EL PRINCIPITO

0

Por: José Díaz Madrigal

Uno de los libros de la literatura universal que más traducciones en diferentes idiomas ha tenido, es El Principito del francés Antoine de Saint-Exupéry. Éste autor del siglo pasado, tuvo como musa inspiradora para elaborar parte de su pequeña novela; a la mujer que era su esposa, la salvadoreña Consuelo Suncín.

Ésta dama centroamericana, salió de su país de origen cuando era muy joven y, nunca más volvió a radicar en su patria. Primero llegó a San Francisco para aprender inglés. En esa ciudad conoció a su primer marido, el mexicano Ricardo Cárdenas, con el que se casó casi de inmediato luego de conocerse. El matrimonio con Ricardo duró menos que un suspiro, se divorciaron; un par de meses después de la separación, Ricardo murió en un accidente de ferrocarril. Divorciada y viuda a los 21 años, decidió salir de California para radicarse en la ciudad de México.

Consuelo era una mujer coqueta y seductora por naturaleza, sobre todo le llamaban la atención, hombres maduros y de perfil intelectual. Ya estando en la capital mexicana, anduvo cortejando al ministro de educación, sin embargo mientras tuvo a cargo la secretaría que él mismo había formado, no le hizo caso; tan luego que renunció a esa dependencia, fue que la Chelo logró si propósito. . . Lo llevó hasta sus brazos. Después la suerte política de don José cambió y, tuvo que exiliarse en Europa. Una vez instalado en el viejo continente, recibió un telegrama de Consuelo que se había quedado en México, donde le proponía: mándame la mitad del costo del boleto a Francia, yo tengo la otra mitad y, me voy contigo.

Don José que era un apasionado de la belleza de Chelito, sin perder tiempo le mandó el dinero completo. Así transcurrió el delicioso idilio de una temporada, en la Ciudad Luz. Luego invitaron al mexicano a dar unas conferencias por unas semanas en la Universidad de Puerto Rico, salió él solo rumbo a La Isla del Encanto. De regreso en la capital francesa, sucedió que la avecilla salvadoreña se había comprometido en matrimonio con un viejo diplomático que representaba a Argentina. Don José la dejó que volara en libertad. Ni el año había cumplido de casada, cuando quedó viuda de nueva cuenta, pero esta vez con un montón de fierrada y, con eso entre sus manos se fue a vivir a Buenos Aires.

En 1930 en la capital argentina, Consuelito conoció a Antoine de Saint-Exupéry quien además de escritor, también trabajaba en una empresa francesa como piloto de avión, que prestaba servicios en aquel país de América del Sur. La salvadoreña era una mujer fascinante que aparte de esbelta y bonita, encantaba a los hombres; no es casualidad que lograra atraer el interés de muchos caballeros importantes. Al año de conocerse, se casó con Antoine.

Antoine poseía un gran genio literario y talento para contar historias, sin embargo era un hombre complicado, con frecuencia se le venían unos bajones emocionales, que lo convertían en un hombre agresivo e intratable. Por alguna razón, Consuelo apechugó los constantes cambios de humor de su nuevo marido. Durante la Segunda Guerra Mundial, Antoine se quedó anclado en los Estados Unidos sin poder salir, en tanto Consuelo quedó atrapada en Francia, también sin libertad de movimiento.

En Nueva York se encontraba la casa editora que publicaba los libros de Saint-Exupéry, la dueña de la editorial que hablaba francés, viendo las crisis anímicas que padecía Antoine; le sugirió que escribiera un cuento de corte infantil, con lenguaje sencillo y, que fuera para él una especie de catarsis y, ver sí por ese medio, encontraba alivio a su estado emocional. Antoine aceptó el reto y empezó a escribir ahí en los Estados Unidos su famosa novela.

El Principito es una obra pequeña, que en verdad el autor la dirigía para ser leída por un público infantil. En ella desarrolló una fecunda imaginación, entrelazada con poesía sublime y con la espléndida ilusión de palabras mágicas.

“Había una vez un pequeño príncipe que vivía en un planeta tan minúsculo, tan diminuto, que ni siquiera tenía nombre. . .” El planeta a que se refieren éstas líneas, es la tierra de su esposa, la República de El Salvador y, la rosa arrogante y presuntuosa de la que habla enseguida, es la mismísima Consuelo Suncín. A pesar de que reñian constantemente entre ellos y, todo a causa de sus endemoniados estados depresivos, Consuelo era un soporte y alivio para la salud emocional de Antoine. Eso lo refleja en su novela, en la cual El Principito extrema sus atenciones cuidando de su delicada flor, la cual protegía con una pantalla contra el viento y bajo una cúpula de cristal para que no le diera tos. En la vida real Consuelo era asmática y tosía con frecuencia.

De los 27 capítulos de que consta el libro, se le puede sacar una breve reflexión a cada uno de ellos. El de la rosa es el más emblemático. . . “LO QUE HACE IMPORTANTE A TU FLOR, ES EL TIEMPO QUE LE HAS DEDICADO”

El miércoles pasado se cumplieron 80 años de la muerte de Antoine de Saint-Exupéry, murió cuando el avión que piloteaba cayó en el Mediterráneo. Nunca supo del éxito de su obra maestra: EL PRINCIPITO.