EMPRESARIOS, ¿ENEMIGOS DE CLASE?

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

La pandemia ha sido un motivo poderoso  para que el gobierno federal y los empresarios litiguen  sus diferencias en torno al desarrollo del país y a la recuperación económica debido a que todos los sectores productivos, unos más, otros menos, registran pérdidas incalculables y han  desaparecido cientos de miles de pequeñas empresas. El régimen, esgrimiendo argumentos en su negativa de derivar apoyos gubernamentales como ha ocurrido en el pasado, y  aquellos, alegando que son los que  crean el empleo.

En el pasado reciente, las deudas privadas se convertían en públicas lo que equivalió a un despojo de la riqueza de varias generaciones. ( fobaproa, igual a robaproa). Todos los mexicanos perdimos el futuro, pero la clase privilegiada, los dueños del dinero, no perdieron un centavo. Y es ahora, con el régimen actual, que han cambiado las reglas. El Presidente Amlo ha sido enfático:    se acabaron los rescates para empresas en quiebra, pues si los hay, serán para los más necesitados. “Entonces ya eso no, que ni lo  sueñen. Solamente –toco madera– que regresaran los de antes, entonces sí, volvería lo mismo, la robadera y unos cuantos volverían a mandar y a sentirse dueños de México”, expresó. Si una empresa quiebra, “pues que sea el empresario el que asuma la responsabilidad”. Aclara: no estoy en contra de los empresarios, ya que “siempre he dicho que el que trabaja invierte, genera empleos, merece respeto, protección”.

El liberal Adam Smith entendió en su tiempo que, si se garantiza la propiedad privada y se incentiva el intercambio de bienes y servicios, los seres humanos tienen los incentivos para cooperar entre sí. Es esta cooperación la que ha dado alimentos, medicamentos, carros, computadoras, teléfonos celulares y los millones de bienes y servicios que hacen nuestra vida mucho más próspera y segura que la de nuestros antepasados. “La experiencia nos ha demostrado que el capitalismo es la única vía para salir de la pobreza”.

Pero el capitalismo tiene dos grandes enemigos, que Adam Smith identificó claramente: el hombre del sistemay el empresario rentista. La aparición de estos personajes convierte un sistema de prosperidad en un sistema de abuso y corrupción.

Durante varias décadas, se mezclaron muy a gusto el poder político con el poder económico, binomio que López Obrador pretende destrabar. La lucha le anda haciendo. Solo así se explican grandes riquezas como las de Slim, Bailleres, Salinas Pliego y  la de muchos  empresarios que formaron empresas como ICA y los dedicados a la venta de alimentos chatarra. También hay políticos que se convirtieron en eso mismo.  Los empresarios fueron muy hábiles para despertar la codicia de altos funcionarios y de expresidentes  como Ernesto Zedillo quien terminó sirviendo a una empresa ferrocarrilera estadounidense a la que apoyó mientras dirigía al país. Algo parecido hizo Felipe Calderón.  Eso fue tráfico de influencias, ni más ni menos.

Volviendo a Adam Smith, en su  Teoría de los sentimientos morales (1759),  desarrolló  la idea del hombre del sistema. Explicó en ella  que los principios morales son una consecuencia de los tratos sociales y no de la razón de un hombre en particular. Describe a un hombre que está tan enamorado de sus propias ideas que no duda en imponérselas al resto. Se imagina que es un jugador de ajedrez que puede mover las fichas estratégicamente para ganar la partida. Pero el error es evidente. “Los seres humanos no somos fichas de ajedrez, sino individuos con fines propios, y es imposible que una persona tenga toda la información que se necesita para que la sociedad opere correctamente.”

Los empresarios organizados se han cansado de repetir que  no son enemigos del gobierno federal, pero que el presidente sí los considera como sus adversarios. Siguen con esa percepción, quisiera que los apapacharan como Peña Nieto y Videgaray.  Ya pagan más impuestos y por eso están desesperados muchos de ellos porque ya no hacen negocios tan fácilmente como antes (se los ha dicho el que manda hoy) , pero al que ya se le pasó la mano exhibiendo su repulsa y su sarcasmo debido a que Amlo no olvida que una “minoría rapaz”, como la bautizó con exactitud,  le impidió llegar antes   a la presidencia hasta en dos ocasiones.

En fin, los empresarios son, en general, enemigos de clase de López Obrador, quien difícilmente  controla sus demonios, aunque también hay otros sectores que no tienen su beneplácito suyo como  grandes comerciantes,  pequeñas y medianas empresas,  médicos, enfermeras, ingenieros, deportistas, actores, constructores, las mujeres víctimas de violencia.  Y aquí le paro.

El presidente tiene que modificar su discurso reñidor, principalmente en las mañaneras y o olvidar que donde las dan las toman.  Si no lo hace, llegará el momento en que se le complicará la gobernabilidad pues los sectores ofendidos, conforme avance su mandato,  le regatearán cooperación en asuntos vitales. México saldrá adelante solo  en una atmósfera de respeto y diálogo entre los actores políticos. Todos han de dejar de lado sus resentimientos para construir el país que todos queremos.