AQUEL 15 DE SEPTIEMBRE

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Por: Jose Díaz Madrigal

San Miguel de Allende en Guanajuto, es en la actualidad un próspero centro turístico que atrae visitantes nacionales y extranjeros, de éstos últimos, sobresalen los gringos jubilados, que han hecho de esa ciudad su segunda residencia en México. San Miguel además de su privilegiada ubicación, de su belleza y excelente clima; es todo un libro abierto, un monumento a la patria y un archivo acerca de la independencia mexicana. En Queretaro, en San Miguel y en Dolores; nació y se desarrolló todo aquel drama de los primeros líderes insurgentes, que meses más tarde tristemente terminaron en la guillotina de Chihuahua.

Es San Miguel cuna de Ignacio Allende, hijo de ricos españoles que desde su juventud tuvo gusto por la milicia, formando parte del Regimiento de Dragones de la Reina bajo las ordenes del disciplinado Felix Maria Calleja, quien lo asignó a diversas comisiones en distintas localidades de la Nueva España. Gracias a esos recorridos por territorio del Virreinato, Allende entró en contacto con personajes de ideas independentistas.

Fue miembro de la Conspiración de Valladolid, que trataban temas relacionados con la separación de España. Los conspiradores todos, fueron hechos prisioneros excepto Allende que logró escapar. Sin embargo de nuevo decidió integrarse a otro grupo que planeaba la rebelión, en esta ocasión en la casa del corregidor Miguel Dominguez y su aguerrida esposa Josefa Ortíz de Dominguez -sólo para puntualizar, los corregidores en tiempos de la colonia, eran cargos públicos que tenían poder en varios ámbitos: Judicial, político y administrativo; en ciertas regiones y le rendían cuentas directamente al virrey- a éste grupo queretano, también asistía el cura de Dolores, Miguel Hidalgo.

Según algunos historiadores de aquella época, las ideas de independencia y libertad de México, prendieron primero en la mente de Allende que en la de Hidalgo; prueba de ello es que Allende estuvo en la Conspiración de Valladolid, en cambio para Hidalgo eran sus primeras juntas con planes de emancipación. Como quiera que haya sido, las ramas de Laurel y la fama se las llevó Hidalgo, muy probablemente porque al principio Allende le guardaba un gran respeto por su edad y su investidura como sacerdote.

Nunca faltan pelos en la sopa a causa de los traidores. Cuando la Conspiración de Queretaro fue descubierta, el Intendente de Guanajuto Juan Antonio Riaño, mandó apresar a sus integrantes. Tal vez por sus contactos militares a Allende le dieron el pitazo de la orden de arresto que tenían, sin pensarlo de inmediato se arrancó en su brioso caballo, dirigiéndose al pueblo de Dolores, donde vivía el cura Hidalgo. Llegó casi a media noche, despertó a don Miguel explicándole lo urgente y delicado del momento que se presentaba. Ellos dos solos, alumbrados por una velas de sebo, en aquel cuarto deciden aventarse por caminos desconocidos. Bien lo dice Manuel Payno, escritor del siglo antepasado: En esa habitación abrieron su sepulcro, forjaron su propio cajón mortuorio; saludan brevemente a la libertad, pero dicen adiós a la vida y, con apenas cuatro o cinco humildes feligreses que acudieron al llamado de la campana, en el atrio del templo a lado de Allende, Hidalgo el párroco de ese lugar da el célebre grito de Dolores. Aquella fue la noche del 15 de septiembre de 1810.

De Dolores marcharon a San Miguel. Hidalgo conocedor del sentir popular, entró a la iglesia de Atotonilco y sacó la imagen de La Virgen de Guadalupe como bandera. Audaz. Movimiento que hizo crecer las filas de unos cuantos a miles de seguidores.

En San Miguel tuvieron su primer altercado Hidalgo y Allende. Seguramente el padre de la patria como todos los dictadorsuchos populistas, tenía mente de rufián, permitiendo la rapiña, la destrucción y los asesinatos; Allende que era de ese lugar se encolerizó con Hidalgo desaprobando tal conducta. Siguieron de corte para Celaya, que tomaron sin resistencia. Volvieron a discutir con vehemencia, en vez de acatar el consejo de estrategia militar que ofreció Allende, que proponía continuar a la ciudad de México, recularon. Quizá por ese detalle, se prolongó por más de 10 años la Guerra de Independencia. Hidalgo no quiso hacer caso a un militar de carrera y, al filo de unos meses por su terquedad, los dos fueron decapitados en Chihuahua.

Injustamente la historia mexicana, la gloria se la ofrenda a Hidalgo. Allende con más merecimiento de esa gloria, quedó en segundo lugar.