EL RISCO DEL CABALLO

0

Por: José Díaz Madrigal

Hace algunos años, caminando por la Basílica de Guadalupe en la ciudad de México; al subir el pequeño cerro del Tepeyac, más o menos a mitad de la escalinata que conduce a la cima, se encuentra un cementerio en el cual, los nombres y epitafios en las losas de las sepulturas, se ven a simple vista desde afuera de la reja metálica que lo confina.

De varios personajes históricos que están enterrados en ese panteón, en particular me llamó la atención la tumba de José Mariano Salas. Éste fue un general mexicano del tiempo de los cuartelazos, que le tocó ser presidente por períodos breves en 2 ocasiones. La primera fue de agosto a diciembre de 1846, cuando por sus pistolas desbancó a Mariano Paredes, por medio de un golpe de estado.

De los 4 meses que duró su gestión, hizo 2 cosas trascendentes para el país y para Colima. Una buena y la otra mala. La primera es que cambió el sistema centralista por el sistema federal, con beneficio a la República. La segunda es que por esa época, el territorio de Colima -todavía no éramos Estado- formaba parte del Departamento de Michoacán, con el carácter de Distrito del Sudoeste.

De los 5 distritos que comprendían todo Michoacán, el del sudoeste o suroeste estaba clasificado como el quinto o el último y, se componía por las cabeceras de Colima y Almoloyan, que abarcaba la totalidad del Estado como está hoy en día. Coalcomán era la otra cabecera parte del Quinto Distrito, con la notoriedad que era por mucho más grande en tamaño de superficie que los otros dos.

Por ser Colima la cabecera con más población, tenía mayor rango de importancia que las otras dos y, para cuestiones de eficacia administrativa en todo el Quinto Distrito, Almoloyan y Coalcomán dependían de Colima.

Al cambiar al sistema federal, Colima regresó a ser territorio de la federación; sin embargo le quitaron la joya más grande, Coalcomán; que por esos tiempos también incluía Coahuayana, Aquila, Chinicuila y el propio Coalcomán. Así pues, con toda probabilidad los habitantes de toda esa región, debieron sentirse traicionados, puesto que en la práctica todas sus actividades las realizaban con Colima, por la cercanía geográfica.

Todo el drama fue causado por un presidente golpista, ilegítimo, maleta y aparte chapulín; sin calidad moral porque brincaba del partido Liberal al Conservador sin inmutarse. Tal como muchos políticos inmorales de la actualidad, que cambian de bandera política, sin tantita vergüenza.

El Risco del Caballo es un acantilado de 25 a 30 metros de altura, pegado en la falda de un monte chaparrón, que tiene como base una barranca oscura, por el tupido follaje de la arboleda. La ubicación del risco, es cercana al camino que conduce desde la antigua hacienda de Trojes en dirección a un rancho con nombre Bíblico, El Jordán; dentro del municipio que nos arrebató el insensato de Salas y que debería pertenecer a Colima. . . Coalcomán.

En la parte baja del risco, como a metro y medio arriba del suelo; existe una oquedad que se introduce a una caverna. En cierta ocasión un ranchero curioso, le dió por explorar, ingresando algunos metros en la gruta. Estando en el interior iluminando el lugar con un ocote prendido, descubrió un montículo de piedras rectangulares. Picado por la curiosidad, quitó poco a poco las piedras hasta que levantó la última, quedó al descubierto una petaquilla con su tapa de madera fina. Cuando la abrió, se dió cuenta del montón de monedas doradas que contenía.

Al meter la mano para agarrar un puño de aquellas monedas, de repente escuchó afuera un fuerte ruido como tropel de caballos y el tintinear de espuelas que se arrastraban en el piso. De inmediato olló un vocerrón que le decía: todo o nada, todo o nada. Pero no veía a nadie. Sin perder tiempo, aquel hombre despegó el leño de ocote que tenía encajado en una grieta y salió asustadisimo de aquel lugar embrujado con los pelos de punta, sintiendo como una especie de relámpago que le atravesó la espalda.

Como pudo llegó hasta un macho que tenía persogado en el troncón de un árbol. Sin platicar con nadie, ni siquiera con su esposa, llegó a su casa y se acostó en un tapanco. No bajó en todo el día, por la noche subió la esposa llevando en la mano un aparato de petróleo. Encontró al marido con el rostro desencajado, con cara de espantado, la piel de color amarillo y con los ojos pelados sin parpadear; tampoco podía articular palabra alguna.

Aquella mujer que era bastante avispada, notó el estado de miedo en que estaba su marido, sacando a conclusión que él estaba padeciendo el terror de un espanto. De volada se fue a buscar a una sobadora, cuando ésta llegó, empezó a derretir una vela de sebo que casi quemándole el espinazo, se lo untó por todo el lomo, al mismo tiempo le comentaba a la esposa: mira, nunca hay que darle la espalda a los espantos, porque por ahí se te sube el muerto y entra sin pedir permiso. Pero con lo que le estamos haciendo le vamos a sacar el espanto a tu marido. El ranchero se alivió y jamás quiso regresar al Risco del Caballo.

De éste tipo de ricas leyendas, proliferan en el mundo rural. Éste cuento lo escuchaba en la infancia de familiares y amigos que vivían por aquella zona. La mayoría de ellos se vinieron a radicar a Colima. Nadie que sepa se fue a vivir a Morelia. Esta es una de las razones por la cual el antiguo Distrito de Coalcomán, debió pertenecer a Colima.

Cuando descubrí la tumba de Mariano Salas en el Tepeyac, pensé para mis adentros: viejo fregado, regaste el tepache y pasaste a perjudicar a Coalcomán y a Colima también.

*Las opiniones expresadas en este texto de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles CN COLIMANOTICIAS.