A 60 años del primer concierto de los Rolling Stones 

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CN COLIMANOTICIAS

México.- Rolling Stones eternos. Elipsis de sesenta años entre el primer show de la banda (12 julio de 1962 en el Marquee de Londres), y el de ayer nomás en el Hyde Park, distante apenas veinte cuadras del Club fundado en 1958. Keith Richards ya no tiene 18 como entonces, sino 78. De todas maneras, se las arregla bastante bien como para inclinar el cuerpo hacia abajo, flexionar las rodillas, y sacar esos riffs encantadores que fueron, son y serán parte de la historia grande del rock and roll. Mick Jagger, de similar parábola etaria, se le acerca para tirar sus bocanadas características, sin parar de moverse, de bailar. Hasta ahí todo resulta, por lo menos, reconocible… pero hay un detalle: el baterista que se ve detrás, en ambas imágenes con sesenta años de hiato entre ellas, nunca es Charlie Watts.

En el Marquee, el medio cuerpo que emerge tras una artesanal y austera batería es el de Tony Chapman, que luego se iría a tocar con Peter Frampton, y seis décadas después, el de Steve Jordan. Paradojas de la historia. Que la elipsis que une origen y presente de la banda sea la ausencia del –para varios– stone más consecuente, querido y representativo, es una data insoslayable si lo que se intenta es revisar el pasado, y sus consecuencias. Incluso puede que sea el dato que desvele a revisionistas rockeros del año 3000… que la banda –a tal altura “prehistórica”– de rocanrol más grande del universo haya nacido y se haya “extinguido” (comillas, porque con los Rolling nunca se sabe) sin la presencia de quien fuera su alma.

O al menos, sin que lo sea en cuerpo presente, dado que la misma banda se está encargando en su probable última gira de ritualizar la ausencia de Watts a través de una serie de fotos y videos suyos poco conocidos, que están haciendo explotar a los fans de cada latitud. También de palabras alusivas, como las que Jagger improvisó, por caso, en la fecha del Hyde Park, aquella inmensidad verde cercana al Palacio de Buckingham, donde aquel 5 julio de 1969 –en lo que fue otro hito histórico de la historia del rock and roll— la banda despidió a Brian Jones y recibió a Mick Taylor, ante medio millón de personas.

“Es maravilloso estar aquí. En 1962 conocimos a un baterista de Wembley llamado Charlie Watts. Y, lamentablemente, esta es nuestra primera vez en Londres sin él. Nos gustaría dedicar este espectáculo a Charlie”, se mandó el cantante en el mítico Hyde Park, actuando apenas a veinte cuadras del bar de jazz y skiffle que los vio nacer. Y de inmediato desarrollaron una conmovedora versión de “Street Fighting Man” y, claro, se vivió la apoteosis.

Más allá del rasgo paradojal que anuda la gira contemporánea de los Rolling Stones –la llaman “Sixtie”— con aquel concierto debut del que pasaron justamente sesenta años, no parece haber más coincidencias que las consabidas. La sempiterna dupla Jagger-Richards resulta un axioma, obvio. Pero también ese amor sacrodiabólico por el blues y las músicas negras que, si se escarba bien, siempre aparece.

No en este caso a través del repertorio nominal, dado que mientras el de aquel lejano ayer en el Marquee estuvo poblado solamente por versiones de otros (“Confessin`the blues”, de Walter Brown y Jay McShann; “Dust my blues”, de Elmore James; o esa maravillosa gema de Willie Dixon llamada “Baby what`s wrong”), mientras que en el de hoy, en el Hyde Park –o en Bruselas, o en Milan, o en Viena– es un compendio de clásicos en su mayoría compuestos por el dúo de viejitos rockeros, con la inclusión de algunas perlas que nunca habían tocado en vivo –como por ejemplo “Out of Time”–; u otras, también sorpresivas, de “You Got Me Rocking” o “Like A Rolling Stone”, y una que sí delata la pervivencia y persistencia del atávico y original amor de los Stones por las músicas negras: “Midnight Rambler”, pieza que, si bien crearon para Let it Bleed, es la que mejor le cabe, por espíritu y encare, a la parábola negra que une 1962-2022.

Es sin duda el tema revivido más apto para imaginar lo que pudo haber pasado aquella noche del debut en el Marquee, además de lo que vio y vivió el mismísimo Watts . Porque si bien no estuvo aquella vez tras la batería, el músico sí estaba presente entre el público. Desde ahí vio cómo, mientras algunos bailaban, otros –los más jazzeros– vociferaban por lo bajo lo mal que les sonaba esa banda que estaba ahí “por solo 20 esterlinas” y para sustituir a los Blues Incorporated de Alexis Korner, músico que se había peleado con el dueño del Marquee.

Lo que aún no apareció en el “Sixtie Tour” es un homenaje –también merecido– a Brian Jones, el tipo que apuró las cosas cuando todo era nada, y bautizó a la banda con la misma metodología y la misma premura que lo haría aquí Miguel Abuelo ante la urgencia de encontrarle un nombre a su banda, pero pensando en el tema de Muddy Waters, en vez de en El banquete de Severo Arcángelo, de Leopoldo Marechal. Viene al caso Jones porque sin él, tal vez no hubiesen existido ni el mítico show en el Marquee, ni la gira actual, ni siquiera los mismos Rolling Stones. Viene más al caso aún traerlo al presente porque el rubio del corte He Man fue el principal promotor de aquel encuentro primigenio en el que, bajo el nombre de “Mick Jagger and the Rolling Stones” (un año antes de grabar su primer simple con “I want to be loved” y “Come on”) la banda daría la cara ante el público con la tríada fundacional (Jagger- Richards-Jones), más Ian “Stu” Stewart al piano, Dick Taylor en bajo y el citado Chapman en batería.

No pasó mucho más que lo contado, aquella vez. De hecho, el mejor Marquee para los Stones llegaría recién nueve años después, cuando grabarían allí el inolvidable The Marquee Club. Live In 1971, publicado recién en 2015 con el emblemático “Midnight Rambler” entre sus temas. Lo que sí quedó para la historia de aquel primer Marquee, el de las seis décadas a la fecha, fue la sentencia con la que Mick comenzó el show, en medio de un calor sofocante y crepuscular: “Espero que no piensen que somos un grupo de rock and roll”.

 

Con información de Página 12