Obispo: El Cura de la Villa, Inocente

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    Además, necesitan “valentía, perseverancia y oración”, buscar las medidas adecuadas en la formación de los candidatos al sacerdocio, en las familias, en el trabajo y reconocen que es necesario “responder ante Dios y ante los tribunales debidamente constituidos cuando sea necesario”.

    Alegó que entre los cuatro millones de sacerdotes que existen en la iglesia católica “es pequeñísimo el número de los que han fallado y que, por asociación, muchos aparecen tachados de culpables y como si fueran culpables de los delitos de otros”, afirmó. Con relación a las acusaciones del Padre Audón Serratos Zepeda, agregó que “La pederastia se da entre un varón adulto y un niño.

    El caso del sacerdote Audón Serratos terminó en juicio absolutorio en la Unión Americana desde hace siete años y desde entonces continúa su ministerio en la lucha por la fidelidad. Los muchos, sacerdotes y fieles laicos, que dan testimonio fiel no son noticia ni hacen crecer capitales”.

    También en entrevista con los medios de comunicación, el obispo señaló que la acusación al padre Audón Serratos no puede considerarse pederastia “puesto que la menor ya contaba con 15 años de edad y el delito se comete cuando un varón adulto abusa de un niño”.

    Mencionó que es evidente que “la tormenta de acusaciones contra la iglesia católica denota una campaña cierta contra ella misma. Todos los días lo vemos en los medios de comunicación y se señala y magnifica con saña cualquier error. El creyente, seguidor de Jesucristo, busca discernir y acepta la verdad objetiva, no la que otros le fabrican”.

    Amezcua Mengoza indicó que “Las verdades a medias son eso, medias verdades. Jesús no rechazó al pecador y, ante los que acusaban a la mujer adúltera, les dijo: El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

    NO ME PUDIERON COMPROBAR NADA: AUDÓN

    “Es que estamos en el ojo del huracán”, reconocen sacerdotes. La colonia Del Valle en Villa de Álvarez tiene mucho ajetreo: se ven hombres caminando rumbo a su trabajo, otros ya lo hacen en talleres, arrecian mujeres el paso con niños en brazos: parece un mercado.

    La Parroquia del Señor de la Misericordia de esa colonia está abierta desde las 9 de la mañana, pero las oficinas administrativas lo hacen hasta las 10. Ahí espero a ver al padre Audón Serratos, acusado por la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP por sus siglas en inglés) de abuso sexual a una menor en Estados Unidos.
    Mientras espero, platico con la gente de lugar: “¿El padre Audón? Sí, aquí está, está desayunando”

    “¿Cómo es?”, pregunto, “Es un padre muy amable” dice un señor de aproximadamente 60 años que se sienta junto a mí. Él espera al padre Refugio Ramírez Dávila.

    Otra señora, un poco más reservada, me dice que es muy buena persona, que lo conocen desde hace cuatro años cuando llegó a la parroquia, y que tiene muy buen trato con la gente, es servicial y siempre dispuesto a ayudar.
    A los pocos minutos, una joven entra a la Parroquia y espeta: “¿Quiénes vienen con el padre?” nos avisa. “Pues todos”, contestamos. “El no, él viene con el padre Audón”, me señala el señor de 60 años.

    La joven se va. Regresa. Me ve. Vuelve a irse y regresa: “¿Quién lo busca?”. Le digo mi nombre.

    El padre Audón está a punto de irse a Manzanillo, pero yo quiero que me dé su versión sobre las acusaciones de la SNAP. Me dicen que lo espere por otra puerta a un lado de su camioneta, una Chevrolet azul. Pero nadie sale.

    En eso sale una señora y me dice que no puede recibirme, que se tiene que ir a Manzanillo. Le insisto y le digo que sólo será un minuto.
    El sacerdote Audón Serratos sale con una maleta en mano abierta, en ella se ve su vestimenta de sacerdote. Me presento y le digo mi nombre y el medio de comunicación al que pertenezco.

    Aclara que no quiere hablar, que todo ha sido una calumnia, un ataque en su contra, pero que su abogado en Estados Unidos, Benjamín Mendoza, explicará los hechos y demostrará que todo fue una falsa acusación.
    Me insiste en que ya todo lo pagó en Estados Unidos, que fue un intento de chantaje y que no le pudieron demostrar nada. Tan es así que ahora puede estar en Colima ofreciendo sus servicios como religioso.

    Le comento que estaba ahí para darle voz y que quería escuchar su versión, pero el padre Audón insiste en que no quiere hablar, pero me da los teléfonos de su abogado. Los apunto en mi libreta.

    En eso llega otro padre, mucho mayor, con barba blanca. Me pregunta mi nombre y mi medio de comunicación. “Sí, vi tu nombre en Avanzada”, dice.
    Y luego comienza a decirme que es una campaña en contra de ellos, de difamación, incluso asegura que un abogado les afirmó que lo que los medios de comunicación hacen es un delito.

    Sin embargo, les explico que no era yo el que estaba acusando, ni era mi intención difamar o injuriar a alguien con lo publicado. Simplemente era mi trabajo informar y les di a conocer que antes de que se publicara la primera nota, había llamado telefónicamente a la Diócesis y a la misma Parroquia buscando al padre Audón, e incluir su versión de los hechos.
    “Es que andaba muy ocupado, por eso no me habías encontrado”, responde el padre Audón.

    El otro padre esgrime que estuvieron perifoneando la publicación en todas las cuadras, y que eso lastimaba porque pasó hace mucho tiempo y ya fue juzgado, salió libre y no se le pudo comprobar nada.
    En eso interrumpe el padre Audón y le dice que ya me dio los teléfonos de su abogado para que dé una declaración. El padre mayor me ve la libreta y arranca la hoja. Me señala que sólo la Diócesis de Colima manejará el asunto y dará cualquier información. “Es que estamos en el ojo del huracán”, sentencia.

    Sin embargo, adelanta que no pueden mantenerse callados ante un ataque de esa naturaleza, y me asegura que espere más información. Los saludo y les reitero mi invitación a la entrevista.

    Pero antes de irme, el padre mayor se despide: “Espero que cuando llegues a viejo, y ojalá y así sea, veas en retrospectiva su trabajo y lo veas con satisfacción”. Por eso estoy aquí, les digo.