COVID-19, ENTRE INTOLERANCIA E INTRANSIGENCIA

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LECTURAS

No son los más fuertes de la especie los que sobreviven,

ni los más inteligentes.

Sino los más flexibles y adaptables a los cambios.

Charles Darwin. El origen de las especies. 1962.

Por: Noé Guerra Pimentel

Por primera y última vez de manera directa tocaré este tema a partir de lo que leo, escucho y veo. Sí, es cierto, acudimos a un tiempo inédito en un escenario incierto donde nada es lo que parece y lo que parece se vislumbra poco ante lo que realmente se avecina y no estamos preparados. Así de desolador es este momento en el que, ante la insistencia mediática, la incertidumbre nos apaña a algunos y el miedo tiene arrinconados a otros, a la mayoría que, irreflexiva, solo responde a sus instintos y asumen y hasta tratan de justificar, aceptando acciones que, en otro momento, por violatorias resultarían inaceptables al estar fuera de la ley.

Por allá y por acá vemos aislamientos, confinamientos disfrazados, como si eso por sí sirviera para algo, solo piénsenle ¿Quién sanitiza al dinero que circula y va de mano en mano? control de accesos y cierre de vías de comunicación, como si también eso pudiera contener una bacteria o peor, un virus; barricadas que detienen a nadie, porque nadie va ni iba; amenazas con armas desenfundadas contra bañistas en calzones; cierres de comercios, condenándolos a la extinción; juicios sumarios provenientes de la desinformación y el miedo inducido; segmentación, estigmatización y discriminación social por racismo, clasismo y xenofobia, ocultos prejuicios de autoproclamados defensores de la salud; actitudes que, si no las contenemos, nos pueden llevar a la apocalíptica barbarie de todos contra todos.

En la convenenciera conjugación del verbo de la que fácil se sustrae la primera persona, el “yo”, cómodo resulta a la mayoría echarle la culpa al otro, al “tú” de enfrente y al “él”, de al lado, haciéndose los desentendidos o quizá sí sean ignorantes, de que “nosotros” todos, los de aquí y los de ahora y no solo “ellos” ni “aquellos” de allá, somos, dadas las múltiples causas, potenciales portadores de lo intangible, de lo invisible, de lo desconocido que es un virus como el que se anuncia, tan real o artificial y verdadero o falso como pueda ser, lo que será de menos frente a la forma en la que como individuos y como sociedad lo enfrentemos sea cual fuere su condición, ya que sin lugar a dudas influirá para que cambiemos todo lo que hasta hoy hacemos, este bien o este mal, el hecho es que cambiará.

Cierto, de pronto no hay otro tema ni noticia ni otro motivo importante que dar a conocer en noticieros y redes sociales y si lo hay, es minimizado por el “heroico rescate de un gatito” de tejabán, por memes, anagramas o mensajes fatalistas de reconvención pseudo espiritual. De pronto la incidencia de muertes dolosas, más de 3 mil 180 -contra menos de 200 fallecidos por el covid-19, de los que el 95% tenía historial negativo por hipertensión, diabetes y obesidad- durante marzo en el país, es estadística y números, no noticia y menos para la televisión, un medio que alimenta el espanto con “especiales” y la repetición de imágenes y cifras sin contraste y de lo que perversamente cada quien trata de llevar agua a su molino.

No obstante, quizá esté bien que nos digan e insistan que nos aislemos, que no salgamos, que nos quedemos en casa, que nos atemoricen con su temor en esta incomprensible crisis; solo así se puede detener a los hipocondriacos, gente que a la menor provocación se enferma de todo y saturan los espacios quitándole el lugar, la atención y medicamentos a los verdaderos enfermos de ese u otros padecimientos, como lo han venido haciendo miles de contagiados ficticios en los de por sí precarios servicios hospitalarios del país y que, como en cualquier otro del mundo, aunque fueran óptimos, resultarían insuficientes ante la ola de autosugestionados que se enferman de todo y con todo, algunos incluso autolesionándose, sin entender que su lugar es frente a un profesional psiquiátrico y no con un médico general, epidemiólogo o infectólogo en una clínica hospitalaria.

Por último, esto que me compartió “Tortuguita Ochoa” y que, sin autor, circula por Facebook: “Solo para que no se me olvide nunca: El Precio de la gasolina en Colima es de $14.49. El dólar subió a 25 Pesos. Las escuelas de todos los niveles están cerradas. Medidas de distancia entre personas. No saludamos ni abrazamos ni besamos. Cinta en pisos de mercados, tiendas y demás para mantener la distancia. Límite de personas en bancos y tiendas, filas afuera. Los comercios con productos no esenciales, cerrados (los que hacen caso). Temporada de futbol cancelada. Juegos Olímpicos, cancelados. Eventos masivos, cancelados. Bodas, celebraciones familiares, reuniones festivas, canceladas. No hay misas, las Iglesias cerradas. Primero reuniones de 50, después 20 y ahora solo de 10 personas. No se socializa fuera de casa. Los estudiantes toman clases virtuales. Escasez de cubre bocas y guantes quirúrgicos.

Compras de pánico. Primero agotaron el papel higiénico y el gel antibacterial, los anaqueles de estos productos, vacíos. USA cerró fronteras a viajes no esenciales, familias separadas. Clausura de comercios por no respetar precios de productos esenciales. El gobierno federal y algunos gobernadores dan conferencias diarias para informar sobre contagiados, hospitalizados, muertos y recuperados. Estado de emergencia para hacer que todos reciban el sueldo de un mes para sectores no esenciales, muchas empresas no cumplen. Casi nadie en las calles, pero gente en aeropuertos y carreteras por vacaciones. Viajeros regresados a su origen. Playas clausuradas, bloqueadas, militarizadas. La mayoría con cubre bocas y guantes fuera de casa. Trabajadores de servicios públicos aterrados. Médicos y enfermeras asustados de regresar a casa con sus familias. Personal hospitalario agredido por gente que los considera foco de contagio. Amenazas de incendio contra un hospital si atiende contagiados. Esto es -al momento- el escenario del Covid-19, declarado pandemia el 11 de marzo del 2020.”

Sea pues y que esto, verdad o mentira -el tiempo nos dirá lo que sea-, pase y que nos permita transitar y que al volver la vista y memoria atrás solo sea el mal recuerdo de lo que no debió ser. Mientras tanto con los nuestros hay que reconocernos y, si se puede, disfrutarnos, sin olvidar que cualquier crisis tiene tres condiciones: Una solución, una fecha de caducidad y una enseñanza para toda la vida.