Luis Rogelio Salinas Sánchez, de Empresario Constructor a Edificar Política

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“Para fabricar zapatos, hay que saber hacer hormas”

José Luis Cobián|CN COLIMANOTICIAS

Manzanillo, Col.- “Cuando los emprendedores tienen éxito, revolucionan los mercados. Cuando fracasan, se siguen manteniendo bajo la presión de la competición”. Así es Luis Rogelio Salinas Sánchez, un hombre que cuando le hablan de malos augurios, contesta, “siempre salgo con el pie derecho de casa, porque ni modo de dejarlo”.

En entrevista con Luis Rogelio, abordé su vida personal para conocer más de aquel hombre de familia que desde niño se abrió paso por la ciudad para salir adelante; un hombre que posé una humildad de la que poco se sabe y de la que debería saberse más, con el fin de emitir juicios de valor, dejando atrás el juicio reducido.

El pasado lo atrapó como una fuerte corriente para recordar risas, el amor, el entusiasmo, algo de dolor y de aventura cuando habló de sus padres, personas generosas de mano y corazón. “Mi papá fue nativo de Manzanillo y mi madre del bello pueblo mágico, el pueblo blanco de América, Comala”.

A sus 10 años, Rogelio ya destazaba tortugas que por aquel entonces no estaba prohibido, participando así en la actividad. Su ser inquieto lo llevó a bucear, pescar, sacar almejas y encontrar otras áreas de oportunidad. “Recuerdo que en aquel entonces vivíamos en Topolobampo, Sinaloa cuando llegaba el ferri, los gringos aventaban monedas al mar y nosotros como los patos, nos aventábamos al agua para sacar las monedas”.

Clavó sus ojos en el vacío, como mirando unas páginas que su memoria había conservado nítidas, cuando iba al mercado 5 de Mayo a descargar camiones de verdura y a limpiarla. “Decía la patrona que a las 6 de la mañana empezaba a vender, entonces había que estar a las 4 de la mañana descargando los camiones”.

Gozando de la divina locura de su niñez, recordó la fábrica de hielo en el sector 5, ubicada en el espíritu Santo, que también de madrugada tenía que cargar la camioneta de hielo. “Yo estaba flaco, parecía baliza; sin embargo, como mi papá me dijo alguna vez, había que usar la maña y no la fuerza. Por lo que hasta me doblaba cargando barras de hielo pesadas”.

Después de cargar la camioneta le ayudaba al operador a repartir las barras de hielo, con lo que recordó a la extinta Carmelita que teniendo su puesto de chocomilk le dijo: “hijo estás muy flaco, necesito darte chocomilk; si tu me traes el pedazo de hielo primero a mí, te voy hacer un bote chocomilero de puro chocomilk y rompope”.

Fue así que a partir de aquel día le llevaba la barra a ella primero, pero además le picaba el hielo, cumpliendo más allá de su responsabilidad, mientras era observado por ella que inmediatamente metía el vaso chocomilero que tras su peculiar sonido, le decía a aquel niño de escasos 11 años, “hijo no te vayas sin desayunar tienes que tomarte el chocomilk”.

De las valientes cualidades de su padre, por azares del destino, aprendió mecánica. Desde entonces se dedicó a trabajar en los barcos, “recuerdo que a los 12 años le ayudaba, cosa que le agradezco a mi padre, porque me enseñó algo que en el futuro como ingeniero me dio un plus, porque cuando se trataba de una maquinaria pesada, sabía qué le dolía y reconocía los ruidos que me hacían repararla. Mi padre dejó de atenderse muchos problemas, lo reconozco y lo veo así, porque falleció de un problema que nunca se atendió pero tampoco nos dijo. Todo lo que hacía y ganaba nos lo daba, eso lo recuerdo y lo memorizo. Siempre nos decía échenle ganas, adelante, no hay que quebrantarse. Si te caes hay que seguir adelante, se pierde una guerra más no una batalla”.

Fue el año pasado, un 14 de noviembre, que falleció. “Me dolió mucho, él me enseñó todo lo que soy… a sobrevivir, a salir adelante, siempre estuvo conmigo, por él siempre di todo de mí para las empresas que trabajé, porque me enseñó que había que dar todo, había que demostrar, había que ser íntegro, trabajador, honesto, leal, humilde y sobretodo responsable”.

Volviéndome sombra y silencio para escucharle, me contó cuando su padre junto a un grupo de amigos y sus tíos, emprendieron un proyecto camaronero a través del crédito de Banpesca, en aquel entonces estaba Elías Zamora Verdusco como director. Un proyecto importante porque fue el primer barco camaronero en la historia de Manzanillo que con trabajo y esfuerzo fueron creciendo.

“Me acuerdo que en vacaciones me iba al barco con ellos para ayudarles, porque nunca dejé de tener actividad, siendo entre septiembre y octubre que son los meses más críticos por el temporal de lluvias y huracanes, y fue en ese tiempo que salimos a navegar y nos agarró el mal tiempo en alta mar, sufriendo las embestidas de una tempestad que parecía eterna”.

Fue en medio de ese mar extraño y enfurecido, bajo cubierta y sobre cubierta, el barco se hundía y no se hundía: “ya cuando el capitán dice amacita, quiere decir que las cosas están feas, fue entonces que tomé una bolinguita de 5 litros de agua, la amarré a mi cintura y arranqué una tabla que amarré en mi espalda como él pípila. Al barco le entraba agua por un lado y le salía por el otro, solo dije que sea lo que Dios quiera, gracias a Dios lo estamos contando. Fue una experiencia fuerte que junto a las enseñanzas de mi padre, fueron parte de lo que me hizo fuerte en la vida y tener el tesón para salir adelante, parte integral de mi carrera”.

Luis Rogelio es el segundo de 9 hermanos, seis hombres y tres mujeres, el más grande Pedro, Luis Rogelio, Rafael, Silvia, Rosa, Teresa, Jaime, Marcial y el más chico Abraham, de los que dijo, fueron tres tercias que hizo Don Pedro, al que calificó con orgullo como un hombre cabal.

“Mi padre, mi amigo, mi asesor. Siempre he trabajado bajo presión y a darle solución a las cosas, siempre he dicho para todo hay solución menos para la muerte. Como ingeniero siempre trabajé en campo y gabinete, eso me llevó a escalar rápidamente, iniciando mi trabajo como ingeniero, pero con sueldo de albañil”.

Aún con ese sueldo, no le importó, asegurando que los tiempos son perfectos, los tiempos llegan en su momento y fue en la CFE, meses antes de salir de la universidad, donde inició con trabajos de topografía en la subestación Tapeixtles que está en la loma de El Colomo con un sueldo modesto pero que le ayudó en su desarrolló al integrarse a la Subestación Alzada, al irse como segundo del residente general.

Empezó con actividades preliminares, desmontes, toda la plataforma de terracería le tocaba a él, mientras que al residente general toda la obra civil, sin embargo, siempre anduvo pegado a él, pensando que algún día podría hacer todo eso, y efectivamente a los 5 meses cambiaron al residente y le dieron a conocer que iría un nuevo residente. Pasó una semana y no llegaba, mientras, ya había estudiado los planos y se encargaba de la obra civil para que no se parara.

Pasaron 15 días, por lo que tuvo que mandar un escrito preguntando cuándo llegaba, y al cumplirse un mes le llegó un memorándum donde le informaban que mientras llegaba el Superintendente se quedaba a cargo, al final concluyó la obra y nunca llegó. A partir de ese momento manejó la topografía, la obra civil y electromecánica donde aprendió a armar torres con los encargados de hacerlo.

“Yo dirigía las obras y lo sabía hacer, teniendo en cuenta que quien hace la mano de obra calificada, es la gente; por ello siempre le he dedicado un respeto a los albañiles, a los carpinteros, a los fierreros, incluso a sus ayudante, buscaba ser amigo de ellos. Ahí fue donde fortalecí esa humildad, me hablaban siéntese con nosotros y comía con ellos. Algo muy interesante de esos momentos, es que en media hora yo aprendía de todo lo que hablaban… y que la trabe, y que la cimbra, y que el concreto, aprendí a paso veloz; me hice ingeniero realmente al estar en las obras con ellos”.

Algo que recuerdo con cariño es que como me llevaba bien con ellos, porque más que su patrón intermediario fui su amigo, es que en uno de mis cumpleaños, el 18 de septiembre, me llegaron los carpinteros con un cinto, con una bolsa donde se meten los clavos, otros me llevaron un martillón, una escuadra y los fierreros dos o tres amarradores que hacían de acero, y los albañiles una cuchara, y yo se los aceptaba de corazón y con gusto, diciéndoles hay que brindar con una coca todos”.

Pero cuando se tenía que cimbrar la loza, llegaban todos y me decían mire ingeniero, acuérdese que mañana tenemos que cimbrar, para que se traiga el morral, el amarrador y la cuchara, no los vaya dejar en su casa, con guasa, pero en realidad me iba con ellos, no menos de una hora a cimbrar, y me ponía unos santos guamazos con el martillo, porque era largo el que ellos usaban, pero ya tenían callo sobre callo, mientras yo, todo ampollado pero no me rajaba, y ellos se sentían felices y contentos. Después de aprender un rato de ellos, me retiraba a seguir supervisando las obras, que eran entre 4 o 5 obras en distintos puntos, en Armería, Manzanillo y Tecomán”.

La importancia de convivir con ellos, era también una forma de pedirles cuando era necesario que se quedaran, “les decía señores necesitamos quedarnos, dos horas más para dejar el acero colocado, porque mañana el concreto llega a las 6 de la mañana, y ellos con gusto lo hacían, porque yo participaba con ellos. No les decía necesitan quedarse, de manera impositiva, sino, necesitamos quedarnos, y que se traigan las Cocas y los tacos, eso les gustaba”.

Comentó, “empecé a trabajar después por mi cuenta, y fui honesto con el patrón, le dije que tenía el interés de desarrollarme, de prosperar y sobre todo que quería intentarlo, y sino me iba bien tener una puerta abierta para regresar, respondiéndome mi patrón desde luego, tú has sido leal en esta empresa, tendrás una puerta abierta, inténtalo y en lo que te pueda ayudar con gusto”.

Y lo intenté, y lo intenté y luché, porque no es fácil, recuerdo que me iba a las obras, le decía al encargado, al arquitecto, al superintendente, le decía que sabía hacer eso, yo tengo una cuadrilla dame oportunidad, dime a qué precio me pagas, ayúdame, porque eran obras que ya había hecho en la empresa”.

Como empresario fue víctima de la gente mañosa, experiencias amargas, entonces cuando sucede eso, pues ya has vivido todo, “cuando estás con un cañón en la cabeza, es cuestión de segundos, es lo que Dios quiera, no sabes si le va jalar al gatillo en las condiciones que anda, no obstante cortó con esa energía. Mi madre la quiero mucho, tengo la fortuna de tenerla, procuro los domingos estar con ella, entre semana hablarle, para decirle aquí estoy, ¿cómo estás? Respecto a mi esposa, es una mujer comprensiva que me ha apoyado, una mujer muy trabajadora con la que pude procrear tres hijos que son nuestro orgullo”. El primero Rogelio Rafael, Jazmín Guadalupe y su hijo Luis.

“Cierro ciclos, siempre he escalado en las empresas, hasta decir hasta aquí llegué, buscando otra actividad de crecimiento, en el ambiente político me nace la inquietud, porque siento que ya construí mucho, ya hice lo que tenía que hacer, ahora nuestra misión es construir un estado próspero, un mejor Manzanillo, apoyar a los sectores, como el campesino, en el que no hay prosperidad”.

Egresado de la Facultada de Ingeniería Civil de la Universidad de Colima, lo dice con orgullo, como una universidad eficiente. “Me especialice en carreteras y puentes, obra de vías terrestres, estructura, drenaje, hice varios puentes, en Manzanillo, me toco demoler el mercado 5 de Mayo, lo que quedó tras el sismo, sacar los cimientos entre la laguna y hacerlo nuevo.

El mercado de artesanías, frente a Soriana, también el mejoramiento urbano de la mitad de Las Brisas”. Destacan muchas de sus obras en el estado de Colima, como el tercer anillo periférico, también en otros estados con obras importantes obras, carreteras y puentes.

En Rogelio, es posible distinguir la paz como suelen tenerla los seres transparentes, al que se le reconoce el plenilunio personal, formativo y profesional, no solo en la construcción, también en la formación política, debido a que el Líder del Sindicato Nacional de Trabajadores Especializados en la Industria de la Construcción Servicios y Comercios en General y Conexos de la República Mexicana, en su momento lo eligió para representarlos en el estado de Colima, iniciando su actividad pública y política.

Rogelio es de las personas a las que se refería Antón Chéjov: de “los hombres inteligentes que quieren aprender. Los demás, enseñar”. Y sigue el concepto de Nikolái Gogol “El ejemplo tiene más fuerza que las reglas”. Por tanto Rogelio es un hombre inteligentemente ejemplar, con una fuerza motriz tan poderosa como la energía atómica: La voluntad.

Es por eso que compartí mesa con el hombre diligente, reconocido por su prestigio profesional y laboral en la construcción, que se ha manejado siempre con admirable integridad, respeto y que actualmente llega con un nuevo reto, servir a la sociedad como Diputado Local electo por el Distrito XIV.