LA NUEVA REALIDAD

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Por: Noé Guerra Pimentel

Entre disposiciones absurdas como la militarización preventiva, la prohibición de la pesca ribereña, la negativa de acceso a las playas, etc., dizque para prevenir el contagio del virus, a lo largo y ancho de nuestro país durante estos meses hemos venido transitando de la improvisación institucional, el miedo inducido y la recelosa apatía, hasta el triste testimonio de actos sociales grotescos como la obstrucción del libre tránsito, agresiones al personal de salud y a operarios de la sanitización, además de tratar de comprender irracionales y contradictorias hipótesis y cifras ilógicas de “especialistas” sobre el impacto sanitario para arribar a este contexto nada halagüeño y aún tan desconocido como incomprensible.

No sin que me preocupe luego de reiteradamente escucharlo en todos lados, incluso en ámbitos institucionales y dicho por dirigentes gubernamentales, me doy cuenta que después de esto por lo que estamos pasando y que a todas luces es inédito y que por tanto nos ha obligado a socialmente replantearnos, a inventar y aprender nuevas formas de convivencia, aún hay gente, la mayoría, que sigue aspirando a “regresar a la normalidad”; de entrada y como si por sí el puro regreso en el tiempo fuera posible, ya no hablemos del negativo impacto que esto ha tenido prácticamente en todos nuestros usos y formas de interacción social, comunes y ordinarios hasta hace apenas un par de meses.

Lo que antes era ciencia ficción y que algunos conocimos durante la infancia en los comics del género, como el uso de trajes aislantes, mascarillas climatizadas, cascos repelentes y goggles de lectura virtual o ciudades aisladas bajo urnas de cristal con climas y ambientes controlados; ahora, al parecer, adaptado a la circunstancia, nos ha alcanzado; invenciones futuristas en las que el enemigo usualmente era visible y donde ineludiblemente aparecían héroes con superpoderes para salvar al mundo y conjurar la catástrofe. Ahora no, ahora es un virus el que según acecha como descarada amenaza que muta y adapta para alcanzarnos y aniquilar a los más posibles, incluso arrasar con la humanidad y contra el que cada uno, sin posible defensa, debemos evitar. Esa es la narrativa que se replica y que ha justificado todos los cambios a los que con incalculables pérdidas económicas de muchos sectores productivos nos hemos sometido.   

La noticia mala o buena, depende, es que, desde mi perspectiva y suponiendo sin conceder, el mal existe y es real, según reviso hacia atrás y tomando como referencia pasajes similares padecidos en otro tiempo, otras partes del mundo y aquí mismo, incluso de menor impacto, comparados con el que según estamos viviendo, hechos como este, han sido acontecimientos que han modificado los hábitos de los pueblos, sucesos que ineludiblemente han obligado a cambiar a las sociedades. Así ha ocurrido, hay testimonios aún vigentes como los de principios del siglo pasado y finales del antepasado sobre epidemias por enfermedades infecto contagiosas como la viruela, el sarampión, la malaria, el cólera, la fiebre amarilla y, recientemente, la influenza, el dengue, las ETS, el Zika y el VIH, entre otras.

En el actual contexto y ante esta llamada contingencia sanitaria, según, letalmente incluyente, hemos venido conociendo y gradualmente acostumbrándonos a medidas públicas higiénicas preventivas como el aislamiento social, el cubrebocas, los guantes, las barreras protectoras, el antibacterial, distanciamiento individual, los horarios y espacios administrativos y comerciales restringidos y la movilidad controlada, a lo que seguramente se agregará una nueva logística comercial, laboral, de servicios, salud, transporte, etc., en lo que de aquí para adelante lo virtual e intangible prevalecerá; todo eso impensable apenas el año pasado pero que ya es cotidiano y que, como parece, llegó, junto con el aún indescriptible virus, para quedarse, trepándonos a fuerza a empujones, a la nueva era, la digital.  

A lo que voy es a que independientemente de la presunta pandemia, esta es la nueva realidad, esta es la misma a la que muchos aún nos resistimos y rechazamos, esta es a la que ya no debemos esperar porque ya es y ya está aquí, la estamos viviendo y como la hemos venido sobrellevando, la misma que sin más, según se afirma, no tiene marcha atrás, vino para quedarse y a la que, si pretendemos permanecer, todos con nuestras capacidades personales y grupales debemos buscar y encontrar la forma de adaptarnos, quizá renunciando a lo otro, a lo anterior que era normal, al estado de cosas que antes eran y que ahora, si vemos a nuestro alrededor, sea verdad o sea mentira el motivo, ya no son ante esta nueva realidad.