TAREA PÚBLICA
Por: Carlos Orozco Galeana
Cuando alguien se refiere a un rey, lo hace hacia una persona que al frente de un pueblo le sirve con el mejor de sus esfuerzos; identifica a alguien con atributos especiales, con una voluntad y fe inquebrantables y con capacidades concretas para resolver o al menos incidir en el establecimiento de condiciones sociales que hagan propicia la felicidad de sus gobernados. Un rey es un servidor nato, esencialmente, al menos en el discurso, pues hay los que se vuelven contra sus súbditos (Saddam Husein, por ejemplo) y terminan convertidos en sus verdugos.
Actualmente, hay en el mundo monarquías instauradas desde hace decenas o cientos de años ( la británica, la belga y la sueca, entre otras ). La mayoría de sus integrantes cobran sin trabajar, viven en la holganza y las comodidades, disfrutan propiedades que los reinos tienen por todo el mundo, gastan el dinero que otros producen, y en sus ratos de ocio, que es la mayor parte de los días, se entretienen en hacer negocios redituables.
Los monarcas no son, evidentemente, del talante de Jesucristo, que ofrendó su vida por la salvación humana y se declaró rey ante uno de sus verdugos; Jesús no tuvo ni donde reclinar la cabeza, se condujo siempre con humildad, vivió en la pobreza y se dedicó a amar y a servir; fue rey verdadero dando soberbias enseñanzas a los hombres, las cuales no permearon en esas monarquías millonarias que hoy abusan de tradiciones que tienen en el hartazgo a los pueblos pues su vida no deja de ser una carga para los Estados.
Los últimos años, varios miembros de esas famosas monarquías han sido agarrados con las manos en la masa. El caso más famoso fue el del esposo de la infanta Cristina, que fue pillado haciendo negocios abusando las influencias que le daba su posición. Pagó con arraigo domiciliario y con ir a firmar semanalmente a los juzgados. Ahora, tocó turno a Juan Carlos I, rey emérito que a los ojos de muchos españoles ha abusado de su posición para enriquecerse de manera escandalosa haciendo negocios y recibiendo moches al por mayor, versión que se robustece porque una de sus amigas con la que quiso “ser grato” declaró haber recibido de “obsequio” cien millones de dólares, fruto de un “moche” de Arabia Saudita por la concesión de un contrato para la construcción de un tendido de alta velocidad ferroviaria (me acordé de la Lïnea 12 del metro, donde nadie sabe, nadie supo cuánto costó), Presuntamente, el rey habría recibido aquella cantidad exorbitante y la depositó en Suiza en 2008. De ahí, habría sido trasladada esa cantidad a una cuenta de Corinna Larsen, su ahora amiga o novia millonaria.
Se cuenta también que Juan Carlos, en su juventud, pedía dinero prestado a sus cuates para sobrevivir, y que hoy tiene un patrimonio que se calcula en 1700 millones de euros. Resultó ser un rey muy ahorrativo.
Pero su escape de España ( nadie sabe por dónde anda) para que su hijo gobierne en la “tranquilidad y el sosiego”, ha merecido, como era de esperarse, la crítica puntual de varias organizaciones políticas, como la de Unidas Podemos, que pide revisar el modelo de Estado y acabar en el menor tiempo posible con esa monarquía ociosa, abusiva y ávida de dinero.
En el fondo del tema, que podría revisarse si las críticas continúan hacia la monarquía española que tiene a su favor haber contribuido en la persona del rey Juan Carlos 1 a la restauración democrática tras el fallecimiento del dictador Francisco Franco, es averiguar si sigue siendo necesaria esa forma de gobierno en la que un grupo numeroso de personas allegadas a aquella es útil para la salud de la república o si conviene de una vez por todas darle el adiós definitivo. Falta no harían los reyes y su palomilla, seguro.
Queda claro que el rey Juan Carlos, tras su mandato, resultó millonario, como los sátrapas que, cuando son echados del poder, resultan poseedores de grandes fortunas y ¡ sin haber trabajado nunca ! Es deseable que la justicia española satisfaga el deseo de los ciudadanos para que no acaben sintiendo repulsa por su monarquía.
Es visible que ante las evidencias que se difunden en la opinión pública, Juan Carlos tenga que defenderse y demostrar que no es tal lo que se dice de él. Algo verdaderamente difícil puesto que el escándalo ha escalado por el mundo y las evidencias apuntan a su consistencia.
En resumen, Juan Carlos fue rey a medias, o mejor dicho no fue rey, no sirvió a su pueblo con decoro, pero sí se sirvió a sí mismo, acabó abusando de él como muchos gobernantes en el mundo que resultan ser gente insaciable que no se mide en su avaricia.
No se olvide: Ser rey, amerita conducirse con apego a la verdad, al servicio y a la justicia. De otro modo, cualquiera puede serlo. Los españoles deben debatir la permanencia monárquica, dar cabida a todas las opiniones y modificar, si procede, sus instituciones. No más infamias como esa, quizás sea el resultado final de una valoración sobre la conducta inapropiada de la monarquía española.