CULTURALIA

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LA SILLA

 Por:Noé GUERRA PIMENTEL

Los pueblos se identifican por sus símbolos, la Silla Presidencial como emblema del poder es uno de ellos en nuestro México. Fuentes como Bernal Díaz del Castillo, permiten afirmar que derivado de las tradiciones europeas e indígenas americanas las cabezas de gobierno y estado se les ha distinguido con títulos o sitios que muestran su supremacía sobre los demás habitantes o personas con poder político, por ejemplo en el aspecto de títulos, entre los indígenas nahuas se daba el título de Tlatoani (el que habla) al que tenía voz de calidad frente a los demás, por lo mismo durante sus presentaciones en público a este se le situaba en un lugar preponderante de distinción, con un mueble que lo destacaba y que había sido hecho especialmente para eso.

Luego de la conquista y construido el Palacio Virreinal en lo que hoy es el Salón de Recepciones se construyó un estrado con dos sillas especialmente adornadas para el monarca español y su esposa, ambas bajo un palio y un manto que cambiaba con el escudo de cada uno de los reyes españoles, de ese trono se tienen pocas noticias, aunque por el devenir histórico se deduce que nunca fue usado, puesto que se hizo precisamente para uso exclusivo del monarca español, el que fuera, que visitara la sede Novohispana, cuando el Virrey hacia actos oficiales en ese salón usaba una silla cualquiera situada debajo y a la derecha de la plataforma donde se estaba las sillas del trono como un distintivo de su supremacía política, pero no hay referencias de que fuera una silla especial, al contrario de lo que pasaba con la del monarca y su cónyuge.

Según testimonios documentados, la primera “silla presidencial” fue fabricada para el presidente Benito Juárez, misma que a más de siglo y medio ya es una pieza de museo y como tal se exhibe en el Museo Nacional de Historia, y que por diferentes motivos y obras artísticas contemporáneas se relaciona más con el presidente Porfirio Díaz; la segunda que fue mandada hacer la gusto de este Presidente entre 1904 y 1906, y que paradójicamente más se relaciona con los gobiernos posteriores, los beneficiarios por la guerra civil llamada Revolución que con Díaz, ya que desde 1917, la mayoría de los presidentes se han tomado la fotografía oficial sentados en ella junto a una bandera y usando la banda presidencial. Esta silla se encuentra en el Palacio Nacional y es parte del mobiliario inventariado para uso exclusivo del Presidente de México, en público, por su simbolismo popular, es usada en actividades protocolarias de la Presidencia de la República.

Al final del Virreinato de la Nueva España solo se sabe que el Salón del Trono fue remodelado y renombrado como Salón del Solio (Trono), para que en el hiciera las recepciones oficiales el primer emperador de México Agustín I, durante esta etapa se supone que una banca de dos posiciones fue usada como silla para uso exclusivo del emperador, pero no se tiene información oficial de ello, como serían los Protocolos del Palacio, no obstante que hay testimonios plásticos como grabados, dibujos al carbón y pinturas que dan testimonio de su existencia, a lo que de manera complementaria hay que apuntar que en la Catedral Metropolitana de México, ahí a un costado del Palacio Nacional, se conserva una silla de madera recubierta con hoja de oro y tapizada de terciopelo, que, sin poderlo afirmar, se asegura que fue el trono de Agustín I, misma de la que hay una copia en el Museo Nacional de las Intervenciones allá en Churubusco.

A la caída del Primer Imperio Mexicano el Salón del Solio que no se había remodelado completamente, se renombró como Salón de Recepciones, etapa esta de la que no se sabe de alguna silla en el Salón de Recepciones de uso especial para los mandatarios mexicanos, pero sí en el Salón de Sesiones que tenía el Congreso en el mismo Palacio Nacional, donde había un par de ostentosos sillones que presidían el recinto, ambos de madera fina y tapizados en terciopelo rojo, situados bajo un palio y una imagen de la Virgen de Guadalupe, esas sillas fueron destruidas en 1878 y no se sabe de que estuvieran marcadas para saber donde se situaban los titulares de los poderes ejecutivo y legislativo.

A nuestros días diversas fuentes afirman que la popularmente llamada “silla de doña Leonor”, “silla del águila” o “la silla Presidencial” es en México uno de los objetos que popularmente representa el máximo poder político de la República; junto con la Banda Presidencial y el grado de “Comandante Supremo”, es considerado un distintivo del cargo de titular del Poder Ejecutivo Federal. Como objeto material e histórico, ha tenido al menos dos representantes que nunca han sido oficializados por ley, reglamento o protocolo, pero se sabe que son dos las “Sillas Presidenciales”, cuyo uso, hay que reconocerlo, es mínimo, cuando mucho emblemático y parte de la escenografía que contextualiza al Presidente en turno para la toma de su foto oficial sentado en esa silla.