EL INE CUMPLIO

0

TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Aun cuando medios académicos, actores políticos y sectores varios de la sociedad lo han reconocido, incluido el propio presidente López Obrador, no está por demás dedicar  nosotros un espacio para valorar  el comportamiento profesional y ético, la devoción republicana con la que actuó el Instituto Nacional Electoral, arbitro de una contienda con más de 90 millones de potenciales electores y que, al final, puede presumir que espantó la realidad del fraude como práctica común durante años pasados.

Hizo su gran tarea en medio de una crisis de credibilidad auspiciada por el nerviosismo de algunos partidos que no creían en su comportamiento justiciero. Pero  se llevaron un chasco. No solo trascendió el INE por su eficacia, sino porque el ambiente inapropiado generado por los hechos sangrientos y ejecuciones de candidatos de partidos diversos, presagiaba que la jornada comicial  se mancharía de sangre.     

Durante casi un año, el INE soportó las críticas del propio presidente López Obrador, quien discutió frecuentemente sobre el nivel de confianza que él y su partido tenían respecto a su actuación en el proceso electoral.   El  presidente de Morena, habló incluso de hacer un “exterminio” de la institución en respuesta por la cancelación del registro de las candidaturas a gobernador en Guerrero y Michoacán, que finalmente ganó. En este  trámite, el INE probó su naturaleza democrática y con base en la ley tomó   determinaciones combatidas por Morena, pero reconocidas por la mayoría.

La crítica más blanda contra el INE fue que sería como “remodelado” tras las elecciones, que se le daría una “manita de gato”  cuando menos para evitar que se desviara de sus propósitos y sirviera por debajo de la mesa a los “conservadores.” Pero hoy, a los ojos del país, el INE ha resultado fortalecido, ha cumplido su función con ejemplaridad demostrando que está conformado por un buen equipo de trabajo que comparte la filosofía de hacer cumplir la ley y garantizar la limpieza en las elecciones que organiza. Eso es bueno para el desarrollo de la democracia y para el país.

Ahora ya no nos da vergüenza, podemos presumir ante el exterior que los mexicanos somos civilizados, a pesar de la violencia en que vivimos; que somos gente que cree en sus instituciones porque el no hacerlo conllevaría a la destrucción de la naturaleza que tenemos como país. 

Fue sobresaliente, amable lector, la participación de los cientos de miles de mexicanos que se capacitaron para el servicio electoral y permanecieron hasta altas horas de la madrugada contabilizando votos de las casillas y vigilando que no hubiera trampas o los consabidos fraudes del pasado en que se rellenaban urnas o se cambiaban unos votos por otros bajo el amparo de los partidos dominantes.  

Al final de cuentas, se ratifica  que hay INE para rato.  Que las instituciones del “conservadurismo” como esa, es apta para desempeñarse con eficacia y buen criterio y que  si bien nos cuesta un “ojo de la cara” presupuestalmente,  garantiza al menos la asignación  del poder en términos indiscutibles.

Tal vez requiera   más adelante de  ajustes administrativos para que se eliminen dispendios si los hubiere o se reduzca previos estudios la carga burocrática; si hubiese duplicidad de funciones y una operación en general que no satisfaga expectativas, será conveniente insistir en ello pero sin afectar los programas sustantivos y siempre con la intervención de los que conocen plenamente la institución.

Pasado el proceso electoral estaremos a la expectativa de lo que ocurre con el INE pues voces oficiales insistieron después de la elección y de los resultados que hubo y dejó satisfechos a todos los partidos, que cabrían “ajustes para hacerlo más eficaz.

Yo puedo decir que esa institución es de las que tienen mayor nivel de eficacia en su operación; capacita y actualiza permanentemente a sus funcionarios y empleados en general para dar un servicio mejor. Si le meten mano, ojalá no lo deterioren principalmente en su autonomía, porque a veces sale más caro el remedio que la enfermedad.