SUEÑOS COMPARTIDOS

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Por José Díaz Madrigal

El puente de Carlos, se ubica en la capital de un país del centro de Europa; éste ha servido desde hace cientos de años hasta la fecha, para cruzar el caudaloso rio Moldava. Cerca de ésta capital, existe una pequeña población donde vivía un trabajador de campo con su pobre y numerosa familia. El hombre de acendrada religiosidad, era muy devoto de rezar a su paisano, San Juan Nepomuceno; rogando para que por su intercesión le ayudara a salir de la pobreza.Habiendo rezado muchos años, una noche soñó que se acercaba a la cama San Juan Nepomuceno y le dijo: Vete a la ciudad y en el puente de Carlos encontrarás pistas de un tesoro. El campesino urgido de aliviar su miseria, se puso en marcha. Al llegar, inmediatamente empezó a recorrer el puente de Carlos de lado a lado.Durante tres horas estuvo caminando sobre el puente, buscando alguna señal o huella que lo guiara al tesoro prometido. Tanto caminar en el puente, llamó la atención de un policía que cuidaba la zona. Éste le pregunta -¿qué estás buscando o esperas a alguien? Espero a quien me muestre el tesoro, respondió sin rodeos. Al escuchar la respuesta, el oficial soltó una carcajada. No te rías, dijo el campesino y le contó el sueño en que San Juan Nepomuceno le había prometido un tesoro.El policía dejó de reír y, asombrado comentó: también yo soñé anoche con San Juan Nepomuceno que me consolaba en mi pobreza diciéndome: vete a la aldea donde se alzan tres cruces sobre una roca, dirígete a la última casa del pueblo rodeada de un pequeño huerto, en el cual hay un viejo manzano. Debajo del árbol, está enterrado un tesoro que remediará tu pobreza.Es mi casa, mi huerto y mi manzano; las cruces se levantan en nuestra aldea, exclamó gustoso el campesino. Ambos se fueron de prisa a la casa del campesino, para ver sí se cumplía lo que soñaron. Cavaron debajo del viejo manzano y desenterraron una olla llena de monedas de oro. El poli y el campesino se repartieron el tesoro, felices de zafarse de la pobreza.En el libro Cuentos Colimotes, Gregorio Torres Quintero relata otra historia parecida a la descrita con anterioridad. Refiere don Gregorio que en Sayula Jalisco, había una casa antigua abandonada por sus dueños, en virtud de que en ella asustaban. Pasaron por ésta, muchas familias que habían intentado habitarla. Todas salían espantadas, no había quien quisiera rentarla, o siquiera vivir en ella de balde.La casona inspiraba miedo desde afuera. Por las ventanas destartaladas, se veía el interior, cuartos húmedos, sucios y con poca luz. Las habladurías de los vecinos, decían de blancos y vaporosos fantasmas y de frailes vestidos de negro. Tenía al fondo un corral grande y una tupida arboleda que contribuía a hacer más sombrío el interior.Un modesto zapatero no hallando donde meterse, pidió permiso para instalarse con su mujer en la lúgubre mansión. Los dueños aceptaron, con el deseo que al menos estuviera habitada. El vecindario estaba sorprendido que había aguantado, chambeando todos los días en el ancho zaguán, arreglando zapatos y guaraches. -maestro, le preguntaban, ¿Cómo le ha ido con las animas? No, no viene ninguna, ha de ser que no les gusta el ruido del golpeteo de mi martillo.Una noche el zapatero soñó que un fraile de negro, se acercó al petate donde dormía con su esposa y con voz ronca le dijo: Manzano te hará rico, ve con él. Oscura la mañana, el zapatero se levantó pensando en el sueño que tuvo. Despertó a su mujer para que le hiciera un lonche, mientras lo preparaba, éste le platicó del sueño. Vas a ir a perder el tiempo, replicó la señora. Ten Fe viejita, esta es una señal de Dios.Iba saliendo el sol cuando el zapatero ya estaba echándole patadas al polvoso camino rumbo a Zapotlán, lugar de residencia del tal Manzano. Éste era el hombre más rico de todo el sur de Jalisco. Se aventó más o menos tres horas de Sayula a Zapotlán. En la casa de Manzano preguntó por él, un mozo le comentó que había salido a la hacienda del Jazmín, en la parte norte del nevado de Colima, que tardaría en regresar. No importa lo espero, dijo el zapatero. Del costalillo sacó una tortilla, enrrollandola para comer un taco lentamente.Pardeando la tarde arribó el hacendado, el ayudante le explicó a éste, que desde la mañana estaba esperándolo el hombre parado en el pasillo. -¿qué quieres muchacho?  Preguntó Manzano,  ¿vienes a buscar trabajo? -no señor, a otra cosa vengo con usté. -a ver, dime. -mire, anoche soñé que un fraile vestido de negro me decía: Manzano te hará rico, ve con él.El hacendado lanzó una ruidosa carcajada. -que chistoso eres vale, sí a sueños vamos, yo también soñé la noche de anoche, que una monja vestida de blanco, me llevaba a Sayula y en una casa de ancho zaguán, ventanas cayéndose, con árboles en el corral y por más señas habitada por un zapatero y su mujer. La monja me condujo al corral, indicándome con el dedo: entre estos dos viejos duraznos, hay enterrado un tesoro. Pero ves, yo no soy tan simple como tú, no voy a Sayula movido por semejante mentira. A medida que hablaba Manzano, el zapatero sentía como un rayo le recorría por medio espinazo. Gracias señor Manzano.  ¡Adiós!Coincidencias de sueños compartidos, allá en el viejo continente, el tesoro estaba debajo de un manzano. En Sayula, fue Manzano quien indicó al zapatero donde encontrar el tesoro.De cualquier forma los fenómenos oníricos, guardan cierta particularidad de enigma o premonición, mezclados entre deseos y temores. Son aspectos naturales en la vida del subconsciente humano que siempre constituyen un misterio. O quizá simbólicamente puede ser que, el tesoro que tanto anhelamos, lo tenemos sin descubrir en nuestra propia casa.