EL RECONOCIMIENTO NACIONAL A CÁRDENAS

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    Con la presencia de los tres poderes de la República, al recibir el galardón, Cárdenas afirmó que “la situación en México es ya insoportable e inadmisible en materia de justicia y desarrollo, por lo que demandó cambios al combate al crimen, que pasen por el retiro de las fuerzas armadas de la lucha, para no exponerlas a más riesgos, así como crear un cuerpo civil dedicado específicamente a combatir la delincuencia organizada”. Asimismo, Cárdenas expresó que hoy en día, la sociedad mexicana es una de las más desiguales del mundo, con una pobreza que ha crecido en forma desmedida, el desempleo más elevado de la historia y una situación de violencia agobiante”.

    La medalla que lleva el nombre del ilustre hombre, Belisario Domínguez, que fue asesinado por condenar al usurpador Victoriano Huerta, en 1913, es una medida acertada que honra al galardonado y es emblema de que la República reconoce a Cárdenas, como un mexicano valioso en la lucha por la democracia, la renovación de la vida pública y la búsqueda de la justicia social.

    Es también ocasión propicia para referirme en estas líneas, a su libro autobiográfico, “ Sobre mis pasos”, publicado por editorial Aguilar, y que fue presentado en Tecomán, Colima, por el propio autor, el pasado 13 de julio, en el contexto de los eventos de Escuela de Gobierno & Gestión Pública y que suscitó una nutrida asistencia no sólo de ciudadanos y actores políticos de ese municipio, sino de todo el estado, atraídos por la personalidad y la fuerza del mensaje, de uno de los artífices de la transición a la democracia en México.

    El libro comienza con las primeras “ andanzas” del autor en la Escuela Nacional de Ingenieros y la política nacional como simpatizante de la frustrada candidatura presidencial del general Miguel Henríquez Guzmán – en 1952- y después como miembro del Movimiento de Liberación Nacional y como funcionario público en las áreas de recursos hidráulicos, como senador de la República – en la que estuvo poco tiempo- y como subsecretario forestal y de la fauna, antes de ser gobernador de Michoacán y luego fundador – junto con Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros- de la corriente democrática del PRI y, más tarde, candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, cuando se calló y cayó el sistema.

    En torno al presunto fraude electoral de 1988 que hizo posible el ascenso al poder de Carlos Salinas, Cárdenas afirma que Miguel de la Madrid reconoció que hubo fraude electoral, que no ganó Salinas y que en realidad ganó Cárdenas. Al respecto, Cárdenas, cita el libro del ex presidente Miguel de la Madrid, Cambio de Rumbo. Testimonio de una presidencia: 1982-1988, publicado en 2004. Escribe de la Madrid: “… se dejó de dar dicha información, pues los funcionarios de los comités distritales se dedicaron de lleno a analizar y computar las casillas que le correspondían, a fin de llegar al resultado oficial”. Al respecto acota Cárdenas en su libro: “Esto es, se suspendió la información oficial pero no para analizar y computar, pues sería una ingenuidad creerlo así, sino para manipular las cifras y ponerlas a tono con el fraude, o sea, con el que quería presentarse como resultado oficial. Cárdenas, acota que “ En su libro, Miguel de la Madrid, dice que al mismo tiempo que ordenó a su secretario de Gobernación no dar más datos sobre la elección, instruyó al presidente del PRI Jorge de la Vega, que se presentara ante los medios de información y declarara que la elección la había ganado el candidato del PRI, pues necesitábamos ‘darlo por sentado ( el triunfo del PRI), el día 7, ante el peligro de que cundiera la convicción de que Cuauhtémoc había ganado en todo el país’. Hasta aquí de la Madrid y como dicen los abogados, a confesión de parte, relevo de pruebas”. (Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas, Cuauhtémoc, Sobre mis pasos pp.248-251, editorial Aguilar).

    Frente a las voces que se alzaban en el entorno de Cárdenas, para que se optara por la lucha armada, ante el fraude de 1988, Cárdenas aclara que hubiera sido irresponsable arengar a la multitud a “tomar”, instalaciones de alto valor simbólico, como Palacio Nacional, pues el costo hubiera sido un baño de sangre, pues, Palacio Nacional, no sólo es la sede del poder ejecutivo, sino una fortaleza militar.

    En torno a este asunto, Cárdenas escribe: “En momentos de irritación y de euforia colectivas, podía haberse lanzado a la gente contra edificios o sitios simbólicos, como el Palacio Nacional, en alguna de las grandes concentraciones en el Zócalo. Quien lo hubiera hecho habría cometido no solo un acto de inmensa irresponsabilidad, sino un verdadero crimen, pues se hubiera pagado un altísimo costo en sangre y represión, y sin un movimiento preparado y bien articulado en todo el país, que no existía, sólo se hubiera logrado, además de una masacre en el sitio mismo, tener un régimen más arbitrario y represivo que el que se tuvo, y se hubiera perdido, al menos por un largo período, la posibilidad de impulsar la organización política de la gente, las reformas constitucionales y legales y los cambios en el ambiente político que se han logrado a partir de 1988.

    Muchos años después de julio de 1988, dos o tres personas, funcionarios en aquella época, me han dicho que en los días de las concentraciones del Frente Democrático en el Zócalo, en el interior de Palacio Nacional, se encontraba no solo la guardia militar habitual: se había reunido un contingente militar muy numeroso, fuertemente armado, con artillería y equipo blindado, con una gran capacidad de fuego, listo para entrar en acción en cuanto se les diera la orden”. (Op. Cit. pp. 255-256).

    Posteriormente, Cárdenas narra como se fue construyendo el PRD y su actividad como primer dirigente de ese partido, así como sus otros intentos por acceder a la Presidencia de la República en 1994 y 2000, en dónde, en ambos intentos, quedó en un lejano tercer lugar; y su declinación a participar en el 2006, como candidato, ante el “ control “ que arguye, tenía López Obrador de los órganos de dirección del partido, en 2006, que hacían inviable la postulación de Cárdenas y que abrieron el camino para que el tabasqueño fuera el abanderado del PRD.

    En el libro se aprecian los desencuentros con López Obrador, desde el año 2000, cuando ambos eran candidatos: Cárdenas a la Presidencia de la República y López Obrador, la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Como sabemos, en esa oportunidad, Cárdenas perdió y López Obrador ganó abriéndose entre ambos políticos una brecha enorme, que se ha venido profundizando aun hasta los días que corren. Hay quienes argumentan que López Obrador fue malagradecido y cometió parricidio político con su antiguo jefe y mentor, otros, en cambio, difieren y lo ven como el natural y necesario crecimiento político y personal de López Obrador, que hacían inevitable la ruptura.

    Como sea, el caso es que Cárdenas no apoyó a López Obrador en el 2006 y éste pecó de soberbia al sentir que no necesitaba pactar con nadie, pues ya se sentía Presidente de la República y cometió errores básicos, a la postre imperdonables: no asistió al primer debate presidencial, por su arrogancia; insultó a Fox, se peleó con los empresarios, en un momento clave de la contienda; se rehusó a reunirse con Elba Esther Gordillo, con algunos gobernadores del PRI, y no arregló sus diferencias con Cárdenas, quien aceptó el puesto honorario que le confirió Fox, de ser el coordinador de las fiestas del bicentenario, unos días antes de la elección, con lo que marcó su tajante deslinde respecto a López Obrador. Por si fuera poco, una vez pasada la elección presidencial del 2006, Cárdenas renunció a la famosa “Coordinación del bicentenario“. El pleito entre caudillos fue una paletada de tierra para los afanes de la izquierda de este país.

    Hoy, a la distancia, observamos que Cárdenas es una figura respetable de la transición a la democracia en México, pero se ve lejano de un nuevo intento por la Presidencia de la República. Su tiempo clave fue en 1988 y la oportunidad se extinguió. Sin embargo, su voz es respetada y debe ser escuchada en estos tiempos aciagos en que el país se debate entre la violencia, la pobreza extendida de millones de mexicanos y la concentración del ingreso en unos cuantos, a niveles que hacen palidecer al porfiriato y al alemanismo.