Gaceta del Marqués

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Por: José Luis Cobián León

Hasta el café más amargo se torna dulce con la compañía correcta

Bebida reservada, elegante y romántica que ha provocado la curiosa coyuntura humana, con la lectura, la poesía, la ciencia y el comercio por mencionar algunos, que lleva por nombre café, del que recomiendan debe tomarse negro como la noche, caliente como el infierno y amargo como la derrota.

Con él, se tiene momentos de fuga y relajada cortesía, dotándonos de la capacidad como espectadores para describir líricamente al mundo. Hablar de este, me lleva a imaginar un encuentro de amistad entre Astor Piazzolla y Gardel, o rememorar a Martín Santomé, personaje del libro “La Tregua” de Mario Benedetti, que tras un sorbo de café se arma de inspiración para decirle a su amada Avellaneda:

“Lo nuestro es ese indefinido vínculo que ahora nos une, aunque, la imaginación popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una aventura, y es bastante lógico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo también estoy asustado, nada más porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura”

Con lo anterior entro materia para darles a conocer las variedades del café, de las que se pueden mencionar dos, las que se utilizan de manera comercial: Robusta y Arábica, la primera se caracteriza por ser de cuerpo fuerte y muy poca acidez. La segunda se caracteriza por su fino aroma, menos cuerpo, agradable sabor y lo más importante por tener mejor calidad.

Cuando las compañías cafetaleras realizan las mezclas adecuadas dan lugar a buenas infusiones, lo malo es que empiecen a degradar la calidad de sus mezclas al incluir granos inferiores de diferentes tipos de café robusta. Entre los países reconocidos que producen la Arábica se encuentran Brasil, Colombia, Etiopía, América Central, México, India y África Oriental.

Un dato interesante que aseguran los expertos, es, que el sistema nervioso de cualquier compañía cafetalera son los departamentos de cata. Donde se prueban diferentes tazas de café al igual como lo hacen los degustadores de vino con una copa de chardonnay, de ahí que se diga que existe una gran similitud entre el café y el vino.

Platicando con un amigo de Canoas, José Zepeda Alcaraz, productor de café, me comentó que la mejor forma para disfrutar las propiedades de un café, es conseguirlo en grano, moler la cantidad que se necesita y hacer la bebida. Lo cual es muy acertado porque como aseguran los expertos degustadores, la mejor manera de catar, saborear, probar, experimentar, comprobar y beber un café es, tomar una cantidad de granos, tostarlos, molerlos, echarlos en una taza y verter agua casi hirviendo.

Los granos se dejan ahí  para obtener toda la intensidad del aroma y el sabor, posteriormente el primer contacto es por el órgano más sensible del cuerpo, la nariz, se aspira la esencia, después se sorbe por la boca el líquido vigorosamente, se dice que entre más ruidoso es mejor la cata. El que obtenga más cuerpo y oscuridad es mejor, que en el argot del café se determinan con conceptos como: mantecoso, acaramelado, con aroma de nuez…

Ahora estimado lector y amigos cada vez que tengamos una taza de café frente a nosotros, tras un sorbo sabremos aplicar los principios de una buena degustación, pero lo mejor de todo disfrutarlo con los amigos, la pareja o regocijarse en la individualidad, hasta hacernos pensar, si es el café es el que es adicto a nosotros. Para que no quede nada en el tintero. Comentarios a [email protected]. Cuidemos el Medio Ambiente: Gestión Integral Ambiental.