EL PODER Y EL NO PODER

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LECTURAS

Si la libertad significa algo,

será, sobre todo,

el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír.

George Orwell

Por: Noé Guerra Pimentel

No hay poder sin jerarquía. Aquí la pregunta en principio es ¿por qué no podemos coexistir todos como iguales? La respuesta es sencilla, porque no todos somos iguales, infinidad de factores nos diferencian, solo baste recordar a G. Orwell cuando afirma que: “Todos los animales somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros”, y porque en la vida, en el mundo real hay que hacer cosas, producir, ser, tener, etc., y porque cada vez que nos organizamos para hacer cosas que producen valor unos seremos mejores que otros, más que otros y porque conforme la actividad lo requiera poco a poco se formará una jerarquía dentro de la organización o de la sociedad. Jerarquía que idealmente será determinada por competencias, por conocimientos, por capacidades, por la habilidad individual y por lo que se pueda contribuir al éxito del grupo o a la sociedad.

Pero sucede que en política nada es ideal, hay muchos caminos hacia la cima de la jerarquía hacia la cima del poder y llegar a la cima es el objetivo del juego. No se olvide que: “el poder no es un medio; es un fin en sí mismo. Uno no establece una dictadura para salvaguardar una revolución; uno hace la revolución para establecer la dictadura. El objetivo de la persecución es la persecución. El objetivo de la opresión es la opresión. El objetivo del poder es el poder”. Tal y como oportunamente lo apuntara en su “Rebelión en la granja” George Orwell (1903-1950). Así de simple, así de claro, así de evidente. Caminos hacia la cima de la jerarquía que serán trazados por la sociedad que gobierne y la naturaleza de la sociedad está determinada fundamentalmente por tres factores: recursos, interdependencia y estrategias de salida.

Con lo anterior se entiende que cuando los recursos son escasos obviamente habrá más competencia, menos interdependencia y una estrategia de salida más complicada. Lo que dará forma a una sociedad más vertical con una jerarquía más rígida, más estricta, más intransigente y más intolerante, donde solo la violencia podría afectar al poder de dicha jerarquía. Pero ¿quién quiere más violencia? Por lo contrario, con mayores recursos esto se revierte, con una mayor colaboración, más interdependencia y una estrategia de salida más sencilla, lo que generará una sociedad más horizontal con una jerarquía más fluida más dinámica y apegada más al prestigio y a la reputación.

Baste recordar como ejemplo de lo anterior a la época de la depresión que coincidentemente impactó a Estados Unidos en América como Alemania en Europa y en la que  Franklin D. Roosevelt implantó el New Deal o “Nuevo Acuerdo”, un plan económico de redistribución de la riqueza con el que aumentó los impuestos a los ricos y creó más oportunidades de empleo para los pobres, con lo que no solo alivió el descontento social sino que estabilizó la economía norteamericana; mientras que los teutones, desesperados ante el hambre optaron por las promesas de un líder fuerte que les prometió acabar con la pobreza, la escases y la desigualdad. El resultado es historia. Aunque a la fecha pareciera que la efectiva opción de Roosevelt del siglo pasado se ha revertido no solo en ambos países, sino que se ha trasladado a los de economías emergentes y los del llamado tercer mundo, donde a pesar de los resultados la gente está optando por el discurso falaz del totalitarismo mesiánico, xenófobo, racista, contradictorio, excluyente, violento e invasivo.

El caso es que nadie gobierna solo. Aunque algunos insistan en que L´etat C´est moi “el estado soy yo”, nadie gobierna solo, nadie. No importa quien ostente el poder que sirve para gobernar, el gobierno se hace en equipo y es a partir de una de las cuatro posiciones que lo definen y en la que hasta arriba, como en el ajedrez, está el rey, o sea el ganador temporal del juego y su premio y capital compromiso es tomar las decisiones que impactarán a los gobernados. Luego le siguen (la reina) los alfiles o “esenciales”, que son los miembros del gabinete y sus afines en las cámaras que, en su conjunto, son los que el rey o el presidente necesita para que su voluntad se cumpla, luego le siguen las torres y los caballos que en una “democracia” representan los “influyentes”, individuos cuya opinión importa para alcanzar y mantener el poder pues suelen ser los dueños del capital o parte de la élite y, hasta el final, están los peones o “intercambiables”, nosotros, la gran mayoría que como gran y único poder tenemos solo nuestro voto. Aquí la gran paradoja es que si no se atiende y se pierde a los “intercambiables” se pierde la base que sostiene a la estructura y, por consecuencia, se caerá. ¿Se entendió?

*Parte del texto, transcripción de “EL PODER parte I”. Migala. Publicado en https://www.youtube.com/watch?v=xobTlbfGzsA