Por José Díaz Madrigal
Por estos días de septiembre que se viene celebrando el 80 aniversario de la fundación del Tec de Monterrey, también se cumplen 50 años del infame asesinato de su fundador, don Eugenio Garza Sada.
La muerte de don Eugenio a manos de miembros del grupo guerrillero llamado: Liga Comunista 23 de Septiembre, ocurrió la mañana del 17 de Septiembre de 1973. Éste día se cumplen exactamente 50 años. La guerrilla comunista con apenas unos meses de haberse constituido, tras la fusión de varias organizaciones guerrilleras de diferentes partes del país; pero con la misma ideología de izquierda radical. Planearon para su sostenimiento y operación el secuestro de varios hombres prominentes, empezando con el fundador del Tec de Monterrey. Durante el gobierno de Luis Echeverría, en funciones por ese tiempo; estaba vigente La Dirección Federal de Seguridad, que era una especie de policía secreta; que tenía como misión suprimir a enemigos políticos del régimen echeverrista. Después de la desclasificación de ciertos informes que se mantenían en reserva del caso Garza Sada, hace apenas una decena de años; salió a la luz pública que Echeverría tenía conocimiento de las intenciones del grupo guerrillero, en el sentido de secuestrar a don Eugenio, pero éste nunca fue avisado ni tampoco Echeverría hizo algo para detener a los delincuentes, antes de que efectuaran el secuestro y asesinato. Para Echeverría tanto los guerrilleros como don Eugenio, eran un estorbo para su gobierno. Don Luis no quería a ninguno de los dos, a los primeros porque eran motivo de inestabilidad social y política y, al segundo porque representaba la parte exitosa y de prestigio del sector privado, puesto que con su poder económico iba a rescatar a un medio de comunicación nacional, incómodo para el régimen, pero con problemas financieros. La cadena de periódicos “El Sol de México” con más de 30 diarios en las principales ciudades de la República, había sido intervenido por el gobierno a causa de un crédito que le otorgó un banco internacional, con el aval de NAFINSA, en el periodo de Díaz Ordaz. La línea editorial y noticiosa de toda la red de los soles, se había distinguido como principio y fundamento, transmitir a sus lectores información verídica y no plegarse al igual que muchos periódicos y revistas a la línea Castro-comunista ni tampoco a las logias de la escuadra y el compás; pero eso si, denunciar en sus páginas toda clase de enjuagues, corruptelas y abusos de autoridad, a todo lo ancho y largo del país. Con ésta forma de trabajar, transparente, ética y confiable en las noticias se había echado a la bolsa al público, pero por otro lado se acarreó un sinnúmero de adversarios políticos, incluyendo al presidente de la República. A don José García Valseca, dueño de la cadena de los soles, se le atoró la carretera y no tenía liquidez para efectuar el pago en esos días. Le propuso al gobierno renegociar la deuda, cosa que es bastante común en los créditos. Echeverría no quiso dar ninguna tregua adicional. García Valseca acudió a Monterrey con su amigo Garza Sada, para que le echara la mano y le ayudara a pagar al gobierno; dejando en garantía todos los periódicos incluyendo maquinaria y edificios. Don Eugenio aceptó y dió indicaciones al departamento jurídico de sus empresas, para que se encargaran de elaborar la documentación necesaria para entregar el dinero. Mientras se hacía toda la papelería legal del préstamo, le empezaron a llegar amenazas al viejo regiomontano de parte de altos funcionarios federales. Echeverría no quería que se metiera y rescatara a los soles. Así pues, en los hechos Echeverría propició la muerte de don Eugenio. El gobierno hizo lo que quería, tomó el control de los periódicos, con la consigna de que jamás se iban a vender. Dos años más tarde, Echeverría vendió la cadena periodística con avalúo de 1000 millones de pesos en tan sólo 100 millones, eso si, a su cuate Mario Vázquez Raña. Como anécdota de este calamitoso gobierno, un monero de aquel tiempo pintó una caricatura representando a un líder comunista, invitando a cenar a Echeverría, éste con una risa de sinvergüenza valemadrista contesta: no gracias, yo ya cené y me comí una garza asada. Así de cínico era aquel presidente.