ENGAÑO JUARISTA

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Por José Díaz Madrigal

De entre los buenos maestros del tiempo de preparatoria en la Universidad de Colima, teníamos un profesor de historia de esos tipos alivianados y agradable con el alumnado; tanto que por su talento y don de gente, rápido nos ganó para su causa. Siendo esto un logro valioso entre aquella palomilla de muchachos rebeldones, con edades que oscilaban en el rango de 16 a 17 años.En verdad, en esa época de bachillerato en que éramos jóvenes, que empezábamos a sentirnos adultos; poco dóciles, enemigos de rutinas y aparte con poca responsabilidad para la disciplina. Sin embargo este maestro tuvo el mérito de retenernos en el aula, sin que nos fuéramos de pinta; puesto que realmente se esmeraba en  su trabajo.Gustaba este magnífico profesor,  de clara inteligencia y una envidiable facilidad de palabra; caminar entre los pasillos,  del salón de clases, matizando sus enseñanzas con chascarrillos y ocurrencias ordinarias; formulando preguntas directas, hechas al azar, dirigida a cualquiera de nosotros,  que atentos escuchábamos su clase.En una de sus caminatas entre los pupitres, disertaba de algunos personaje de la historia de México. De repente, dirigiéndose al que esto escribe,  nomás pa’calarme me pregunta, a ver  Díaz: ¿para ti quien ha sido en la vida independiente de nuestro país,  en el siglo XIX, la figura que más hizo por el progreso y bienestar en todos los aspectos de nuestro pueblo?Antes de responder, es pertinente puntualizar que en el transcurso de la primaria y secundaria; maestros y directores tenían una admiración que rayaba en un casi fanatismo juarista. Mismo que transmitían a modo de adoctrinamiento a los alumnos.Estando en primaria,  en alguna ocasión en una ceremonia de  los Lunes, el director razonaba acerca de la grandeza del oaxaqueño, exaltándolo a una altura de semidiós.  De pronto un muchacho de sexto,  de algunos 13 años de edad, delante de toda la escuela lo contradijo. No terminó de hablar el jovencito, cuando el iracundo director, se le dejó ir con una serie de señalamientos a grado tal que involucró a la familia del alumno, que ni al caso venía. El muchacho aguantó a pie junto aquel chaparrón de improperios, del desencajado director.Años más tarde, en la Secundaria Federal, otro alumno también tuvo la osadía de levantar la mano y decirle al maestro Arreola,  que daba la clase de historia, que lo que nos estaba explicando de Juárez, no era cierto. Al maestro se le descompuso el rostro, éste era un hombre alto de estatura; se levantó de la mesa y se dirigió al pequeño pero valiente compañero, sentado en su mesabanco. De inmediato casi gritando le dice: Sí tú no estás de acuerdo en lo que enseñamos en esta escuela, en la dirección están tus documentos para que te largues de este plantel. Estoicamente el muchacho aguantó la zarandeada que le dio el maestro,  pero no se fue.Cuando en prepa el maestro me hizo la pregunta,  contesté sin pensarlo, solo por salir al paso de la pregunta. Contestando prácticamente a lo nango: Juárez. El maestro levantó la vista, otro dijo, Hidalgo. Un guasón, de esos que no faltan,  respondió,  Capulina.Pues no muchachos, sí la pregunta hubiera sido en el sentido de cual fue el personaje más divisovo, el más destructor y que acarreó la ruina de aquel tiempo; efectivamente fue Juárez. En el juarismo todo es falsedad. La famosa frase “Entre los individuos como entre las naciones,  el respeto al derecho ajeno, es la paz”. Pues no es de él. Se la pirateó de un pensador alemán. Y así, aquel maestro se encargó de desbaratar con estos y más datos al mítico Juárez.Han pasado muchos años, de aquellas clases; después tuve la oportunidad de estudiar a Juárez por cuenta propia,  pero no con historiadores del oficialismo. El insigne maestro de la juventud de América y fundador de la SEP, decía: entre más me adentro en el pensamiento juarista y su camarilla,  no puedo dejar de exclamar lo dañino y brutos que fueron para México.Defensores modernos del juarismo, sobre todo los agremiados en el grupo de la escuadra y el compás, replican: el legado de Juárez es que acabó con el clero político. Argumento demasiado pobre y en la actualidad ya sin valor. Sí se platica por separado con miembros de esta organización, todos esgrimen el mismo sonsonete, tedioso y cansado de que Juárez terminó con el clero político.Lo que no saben, o no quieren ver estos cuates, es que la buena política es sinónimo de negociación, de cortesía,  de buenas formas,  de diplomacia de debatir,  de pasar razones en pro y en contra de cualquier situación. Además se necesita para todas las actividades de la vida. Para salir a comer, se ocupa ponerse de acuerdo. Que no salgan con la bobería del clero político. La política es civilización.A propósito Juárez,  el divisor, el destructor; no dejó de ser mencionado por López Obrador en su último informe, lo dijo: es el mejor presidente que hemos tenido. De seguro es por lo mucho que se parecen, en no dejar progresar al país.  El clásico engaño juarista-obradorista