TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano.

El juego creativo, correr, adivinanzas, y muchas otras sanas distracciones, nos acompañaron a los niños de mi generación. Ya he tocado el tema en otra colaboración; naturalmente los deportes formaban parte de nuestras actividades, como el balompié, el atletismo. Recuerdo que mi amigo Jesús Avilés y yo éramos tan ágiles, rápidos y hasta cierto modo, atrevidos, que nos hacíamos llamar los flashes, en alusión al personaje de la liga de la justicia. José Manuel, su hermano, le daba por el box y en grupo, practicábamos la actuación, la lucha libre, el fut americano y hasta llegamos a filmar algunas mini películas en super ocho, carísimo, por cierto, vivíamos felices.

La presencia del Santo, Blue Demon, Mil Macaras, Tinieblas, El Solitario, El Rayo de Jalisco, y el Matemático, entre muchos otros, daban vuelo a nuestra imaginación. Era la época del Increíble Prof. Zovek, escapista y mentalista destacado, que lamentablemente falleció en forma sospechosa. Aun así, a más de tres nos motivó por desvelar ciertos misterios, lo teníamos más al alcance que a Kalimán, cuya revista era catorcenal.

Fue una infancia sana, libre de aparatos que crearan codependencia. Otra diversión la representaban las revistas de acción, El Valiente, Juan sin Miedo, Roy Rogers, Los Archies, Memín Pinguín, La Pequeña Lulú, Estefanía, etc.

Las albercas de San Cayetano, aunque lamosas y profundas, riesgosas, representaban un paseo extraordinario por el paisaje. Por otra parte, los jardines del centro de nuestra ciudad, eran propicios para vivir las más maravillosas aventuras en compañía de Nora y Adriana Silva Vázquez, Miguel, Columba, Rosita y Toño, Sapién Salvio. También vivían en el barrio y formaban parte de la tribu infantil, Eduardo Villarruel, Ramón Moreno, José Luis Anaya, José y Hugo Assam, Manolo y Beto Romero, entre otros, esos eran mis amigos de barrio, amistad que, por cierto, conservamos hasta hoy, con excepción de Pepe que trascendió siendo casi un niño. La Reforma, a media cuadra de palacio, la Morelos y la Medellín, que mucho tiempo fue doble sentido para los mínimos vehículos que la circulaban, junto al Jardín Torres Quintero, fueron escenario de nuestros juegos.

Recuerdo que, pasadas las ocho de la noche, Colima se quedaba casi en silencio, cerraba el centro y con el, la vida laboral. Era entonces cuando el Jardín se convertía en nuestro campo de batalla, Doña Meche Cerda, se sentaba en una banca y desde ahí nos vigilaba, Martha, Rosana, Lourdes, Tere y Gaby, la rodeaban amorosas, mientras que Víctor, se unía a los juegos. La lotería nacional, y una marca gasera, estaban justo frente al área de nuestras reuniones, muchos platicábamos sobre la posibilidad fantasiosa de ganar el juego de azar, pero nunca le compramos un billete a Pedro el “Mocho”. Mismo que de ir caminando, se detenía y miraba hacia el cielo y si alguien le preguntaba que estaba haciendo, el respondía con voz nasal, “estoy viendo a los ángeles”.

Ahí vivimos la fuga del Cisne en el Centro de Salud y el asalto del Rojo, al Banco de México; años atrás los incendios de la Casa García y la Casa Ruiz, estos acontecimientos impactaron nuestras vidas. Éramos niños y la fantasía estaba de nuestro lado. Don Manuelito y Don Atanacio vendían, junto con Don Roberto, el Niños lloren, una nieve deliciosa y Don Nicho y Don Darío, los mangos a gogó, manjares sin duda, para un fino paladar, el de los niños.

ABUELITAS:

Respetuoso llamado para automovilistas, principalmente damas, que se olvidan del volante para atender el celular y en los semáforos reciben folclóricos claxonazos. Así mismo, para aquellos conductores que se detiene en una sombra previa al semáforo en lugar de ocupar el lugar que les corresponde, o sea en el sol. Por favor, es tiempo de darnos la mano, cuidemos la vida. Seamos respetuosos pues todos nos necesitamos. Es cuánto.