CASO ODEBRECHT: LA JUSTICIA EN ESPERA

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana.

Tenemos ya varios meses esperando la justicia en el caso Odebrecht, tema que se ha venido usando con fines políticos y no justicieros con el fin de evidenciar el cochambre que arrastran las trayectorias de personajes  envueltos en sospechas de corrupción, quienes presuntamente recibieron sobornos  con dinero de  la empresa Odebrecht para obtener contratos una vez que ganara la presidencia Enrique Peña Nieto y para facilitar de paso  la reforma energética.

Mientras que investigaciones en Colombia, Argentina y Brasil llevaron a la cárcel a varios personajes encumbrados e incluso a ministros ( Brasil), en México todo ha sido alharaca en el tema Odebrecht,  y más parece un afán de debilitamiento de opositores al régimen que una senda para aplicar la justicia.

Según las pesquisas, el reparto que hizo Emilio Lozoya por instrucciones del Secretario de Hacienda Luis Videgaray, operador de Epn, comprendió a diputados y senadores del Pri y Pan con el fin de que respaldaran la reforma energética, incluido en lista RA, el guerito ya casi en el “exilio” que presuntamente recibió 6.8 millones de pesos de moche por su apoyo a la reforma energética peñista. Los analistas, con afán de neutralidad, dicen que es improbable que esos políticos hayan recibido dinero siendo que ya simpatizaban  y apoyaban esas reformas, por lo que “no es creíble que se hayan corrompido así tan fácil”.  

“Es una marrullería, una maniobra, quién lo manda a agarrar dinero, que sirva esto de experiencia para los jóvenes que no se trata de triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de cualquier índole”, dijo el presidente, López Obrador, quien con esta crítica dura, durísima a Ricardo Anaya, dice a los jóvenes que se interesan  en la política que esta es servicio a  los demás, que no pueden usarla para fines personales.  En este punto, el presidente toca un aspecto que se hizo vicio y tradición: ir a los puestos públicos a llenarse los bolsillos de dinero de los ciudadanos en forma impune y desvergonzada.   

Pero sabiendo que nuestros políticos son insaciables y   proclives en su mayoría a beneficiarse del poder porque piensan que algún día lo perderán, aprovechan cuanta ocasión tienen para hacerse de recursos que agranden sus patrimonios. Cuando hay un cambio de gobierno, por ejemplo, los entrantes afirman que “ahora a ellos les toca”.

Ricardo Anaya no es una blanca paloma, como no lo son varios de sus amigos panistas involucrados en el tema Odebrecht. Su fragilidad física y su sonrisa de aspecto infantil,  proyecta quizás un aire de inocencia, que no es tal  pues ante Amlo probó en el debate presidencial que no tiene un pelo de ingenuo. Amlo padeció su crítica en esa ocasión y a cambio   lo bautizó, como un recurso último,  llamándolo “Riqui, riquín, canallín, ”. Sin embargo, Anaya debe ser respetado en sus derechos; si hay evidencias de corrupción y se ofrecen argumentos en ese sentido por parte de la Fiscalía, puede  defenderse de las acusaciones y no huir de México en busca de protección auto denominándose “perseguido político”.  Quien nada debe, nada teme, dice el pueblo sabio y bueno. Al respecto, el presidente Amlo ha expresado que no hay tal persecución contra ese político y lo exhorta a que “si es inocente se defienda con pruebas y  con la fuerza de la verdad, porque no es mi fuerte la venganza.”

Ricardo Anaya, por su parte,  se defiende solo. Esgrime que el presidente “lo quiere fregar a la mala” porque no quiere que sea candidato presidencial  en el 2024, como si en su partido no hubiera más interesados aparte de él. “Está molesto porque señalamos públicamente sus estupideces”.  Orale, como dicen los chavos de hoy.

Es tradición en México que cuando se acusa a un político de corrupto, lo primero que dice es ser víctima de  persecución política, o que “no tiene nada de que avergonzarse” ( Saúl Huerta, el diputado morenista poblano presunto violador de menores a los que hacía ingerir tramposamente sustancias tóxicas para abusar de ellos, declaró que ha vivido en la institucionalidad y en el decoro y que, por supuesto, es inocente ). Es decir, el cinismo de buena parte  de la clase política se hizo costumbre y se hizo bla, bla, bla. Yo recuerdo que en mi adolescencia los servidores públicos eran respetables y respetados, como que despedían un olor a integridad, incluso eran admirados pues la mayoría seguía viviendo normalmente cuando dejaban de ocupar cargos públicos; yo calculo que cuidaban la integridad de las familias manteniendo los apellidos lo más limpios posible. Pero hoy, a muchos no importa lucir su rapiña en sus familias.   

La lucha contra la corrupción en el actual régimen tiene que  darse a fondo y  en contra de quien sea porque  nos  impide ser una sociedad mejor. Nomás por eso. No importa que los  delincuentes sean del partido que sean, quien viole la ley debe ser castigado. Pero, a la vez, no debe violentarse el estado de derecho  para perseguir a rivales políticos, por lo que el trabajo de las instituciones que persiguen los delitos ha de ser pulcro, no dejar duda alguna.

Por cierto, en ese grupo de políticos panistas exhibidos como corruptos por Amlo en las mañaneras, hay interés en  seguir participando en política, por lo que cualquier acción contra ellos debe ser fundada o los podríamos convertir en mártires de la oposición cuando sus resultados y sus trayectorias generan muchas dudas.