Por: Gustavo L. Solórzano
El amor se manifiesta de muchas maneras, aunque sea el mismo, de tal manera que tenemos amor a la familia, a la vida, a un animal, al trabajo, etc. A veces, el tiempo parece detenerse cuando estamos con alguien que nos agrada o cuando hacemos lo que nos gusta.
Hoy quiero platicar sobre la vida de Rogelio Pulido Gutiérrez, hijo prodigo de San Jerónimo, hoy Cuauhtémoc. Fue el sexto de ocho hijos, hombres y mujeres, después de cursar algunos estudios en su municipio natal, Rogelio probo suerte en Atequiza Jalisco, e ingresó a la escuela Normal Rural, Miguel Hidalgo de ese lugar.
Comprometido consigo mismo y con su familia, Rogelio vivió como todo muchacho, su adolescencia y juventud. A temprana edad sintió el rigor de la vida y supo que había que esforzarse si quería cumplir su propósito. Cuatro largos años de estudio se vieron coronados con el éxito, se tituló como profesor de educación primaria. Seguía lo mejor, poner a prueba lo aprendido en bien de la niñez mexicana. La comunidad del Pozole, municipio de San Ignacio, Sinaloa, recibió con júbilo al nuevo maestro, quien se mostraba dispuesto a poner en práctica sus conocimientos y disfrutar de nuevos amaneceres.
Dos años más tarde, Rogelio fue recibido en Barreras, municipio de Pihuamo Jalisco. Y a la par de su trabajo en primaria, empezó a laborar voluntariamente en una secundaria por cooperación, de esas abundaban en toda la república, ante la imposibilidad de los gobiernos para pagar docentes desde nivel central. Esa actividad lo motivó para inscribirse en la Normal Superior de Tepic, y así, formarse como docente de secundaria.
Su paso por San José del Tule, y Tuxpan Jalisco, fueron una fuente de inspiración docente en la vida del profe Rogelio. Su tiempo en las comunidades, aunque breve, le permitió estrechar lazos con padres de familia, compañeros y alumnos, disfrutando el atardecer con nuevas oportunidades.
La Esperanza Jalisco fue el trampolín para brincar como docente a Buena vista, en su tierra natal. Ya con una familia formada, Rogelio ganó la plaza como director y se estrenó en la escuela de Palmillas, del mismo municipio en donde tenía enterrado su ombligo. Inquieto, comprometido y buen gestor, puso siempre en alto su profesión, haciendo equipo con sus compañeros. Destacando siempre en los primeros lugares de aprovechamiento en nuestro estado. Finalmente, con una historia de servicio en el trabajo docente, Rogelio se jubiló con 44 años de servicio ininterrumpidos.
Rogelio, Judith, Ana Paulina y Alejandra, forman hoy una familia que disfrutan el paso del tiempo unidos en el amor. Atrás quedan los días aciagos bajo el sol y el sereno. La vida ofrece recompensa a quien sabe valorar sus enseñanzas y Ahora para ellos, sopla un viento nuevo. Felicidades Rogelio, que siga el aprendizaje.
ABUELITAS:
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