AVIACIÓN, MANZANA ENVENENADA

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana.

México ha  sufrido una experiencia de efectos catastróficos por la cancelación del aeropuerto de Texcoco que sume en atraso a la aviación nacional hasta unos 30 años según cálculos conservadores. Mientras otros países construyen grandes y modernos aeropuertos  incluso sobre el mar, como Japón, aquí nos hemos empeñado en ir como los cangrejos en esa importante industria.

No es ocioso decirles, amables lectores, que México está perdiendo oportunidades valiosas de insertarse en un nuevo orden económico mundial no obstante formar parte del T-MEC.  Se ha ignorado el papel descollante que representa  la aviación que, junto con el turismo, impulsa el comercio, los negocios y   atrae divisas al país.

Y tampoco ha importado mucho al gobierno la suerte de miles de trabajadores de ese sector y de sus familias,  afectadas por el impago de salarios y prestaciones diversas en aerolíneas y por la amenaza de quiebra y/o desaparición de algunas otras, así como las miles de personas que dependen del turismo o el transporte terrestre o empresarios que de algún modo están conectados con ese sector.

El presidente Andrés Manuel López Obrador está más atento pensando en seleccionar a sus sparrings de cada día  que enfocarse en aportar algo para las soluciones urgentes. Yo quisiera ver en las conferencias mañaneras que él se convierta en  un presidente estadista, que vea por la suerte de la economía, pero también por los mexicanos que sufren los estropicios generados por la competencia  nacional y global en varios ámbitos, por el incierto y voluble mercado y por  la pandemia.

México se exhibe en el mundo como un país con un gobierno errático y sin visión, encerrado en sus propios problemas.  Esto ha quedado demostrado no solo con el manejo de la pandemia sino también con la reafirmación de la ASF sobre el monto de las pérdidas que supuso la cancelación del Aeropuerto de Texcoco hasta por 330 mil millones de pesos. El auditor Agustín Caso, suspendido por ahora pero  sin miedo alguno a que le quiten la chamba, dijo que  no hay ánimo en dañar la imagen presidencial y que la auditoría “tuvo sustento constitucional, legal y técnico”.

Y es que, en el fondo, hay pérdidas  económicas  que están por encima de la contabilidad. Es  difícil hacer estas estimaciones   porque han de valorarse las pérdidas ocasionadas por la falta de un crecimiento que pudo haberse generado a lo largo de los años con la operación moderna de un aeropuerto, por  los negocios que podrían haberse incentivado, por el crecimiento de las compañías aéreas, por el mayor bienestar que pudo haberse generado en los trabajadores y sus familias. Eso se esfumó.

Un amigo mío ligado a la aviación  comentó, cuando ganó la presidencia Amlo, que vendrían años difíciles para la aviación por lo cual optó por irse a un país lejano a trabajar. Me pareció arriesgada esa suposición, pero acertó. La pesadilla comenzó con la cancelación del  aeropuerto texcocano, luego con el pago a los poseedores de bonos de inversión, prosiguió con la cancelación de numerosos servicios de apoyo vinculados a las actividades de los pilotos haciéndolas más tortuosas con el fin de tener más control dizque por la corrupción, pero al fin con el ánimo de incrementar los ingresos exigiendo certificaciones más continuas y en menos lugares a los pilotos, entorpeciéndose muchas actividades.  En este tema, puras ocurrencias ha habido.

El asunto es que la aviación está en una encrucijada. Las mismas líneas aéreas nacionales y las internacionales no se diga, han dicho que no usarían el aeropuerto Felipe Angeles  hasta no comprobar que reúna condiciones fundamentales para hacer uso del espacio aéreo y comprobar que la infraestructura comprenderá vías terrestres rápidas para las conexiones de los viajeros. 

Recientemente, el gobierno federal presentó un avance de las obras de ese aeropuerto civil-militar; tuvo que hacer malabares  como suspender llegadas al AICM para que algunos aviones comerciales aterrizaran  en el Felipe Angeles  luego de haber volado  hasta por tres horas inútilmente. Fue en esencia  un acontecimiento para acallar críticas  y demostrar que la 4T sigue adelante con sus proyectos a  pesar de lo que dicen los que sí conocen    de aviación.

Lo deseable es que el presidente acierte con ese aeropuerto para que de algún modo  se olvide el tiradero de dinero que se hizo con la cancelación del de Texcoco, que sería  una obra moderna, de primer mundo y terminó convertido casi en chatarra. ¡Qué pena por México! 

El país debe encontrar el camino de la recuperación. Las inversiones foráneas  comienzan a disminuir  como respuesta al creciente nivel de desconfianza que genera el régimen, pues nadie quiere arriesgar sus capitales ante los frecuentes golpes de timón  que pudieran hacerse no solo en el año en curso sino en el resto del sexenio…