Por: José Díaz Madrigal
Así como en la música mexicana existen los géneros de rancheras y corridos, que narran hechos de la vida de algún personaje que se hizo famoso, ya sea por burlador de la ley o por llevar a cabo actos atrevidos fuera del común de la gente; en el cine también son taquilleras las historias de figuras que caminan fuera de la ley. En muchos cinéfilos hay una especie de fascinación, por criminales, ladrones, capos de la mafia, incluso asesinos recalcitrantes que no tienen ni un gramo de escrúpulos de conciencia, y que a pesar de eso siempre atrae espectadores a la pantalla grande.
Según algunos especialistas del comportamiento humano, los antiheroes son individuos que reúnen características físicas y mentales, en los cuales uno puede volcar el deseo subliminal de romper las reglas, traspasar los límites convencionales de conducta y lograr hacer que nos sintamos cómodos, con esa parte oscura que todos escondemos. Lo que pasa es que en el correr de la vida, la mayoría de las personas nos cuidamos de no salirnos de los carriles establecidos convenientemente; no lo hacemos precisamente porque nos auxiliamos y nos apoyamos de la propia conciencia para poder diferenciar lo bueno y lo malo de las cosas.
A finales de los setentas de la centuria pasada, se estrenó en el cine la película Alcatraz: Fuga Imposible, protagonizada por el fiel intérprete de películas de acción, Clint Eastwood. En la actualidad éste actor todavía vive, retirado de los escenarios pero con 94 años encima.
La historia de éste drama, nos coloca en una de las cárceles más famosas de los Estados Unidos. Alcatraz fue una prisión prácticamente inaccesible, situada en un islote en las frías aguas de la bahía de San Francisco.
Basada en hechos reales, Clint Eastwood -mirada de águila le decía Paco Stanley- personifica a Frank Morris, un delincuente que siendo huérfano creció en orfanatos conviviendo con muchachos mayores que él. En esos lugares aprendió a defenderse desarrollando una aguda viveza personal para sobrevivir a las dificultades, era listo y resolvía los problemas al instante.
De acuerdo a lo encontrado en su expediente, Morris poseía una habilidad mental propia de genio, muy superior a todos sus compañeros. Lamentablemente desperdició su talento para ponerlo al servicio de su inclinación criminal. Empezó su carrera en el mundo del crimen con delitos poquiteros, venta de estupefacientes y robos a mano armada.
Morris llegó a Alcatraz en 1960. Con una visión exacta del espacio a donde arribó, localizó los puntos vulnerables para un escape. Puso en marcha su plan asociándose con dos hermanos reclusos como él, John y Clarence Anglin. Cada uno de ellos tuvo una tarea específica que hacer, usaron herramientas hechas de cucharas de cocina y cortauñas, por muchos días perforaron pacientemente los muros, que luego cubrían para que los vigilantes no echaran de ver la perforación. Confeccionaron una balsa con pedazos de impermeable y luego unos muñecos que dejaron en sus respectivas camas para confundir a los guardias de la inspección nocturna.
La noche del 11 de junio de 1962 llevaron a cabo el plan trazado. Atravesaron los portillos de las bardas, caminaron a gatas por un largo techo, bajaron por unos tubos de desagüe; una vez en el suelo escalaron dos rejas metálicas, llegando a la orilla del mar. Sacaron la balsa de plástico que llevaban enrollada y la inflaron por medio de una válvula, con un acordeón que habían adaptado como bomba y se fueron en la noche oscura.
Después de tantos años que han pasado, más de 60, nunca se supo a ciencia cierta en que terminó aquella fuga. Lo obvio es pensar que lograron su cometido, puesto que la policía hizo un gran despliegue para buscarlos por mar y tierra, sin encontrar a los fugitivos, ni tampoco los cuerpos flotando en el mar sí es que se hubieran ahogado.
La película es una hazaña emocionante, en especial el papel que juega Eastwood, que da la impresión que puede leer la mente de los custodios; además del liderazgo natural que ejerce para dirigir a sus compañeros de odisea.
Alcatraz abrió como prisión federal en agosto de 1934, hace 90 años. Poco después de la fuga de Morris y compinches, el gobierno de Kennedy decretó el cierre de ese centro penitenciario. Hoy en día es un próspero centro turístico de la ciudad de San Francisco.