LAVADO DE MANOS

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Celebro estar nuevamente con ustedes y desearles un año muy feliz.

Les comento que Vatican  News recogió el pasado 16 de diciembre dos advertencias papales de fin de año a los cristianos tibios que  acorralan  a Dios y se lavan las manos, actitudes peligrosas que son como un desafío para Dios.

El guía moral de los católicos  reflexionó el Evangelio de Mateo, aquel del diálogo entre Jesús y los sumos sacerdotes que le preguntan con qué autoridad enseña en el templo. Jesús, recuerda el Papa, exhortaba a la gente, la sanaba, enseñaba y hacía milagros, y así irritaba a los sumos sacerdotes, porque con su dulzura y dedicación al pueblo atraía a todos hacia sí. Mientras que ellos, los funcionarios, eran respetados por la gente, pero no se les acercaban “porque no confiaban en ellos”. El cariño del pueblo hacia Jesús es entonces como una “cortada de carrizo” para ellos, diciendo esto  con  una expresión muy mexicana.

Al tratar de  “acorralar a Jesús”, le preguntan: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? De hecho, “no eres sacerdote, un doctor de la ley, no has estudiado en nuestras universidades. No eres nada”. Los fariseos estaban encorajinados porque Jesús, cuando se le increpaba, los dejaba callados, como cuando salvó de la lapidación a Magdalena y les contestó que le tirara la primera piedra el que estuviese libre de pecado.

“Estas son dos actitudes de cristianos tibios,  sin consistencia. Una actitud es la de acorralar a Dios: ‘O me haces esto o no voy a ir más a la iglesia‘”. Y tal vez entre en este comentario la sinrazón de muchos que culpan a Dios de la consecuencia de sus actos macabros, olvidando que Dios no es un titiritero para mandar en el corazón de los hombres. Dios crea al hombre libre y lo respeta. El hombre es el arquitecto de su propio destino, me decía mi padre para  aclararme que solo uno es responsable de lo que hace o deja de hacer en la vida. “Cada quien es quien quiere ser, “ me comentaba siempre con seriedad.

La otra actitud de los cristianos tibios, aclara el Papa Francisco, es lavarse las manos, como “los discípulos de Emaús en aquella mañana de la Resurrección”. Ven a las mujeres “todas alegres porque han visto al Señor”, no confían, porque las mujeres “son demasiado imaginativas”, y se lavan las manos.

Nada mejor que reflexionar en este comienzo de año para convertirnos en personas mejores, más sinceras, sencillas y solidarias y dejar de lavarnos las manos. Casi nada, eh ? Pero intentémoslo, muchas sociedades en el mundo han prosperado en corto tiempo en relación a nuestro México porque se decidieron a vivir en paz y unidad, en el respeto a los derechos del otro. Construyeron sobre roca el edificio del país que los alberga, no dudaron en hacer a un lado el egoísmo sucio para implantar gobiernos útiles, visionarios, trabajadores, cuidadores de la existencia de todos, no de la destrucción paulatina de todos.

Los mexicanos tenemos a nuestro favor que somos más de 127 millones, pero somos muy hábiles para destruir instituciones que costaron millones de pesos solo porque otros partidos gobernaban distintos a los que acuerdan la destrucción. Qué riqueza si resolvemos nuestra  transformación en base a principios de convivencia esenciales. Tenemos que rescatar nuestra humanidad, perpleja por el individualismo a ultranza que nos destruye poco a poco. La adaptación a los cambios del mercado está exigiendo dilapidar mucho talento y capacidades personales, obligando a todos a ser instrumentos mercantiles.  El trabajo es mercancía. El trabajo mal pagado equivale a una quiebra de la dignidad de cada uno aunque por ahora se celebre  el aumento al salario mínimo. Los ricos seguirán atesorando más y más.

Evitemos el lavado de nuestras manos cambiando nuestra indiferencia por una sólida determinación de interesarnos por los demás. De construir una moral de respeto por y desde el poder que aparece como protagonista mudo ante las injusticias y la desigualdad y  se compromete poco históricamente  con los más desprotegidos. 

Los políticos colimenses tienen una gran oportunidad este año: corresponsabilizarse, dejar de pensar en el presente y futuro de sí mismos y hacerlo por la colectividad, dejar de lavarse las manos, dejar a un lado la comodidad y hacer frente a sus responsabilidades.  El que lo desee, el que quiera lo mejor para Colima que ore por ellos. Lo necesitan. Yo lo hago con frecuencia para que sus actos sean más responsables.