Por: José Díaz Madrigal
En estos días que están por terminar los juegos olímpicos de París, resulta oportuno sacar a flote una historia trágica, acerca de la competencia olímpica que se desarrolló en Múnich Alemania, pero en 1972.
Aquellos juegos se llevaron a cabo del 26 de agosto al 11 de septiembre del 72. El hecho es que el 5 de septiembre del año antes mencionado, un grupo terrorista de origen palestino llamado Septiembre Negro; ingresó de manera oculta al filo de las 4 de la mañana, a la villa donde se alojaba la delegación de Israel, obvio, mientras los judíos estaban dormidos.
Fueron ocho los terroristas fanáticos vestidos con pants y tenis, llevando pistolas y granadas en maletines deportivos. Escalaron la reja sin vigilancia que rodeaba la villa dormitorio. Al entrar a uno de los apartamentos, mataron a dos atletas israelíes por oponer resistencia. Tras ese par de muertos, los terroristas tomaron como rehenes a nueve compañeros de los que habían matado.
Los secuestradores eran del grupo de los fedayines, es decir, extremistas islámicos suicidas; tal como los que secuestraron los aviones que derribaron las Torres Gemelas en Nueva York y, que su objetivo es ir a matar o que los maten. Éstos asesinos pertenecían a la OLP -Organización para la Liberación de Palestina- comandada por el terrorista mayor, Yasser Arafat.
Un par de horas más tarde luego de la captura de los atletas, los secuestradores lanzaron un pliego petitorio, donde contenían sus demandas; aclarando en el mismo que de no ser cumplidas con rapidez, sería ejecutado un deportista cada hora después de terminado el plazo que ellos habían señalado. Lo que pretendían los terroristas palestinos, era la libertad de 236 presos retenidos en cárceles hebreas.
Durante las negociaciones, la policía alemana trató de convencer al cabecilla del grupo de dejar en libertad a los plagiados a cambio de otros rehenes. Pero no funcionó, al contrario se pusieron más exigentes y, pidieron que los llevaran al aeropuerto para salir del país. En el camino y también en las instalaciones aeroportuarias, la policía colocó francotiradores.
Una vez en la terminal aérea, los fedayines se dieron cuenta del despliegue de seguridad y que los tenían rodeados; entonces también tomaron como rehenes a dos pilotos alemanes. Ésta acción motivó a la policía a dar la orden de disparar, matando a las dos terroristas que tenían a los pilotos. Los 6 fedayines restantes con su mente criminal, lo que hicieron enseguida fue asesinar a sangre fría a los nueve atletas judíos que iban con ellos. Los francotiradores lograron abatir a otros 3 terroristas, entre ellos al cabecilla; sin embargo los otros 3 que faltaban, pudieron escapar y ser capturados horas después.
Se suponía que la olimpiada de Múnich tenía la consigna de ser “Los juegos felices” de acuerdo con su lema oficial. Fue la vigésima olimpiada de los tiempos modernos. Habían establecido un récord de participantes, tanto en competidores como en pruebas y países.
La masacre obedeció al polvorín que existía y sigue existiendo, pero ahora mucho más peligroso en toda esa región del medio oriente. Después de 52 años de aquella matazón en Alemania, la situación en esa parte del mundo está peor que nunca y, lo más grave -ahora en día con nuevos rehenes secuestrados por los palestinos- es que no sabemos cuando vaya a terminar.
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