TONALTEPETL

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Por Gustavo López Solórzano

No creas que perdió sentido todo, no dificultes la llegada del amor, no hables de más, escucha el corazón… Ese es el cable a tierra. Fito Páez, cantante.

En el seminario del Cóbano, siendo administrador del mismo un sacerdote de apellido Orgás, nos reunimos un grupo de muchachos exploradores para vivir un encuentro de enseñanza y capacitación. La participación de expertos en diferentes temas, incluyendo al propio sacerdote, nos enriqueció. Por cierto, a pregunta expresa sobre el fin del mundo en el 2000, el sacerdote respondió, “Eso dijeron cuando iba a terminar el año mil, como no sucedió, le cambiaron fecha”.

Con una sensación de alivio, reímos con la respuesta, después de todo faltaba mucho para la fecha señalada y cuya sentencia era, “a dos mil no llegamos y si llegamos no pasamos”. Así eran las historias de antes, frías y sin miramientos, llenas de herencias orales que habían sido transmitidas de padres a hijos sin tener fundamentos reales.

Si la vida es maravillosa, la muerte también debe serlo, nadie se ha regresado. Entonces nada que temer, es necesario vivirla como venga mientras estamos aquí. En mi juventud la ignorancia me generaba miedo, ¿qué pasaría si el volcán hace erupción, no vamos a morir? Entonces busqué repuestas a mis dudas, ingresé a la Cruz Roja y conocí a hombres y mujeres que lidiaban con la muerte. Sin ganar un solo peso prestaban su servicio cada día y cada noche; las necesidades alimenticias corrían a cuenta del interesado y si salíamos a realizar actividades prácticas era necesario llevar lonche. El día de las madres no reuníamos para llevar orgullosamente mañanitas a nuestras madres y en navidad, la posada. Eran otros tiempos, la amistad se valoraba y las diferencias de criterio servían para unirnos, no sabíamos de envidias ni de egoísmos. Claro, de vez en cuando algún berrinchudo compañero se ponía difícil por un rato y después reíamos haciendo broma de lo acontecido.

En aquella reunión en el Cóbano, conocí a un hombre cuya fama había trascendido las fronteras colimenses, hombre de carácter, arrojado y sin duda, muy valiente. Alguien con tanta fama como rescatista seguramente sería un hombre alto y musculoso casi casi con mirada retadora diría “El Piporro”. La realidad fue muy distinta y distante de mis imberbes expectativas, pues encontré a un hombre sencillo, ameno, de regular estatura y ligeramente pasado de peso. Entendí entonces que un hombre con un corazón noble y generoso puede ser sin duda, el mejor héroe. Entendí también que la valentía nace del ser interior que nos habita y que los valientes no usan armas o en todo caso si las usan son las nacidas del alma. Mi reconocimiento a todos los voluntarios del mundo, especialmente a los de mi Colima, a quienes siguen pensando que lo mejor de la vida es dar y no recibir, a quienes por su edad pueden entender que su tiempo de ambulantes pasó y que pueden servir de muchas otras maneras, mi respeto a quienes sirven a las instituciones de servicio, mi aprecio a quienes fueron parte de mi aprendizaje, mi gratitud a quienes me permitieron aprender de ellos.

Con un ritmo distinto, aunque no por ello menos bullicioso, la gente se prepara para despedir al año que fenece y recibir con júbilo, con las mejores intenciones y deseos el nuevo ciclo.

Aprovecho estas líneas para agradecer a quienes han sido parte de mi caminar en el 2018. Mi sano deseo es que el año que termina se lleve con él lo innecesario. Que florezca lo mejor en cada ser que habita este plano material y que podamos darnos cuenta de que todos somos uno, entonces darnos la mano para recorrer la senda; a usted que me lee, feliz año 2019 pleno de amor, paz y valor para ser. Es cuánto.