Ciencia nuestra de cada día

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En el tren

Por: Alfredo Aranda Fernández*

En realidad no tenía mucha idea sobre la astrofísica, lo suyo era la física nuclear. Asistió a la conferencia porque la organizaba un buen amigo y porque tendría la oportunidad de a ver algunos conocidos que no veía desde que escapó de Europa. Era Hans Bethe.

Uno de los problemas que había estado acechando a los científicos por varios años era el de la producción de energía en el Sol. Se sabía que con su cantidad de materia y con los procesos químicos conocidos, era imposible que siguiera brillando: debió haberse consumido hace mucho tiempo. Era un problema viejo y conforme se aprendía más sobre la composición y edad del Sol, el problema acrecentaba.

En esa época ya se sabía que nuestro planeta tenía al menos varios millones de años (tiene como 5 mil millones) y por lo tanto el Sol también. Se sabía que está compuesto principalmente de hidrógeno y cuánto tiene. Considerando todo ese material comocombustible en las posibles reacciones químicas, les daba que el Sol debería haber muerto desde hace muchísimo tiempo, mucho antes de que hubiera quien lo viera. ¿Entonces por qué seguía brillando? ¿Dónde estaba el problema? Precisamente para discutir esos temas fue que se organizó la conferencia, para tratar de averiguar las propuestas y problemas asociados a esa situación. No era tema menor: se acaba el Sol y adiós vida.

Hans escuchaba las discusiones y algo le interesó. Al enterarse de las propiedades y condiciones extremas en las que se encuentra la materia en el interior del Sol, empezó a sentir que el problema no era de astrofísica, sino más bien de física nuclear. El Sol en ese momento dejó de ser un astro y se convirtió en un sistema físico donde lo que importaba eran los núcleos. Se convirtió en un problema de física nuclear que él debería intentar resolver.

La conferencia terminó mientras Hans rumiaba las primeras ideas que el problema le generó a su cerebro. Empezó a visualizarlo y siendo una de las personas más famosas en la historia de la ciencia con respecto a su capacidad de resolver – o más bien estimar – soluciones a problemas complicados de manera muy rápida (el maestro era Enrico Fermi, pero Hans era muy bueno también), se puso a resolver sus elucubraciones en el tren durante su trayecto de regreso a casa y fue ahí, mientras viajaba, que prácticamente lo resolvió: el Sol es una reacción nuclear sostenida.

Al llegar a casa se dedicó a detallar su solución y nació, así de repente, una nueva área de exploración que brindó más herramientas e ideas para indagar el mundo macroscópico. El “cielo” nunca volvió a ser el mismo: se convirtió en algo mucho más bello, extraño, impresionante y lleno de sorpresas que, gracias a la nueva visión obtenida, ahora estuvimos listos para percibir. Algo fundamentalmente bello, trascendente y único de la ciencia es que gracias al conocimiento que vamos construyendo – siempre – logramos darnos cuenta de cosas que eran completamente inimaginables. Descubrimos fenómenos y situaciones que son completamente nuevas para nuestros sentidos y que por mucha imaginación que los seres humanos tengamos, son imposibles de imaginar. Y, por si eso fuera poco, también nos provee de herramientas y mecanismos para poder hacer realidad muchas de las cosas que sí podemos imaginar y crear. Es simplemente maravilloso.

Regresando a la anécdota de Hans, para terminar: cuando expertos en diferentes temas platican y se reúnen para hablar de lo que les preocupa, a veces se logra avanzar en el conocimiento. Los científicos hacemos eso todo el tiempo. Somos muy chismosos porque nos da muy buen resultado. Muchas veces las mejores discusiones se dan en los ratos “libres” donde, casi siempre acompañados de café, salen las ideas y las potenciales soluciones.

*Coordinador General de Investigación Científica de la Universidad de Colima.

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