J. TRINIDAD ALAMILLO

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Por José Díaz Madrigal

A la mera mitad del parque Hidalgo de está ciudad de Colima, se desprende tanto de la parte oriente, como de la cara poniente; una tranquila calle que lleva el mismo nombre en ambos lados del parque. Esta pequeña calle de tan solo seis cuadras, se llama J. Trinidad Alamillo.

Al comenzar el segundo decenio del siglo pasado, se dio por terminado el régimen de Don Porfirio Díaz. Que si bien en otras partes del país, se dieron batallas importantes entre los revolucionarios encabezados por Madero, contra las fuerzas del gobierno porfirista para la alternancia gubernamental; en el quieto terruño colimote, el cambio de gobierno estatal se verificó de forma pacífica; gracias a la sensatez de Don Enrique de la Madrid último gobernador de la vieja administración federal, que no vio ninguna necesidad de presentar resistencia. Entregando el mando estatal a un distinguido abogado partidario de Madero, Miguel García Topete, este después de unos meses le tocó controlar las elecciones para elegir gobernador, quienes subieron al escenario político para disputarse el puesto, fueron dos conocidos personajes de aquel tiempo: Gregorio Torres Quintero y J. Trinidad Alamillo.

Era Don Trino uno de esos hombres decimononicos, con habilidades para realizar diferentes cosas a la vez. Originario de esta ciudad, entre otras cosas fue regidor, diputado y prefecto político; este último cargo  lo desempeñó por seis años. Las prefecturas fueron una figuras administrativas bastante exitosas durante el porfirismo y fueron las que más fama le dieron a Don Trino. Era una especie de vicegobernador o segundo al mando, ejerciendo el puesto con mano dura, manteniendo con esto, el orden en todos los aspectos de la vida cotidiana del pueblo colimote en aquella época. Por cierto, este sistema de prefecturas, sigue vigente en el imperio del sol naciente, con sobrada eficiencia en aquel país.

Los empleados de la prefectura eran todos sus amigos, sin embargo, aún así le temían. En cierta ocasión temprano por la mañana llamó a uno de ellos para dictarle algunas indicaciones, este la noche anterior había asistido a un fandango y se encuetó, de tal modo que llegó a chambear crudo. Alamillo empezó a dictarle, el empleado hacía todo el esfuerzo por no hablar, respirando quedito sin levantar la cabeza. De rápido, Alamillo se dió cuenta y sin cambiar el tono de voz continuó diciendo así: Sinvergüenza, anoche te emborrachaste con tusca. Amaneciste crudo, antes de venir al trabajo comiste cebolla, mascaste canela y hueles a albóndiga sin cocinar. Lárgate para tu escritorio. . . Gediondo.

Alamillo que tenía que resolver todos los delitos, había sentado jurisprudencia muy a su estilo. Las decisiones que tomaba, se fundaban en el siguiente aforismo, a un asesino le decía: mira gallo, aquí en Colima el único malditazo soy yo; o bien: aquí en Colima no hay más ladrón que yo, si se juzgaba a uno que había robado. Y la sentencia era: fusilenlo y cuelguenlo de un árbol. Y tal como se resolvía, se hacía de inmediato, sin replicar en nada la resolución del enérgico prefecto. Manteniendo con esto, la famosa paz porfiriana.

Se lanzó la convocatoria para renovar el poder ejecutivo en el mes de abril de 1911. Los dos candidatos tenían arrastre en el pueblo. Torres Quintero que radicaba en la ciudad de México, arribó a Colima el jueves 11 de mayo; fue recibido por sus partidarios, entre ellos Blas Ruiz, propietario de la enorme casona -la más grande que había en la ciudad- de dos plantas, donde actualmente es Palacio Federal, frente al Jardín Núñez.

Don Gregorio intentó hablar desde uno de los balcones, pero un grupo de gente pagados por Alamillo, le impidió hacerlo, eran tal las rechiflas y el griterío de chiquillos y adultos; que las pocas palabras que pudo decir no se entendieron.

A pesar de que estaban dadas las condiciones para una contienda electoral adecuada, los seguidores de Alamillo, comandados por secuaces de este, le propinaron golpe tras golpe a los quinteristas. Torres Quintero esperaba una lucha de altura, con mensaje, propuestas y tal vez cortesías; no imaginaba la fecundidad de recursos de los alamillistas, para estropear las reuniones y mítines de Don Gregorio.

Como era de esperarse, con las trampas que les tendió a los quinteristas; Alamillo ganó la elección, sin embargo no llegó a los dos años de mandato; puesto que fue tumbado de la silla gubernamental.

Don Gregorio dolido con sus paisanos, jamás regresó a Colima.