PAN Y PRI, resucitar o continuar muertos 

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PARACAÍDAS

Por: Rogelio Guedea.

El exacerbado deterioro que sufrieron el PRI y el PAN en la última década en la historia política de nuestra entidad ha sido tal que, a estas alturas, nadie dudaría en afirmar que su ascendencia social es prácticamente nula. El PAN tuvo una oportunidad de oro en las elecciones sexenales pasadas, cuando pintó prácticamente de azul el estado, pero la sobrada confianza con la que gobernaron los municipios y la errática forma con que condujeron el Congreso local bastaron para que en las intermedias posteriores prácticamente volvieran a desaparecer del mapa político local. Los panistas, básicamente, confiaron en que sus nichos de clientelas electorales (algunas de los cuales todavía conservan) serían para siempre, no se aplicaron en hacer lo conducente y terminaron pagando caras las facturas, incluida esa posibilidad de hacerse en algún momento de la gubernatura, que en las pasadas elecciones se les cayó prácticamente de la boca. Ahora los panistas están en un proceso de renovación de su dirigencia estatal. En la contienda participan dos alas que se han identificado con dos de los liderazgos de mayor raigambre en el partido, un ala identificada con Pedro Peralta (Julia Jiménez) y la otra con Jorge Luis Preciado (Diana Puga), recordando que el dirigente es de la corriente preciadista. Algunos han satanizado a estos personajes de la vida pública estatal, pero en realidad poco se ha reparado en que gane quien ganare la dirifencia el próximo 19 de diciembre, los panistas no tendrán más remedio que dejar sus diferencias y empezar a convertirse en una verdadera oposición para el partido en el poder estatal y en los municipales (mayoritariamente morenistas), e incluso en el Congreso (también morenista). Mientras no se conviertan en una verdadera oposición (esto mientras no representen un duro muro de contención contra las arbitrariedades del partido en el poder y en beneficio de  la mayoría colimense), el PAN seguirá recolectando en las elecciones las sobras, sobras que van a gozar, precisamente, los cuatro o cinco que dirigen el partido y que termina siendo contraproducente para todo el resto de los miembros del mismo. El caso del PRI no está lejano al del PAN, aunque sí está todavía más complicado y complejo. El PRI se ha quedado prácticamente sin liderazgos porque en el sexenio pasado no hubo tiempo para formar uno solo que tuviera la fuerza de representar una verdadera oposición no sólo a Morena sino incluso a la corriente nachoperaltista, con la oportunidad de generar un relevo lo suficientemente independiente para las correspondientes elecciones. Tan se quedó sin liderazgos que acaba de surgir una supuesta nueva corriente de renovación priista en Tecomán encabezada por Óscar Ävalos Verdugo, quien impulsa un retorno a los orígenes de voluntad social del partido. Las intenciones de Ávalos Verdugo son buenas, sin duda, pero lamentablemente es muy difícil ser otros sin dejar de ser los mismos. Bromas aparte, el PRI necesita realmente refundarse en muchos cuadros que todavía siguen representando capacidad, honestidad, buena voluntad y verdadera pasión por el oficio. Mientras los que controlan el partido, en su mayoría con muy baja reputación política, no dejen emerger estas corrientes naturales que conforman las bases del priismo local, el PRI lo perderá todo en las intermedias. De la misma manera que el PAN, el PRI debe empezar por ser un fiel de la balanza en las decisiones del partido en el poder, y ese fiel siempre debe cargarse de lado del bien común y no en favor de los propios grupúsculos priistas. PRI y PAN están, pues, muy a tiempo de reconducir sus caminos. Por como veo la cosa, yo casi apuesto mil a uno a que no lo conseguirán, pero como también creo en los milagros (y mucho) espero de verdad que en tres años logren una fuerza tal que la propia democracia local pueda sentirse orgullosa de sí misma.