Para seguir entendiendo la diversidad sexual

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Por: Jonás Larios Deniz*

Cuando se habla de diversidad sexual nos trasladamos a las imágenes de los homosexuales y lesbianas; no obstante, el concepto hace referencia a las orientaciones sexuales de las personas; así que, además de los homosexuales, el concepto incluye a los bisexuales y heterosexuales. La construcción social del concepto “diversidad sexual” diluye su construcción conceptual, reduciéndolo a homosexualidad en hombres y mujeres; mientras que la bisexualidad es ignorada. Es interesante ver como se asume a la heterosexualidad  como la norma obligada y por tanto jamás cuestionada, constituyéndose en un monopolio de la moral social e individual. Tal reduccionismo conceptual posiciona a la homosexualidad en un estatus de heterosexualidad alterna; no se les reconoce rasgos de identidad propios. A su vez, a los bisexuales son catalogados como heterosexuales confundidos.

Las personas no heterosexuales temen la salida del clóset por el rechazo que vivirán, pero también porque no saben que sigue después de esa decisión, identifican una falta de definición de roles y prácticas que los caractericen y que fueran socialmente compartidas y aceptadas. Con el propósito de incorporar en la sociedad un discurso incluyente, que exprese lo que hacen y lo que piensan las personas con orientación sexual diferente a la heterosexual, propongo tres criterios de diálogo que debatan hacia la definición de un perfil propio de homosexuales y bisexuales. Primero. Elección propia (fija o cambiante) de la orientación sexual. La determinación y socialización de la homosexualidad y bisexualidad es un avance fundamental en en el cumplimiento responsable de tareas del desarrollo como casarse y conformar una familia. Segundo. El segundo criterio consiste en la construcción de una imagen por el propio sujeto, que le dará jerarquía dentro de las identidades homosexual y bisexual. Para los hombres homosexuales y bisexuales, hay al menos, cinco formas de presentarse y vivir su orientación no heterosexual: 1. Obvios o afeminados, 2. Masculinos/varoniles, 3. Travestidos, 4. Transexuales y 5. Transgénero. Todas, excepto la número dos, constituyen estigma y una clara desventaja social; la autoimagen masculina es la que favorece la aceptación social de orientación sexual debido a que coincide con los rasgos de la heterosexualidad. Las homosexuales mujeres o lesbianas, tienen, al menos, cuatro formas de mostrarse: 1. Masculina (“buchona”), 2. Femenina (“fem”), 3. transexual y 4. trasgénero. Aquí es la femineidad la imagen mejor valorada, por la misma razón que la masculinidad es valorada en los homosexuales hombres. Cabe señalar que no hay travestidas en las lesbianas porque es poco valorada la estética masculina en este sector de la población; es la imagen femenina la que se destaca en todo momento. Tercero. El último criterio tiene que ver con el desempeño sexual, de las mujeres y hombres homosexuales. Se identifican tres alternativas: 1. activo (quien penetra), 2. pasivo (quien es penetrado/a) y 3. versátil (quien puede realizar las dos funciones). Es compleja y variante la forma cómo se define esta elección. No es claro el momento en que ocurre, ni las motivaciones que la definen; lo único claro es que se elige a partir de la búsqueda del placer. Dichas alternativas pueden ser permanentes o alternantes dependiendo de la persona con quien se tenga la relación sexual (características físicas y emocionales), o bien, dependiendo de la etapa de construcción del rol sexual en que se encuentre. Para los heterosexuales es difícil de entender porque viven sus prácticas sexuales en torno a la procreación; es decir, el hombre en el rol activo y la mujer en el rol pasivo.

Aceptar la existencia de mujeres y hombres con orientación homosexual y bisexual puede ser el punto de partida para generar ambientes de respeto y progreso para todas y todos. No debemos insistir en la dualidad como modelo único. Son muchas las tonalidades e intensidades entre blanco y negro, frío y calor, el bien y el mal. Con frecuencia escucho hablar de las maravillas de los sistemas educativos de otras partes del mundo, pero no veo que hagan una revisión de fondo, para identificar políticas afirmativas logradas en materia de coeducación y respeto a la diversidad sexual. Termina el mes de mayo, mes contra la homofobia en Colima y me pregunto si las actividades realizadas tendrán impacto en la clase política, el sector empresarial, las religiones, los agentes educativos y culturales y la sociedad en general. Cada año tengo la esperanza de que en los gobernantes en turno (a nivel estatal y municipal), las organizaciones civiles, la Comisión Estatal de Derechos Humanos,  las madres y padres de familia soliciten la eliminación de la cabalgata de la gasolina del programa de las fiestas charrotaurinas de Villa de Álvarez. ¿Es posible propiciar los elementos para hacer llegar el caso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación? El machismo y la misoginia son bombas de tiempo para la sociedad colimense; hacer de la violencia de género un espectáculo nocturno legitima prácticas morales nocivas para las próximas generaciones.

* Profesor-investigador de la Universidad de Colima