LA ÉLITE

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Por: David Faitelson

Lo que ve, lo que toca, lo que huele, lo que piensa, lo que sueña… Cada sentido debe estar en su sitio cuando estás detrás de un volante de un auto que es capaz de alcanzar los 300 kilómetros por hora, los 750 caballos de fuerza y las 18 mil revoluciones por minuto. Pero hay algo más. En este nivel de competencia siempre hay algo más, algo que separa a los ‘simples’ competidores de aquellos “consagrados” que pertenecen a la élite.

¿Y tú, en qué lugar de la pista, de esa pista, estás, Sergio ‘El Checo’ Pérez?

El deporte mexicano ha sostenido esa lucha durante muchos años: poder mantener a atletas al máximo nivel de competencia posible. No ha sido fácil. Algunos van, lo intentan, duran poco y claudican. Otros más, persisten y dejan una huella: Hugo Sánchez, con sus goles en el Real Madrid; Fernando Valenzuela, en sus días de gloria con los Dodgers y Julio César Chávez, que mantuvo su nombre entre los mejores boxeadores del mundo. Luego, quizá, Ana Gabriela Guevara y sus días de encanto en la Liga Dorada del atletismo y el propio Rafael Márquez, que como defensa del Barcelona alcanzó un nivel extraordinario. En los últimos tiempos, habrá que considerar al 1B Adrián González, que hasta ahora sigue esperando el momento de ponerse a los hombros a una franquicia tan tradicional como los Dodgers y a Javier Hernández,  el Chicharito que peleó hasta donde pudo, hasta el límite de sus condiciones para sostenerse en el preciado nivel que proponían tanto el Real Madrid como el Manchester United. En el pasado reciente, dos futbolistas que pintaban para llegar a esas alturas: Giovanni Dos Santos, desde el Barcelona y Carlos Vela, desde el Arsenal, se quedaron en el intento. No se confundan: hay otros futbolistas que actúan en Europa, que han hecho carreras interesantes, que se asoman al nivel de una Champions, pero que no pertenecen a ese exclusivo club de competidores.

Competir en la élite no es sencillo. Requiere, sin duda, de un gran compromiso, primero moral (casi siempre moral) y después físico y técnico para poder sostenerse en esa fase de competitividad.

No es fácil llamarse Sergio, apellidarse Pérez y destacar en una categoría como la Fórmula 1 que significa primero, dinero, mucho dinero; luego, glamour, demasiado glamour, y más tarde, un encuentro con un mundo de velocidad, destreza, reflejos, inteligencia, tecnología y triunfo. La Fórmula 1 no es para todos. Jamás lo ha sido, mucho menos con el despegue económico que tuvo en los últimos 20 años y con las nuevas condiciones que establece el campeonato de constructores de autos. La Fórmula 1 es la élite del automovilismo, una categoría europea, casi siempre de europeos -con algunos brasileños de gran impacto y otros  asiáticos que han entrado impulsados por los pode-rosos patrocinios de la industria automovilística japonesa- y nada más.

‘Niños bonitos’, hijos de empresarios, acaudalados, príncipes, condes, miembros de la familia aristocrática. La Fórmula 1 no permite plebeyos.

El Checo se ha ganado en la pista, paso a paso, el respeto de sus competidores. Es verdad que probó en la ‘clase social’ más alta de la categoría y no le fue nada bien en McLaren, justo en una época donde las distancias entre los fabricantes de autos y de motores establecían una notable diferencia. No basta con  ser un gran piloto. Hoy, necesitas de una gran ingeniería en aerodinámica, un poderoso desarrollador del motor y un notable avance científico-tecnológico para estar entre los mejores. Y luego está el manejo de la presión, que este fin de semana promete intensificarse para él. No es lo mismo correr en Europa, en Asia o en Australia, a hacerlo frente a un público -hay que decirlo- no muy conocedor de la categoría y de las complicaciones de la misma que le exigirá, por lo menos, llegar al pódium. El Checo lo puede lograr, pero para ello necesitará de todo su talento y de lograr apaciguar la presión de los espectadores.

Sergio Pérez tiene muchas cualidades para poder sostenerse como un piloto competitivo en una categoría tan disputada y donde el más mínimo error o distracción, no sólo te puede costar la carrera, los puntos, el pódium, también la vida. Hay que agregar, sin duda, ‘la bendición’ que ha recibido de la familia Slim, en este caso de Carlos Slim Domit, un hombre apasionado por el deporte motor que ha impulsado una campaña muy buena para desarrollar pilotos mexicanos. El dinero, los sueños y el talento se han mezclado alrededor del Checo Pérez para que él pueda salir a la pista y pelear sin reserva ante las poderosas Mercedes, Ferraris, Red Bulls, Williams, Renaults y demás.

La élite nunca ha sido sencilla para el deporte de México. Los que lo han logrado se cuentan con los dedos de una mano, porque no sólo es llegar, sino sostenerse en ese nivel, a pesar de los obstáculos, de alta competencia y de la presión. Quien logre manejar la presión en la élite del deporte, tiene muchas oportunidades de perdurar y alcanzar la gloria.

Sergio ‘El Checo’ Pérez está ahí, en una categoría  complicada que para muchos significa el punto más alto del automovilismo deportivo. Y él está  justo sobre una línea muy delgada que divide a los simples competidores de aquellos que pertenecen a la élite.