoral llegó a ser considerada la fiesta mayor de esta antigua Villa de Colima, oficializándose en 1826 como feria y con el nombre de Ómnium Sanctorum (“todos los santos”), siendo su nombre oficial “La Feria de Todos Los Santos” (tomado del libro de actas del cabildo del Ayuntamiento de Colima).

Según las creencias de la gente, como leyenda y tradición muy ancestrales, que se remontan en los siglos hasta los primeros pueblos mexicas y tarascos, los muertos o las ánimas salían de su sepultura al día siguiente de la Fiesta de Todos Los Santos, o sea el día de difuntos, a visitar a sus familias para solicitar alimentos, por cuyo motivo ahora se colocan altares con flores, velas de cera encendidas, llevando música, comida y bebidas que a ellos les gustaba.

Esta primera feria con puestos de pajarete (palabra que usó el indígena), se convirtió en un activo comercio para el hogar; enseres para el campo; juegos mecánicos que fueron volantines a base de energía humana; flores de cempasúchil; música de chirimía y danza autóctona de los originarios de la región y una humilde verbena lugareña que duró así 80 años desde su fundación en esta explanada de lo que es hoy el Jardín Libertad.

Con el tiempo, el espacio fue insuficiente y en el año de 1906 el entonces Gobernador del Estado Enrique O. de la Madrid Brizuela, ordenó que se trasladara la celebración de la antigua feria a la “Plaza Nueva” o “Plaza Alameda”, hoy con el nombre de “Jardín Núñez”, por ser un sitio de mayor extensión.