LA BURLONA

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Por José Díaz Madrigal

Se le atribuye al norteamericano Edgar Allan Poe, ser el creador del género literario llamado cuentos de terror. Publicó en la primera mitad del siglo XIX El Cuervo, antología de cuentos de suspenso; que emergieron de la pluma de Poe.

La Burlona es un cuento de angustia y suspenso, de la escritora nacida en Villaldama Nuevo León, Irma Sepúlveda. En esta breve historieta, la autora narra los últimos días de una mujer enferma; que sufre alucinaciones auditivas.

Se trataba de una paciente que tenía muchos días, postrada en cama a causa de que -decía ella- estaba embrujada; por tal motivo se negaba a comer, le faltaba fuerza y ánimo para levantarse; día a día se iba debilitando.

Aunado a la falta de apetito, tampoco podía dormir; ya que poco después que cerraba los ojos para conciliar el sueño, oía que se reía de ella una risa burlona.

La mencionada risa  sólo ella la escuchaba. No quiso que la atendiera un médico de hospital, prefirió acudir con la hechizera del pueblo; que le preparó unos brebajes que terminaron por enyerbar a la sufrida y enflaquecida  dama, muriendo poco después.

Hace unos días se suscitó un intercambio de dimes y diretes, entre el periodista Sergio Sarmiento y López Obrador. El primero reprocha al segundo que buena parte del tiempo en las mañaneras, lo dedica a mofarse de periodistas y de rivales políticos con una risa diabólica.

La risa cínica del presidente, es equivalente al desprecio total que tiene por los gobernados. Esta es una risa desvergonzada, insolente, terrífica o como dijo Sarmiento: diabólica.

A López Obrador le ardió el epíteto con lo que lo endilgó el periodista, pero como es un desmesurado sinvergüenza, el ardor le duró unos minutos.

Este presidente como ningún otro, se ha encargado de dividir al pueblo; sus conferencias diarias, están dirigidas a un público específico, su clientela política,  esta clientela para mala suerte del resto de la población, está bien enganchada casi hasta el punto del fanatismo, con lo que pregona López Obrador y; no puede o no quiere investigar las mentiras que avienta el presidente todos los días.

Pareciera que lo que pretende López Obrador es destruir a México, no entiende de razones, argumentos o recomendaciones para el buen desempeño de la actividad pública. Se le están yendo los pocos colaboradores que tienen dignidad. Uno de los últimos que le renunciaron, fue el director del caricaturesco: Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, nombre de bufonada. Puesto que su director ya no quiso el cargo por las raterías que se dan en ese Instituto.

López Obrador responde a Jaime Cárdenas, que era el director de ese lugar: para ser funcionario de La 4 T, se necesitan y exijo trabajadores con lealtad absoluta.

El presidente proclama lo que no sabe hacer. A mujeres y hombres que tienen en alta estima el sentido de honor, no se les puede exigir lealtad absoluta; puesto que esta se convierte en asquerosa jedentina, cuando te piden que te hagas de la vista gorda para solapar actos de corrupción. La lealtad se demuestra en la adversidad, por golpes de infortunio a personas o amigos menos favorecidos por circunstancias de la vida.

Es evidente que el jefe del ejecutivo no quiere a su alrededor gente pensante, no quiere gente con dignidad; gente con capacidad para opinar o discernir sobre temas que le corresponden. El presidente es natural que no lo sepa todo. A los que si quiere López Obrador son: a los diputados y senadores servirles; a los aduladores y a los que sin ningún remordimiento tapan las corruptelas de su pésima administración.

El gobernador del estado más grande del país, Javier Corral, por defender a su pueblo de la injusticia del gobierno federal; valientemente confrontó al presidente sin andar con verdades a medias; el gobernador dijo de López Obrador: pasamos de un presidente corrupto -Peña Nieto-  a otro -López Obrador- que siembra odio, además es ruín, vulgar, manipulador y MENTIROSO.

Este gobernador si que tiene los tamaños, el temple, la gallardía; sin sacarle la vuelta para poner a López Obrador en su lugar.

La pobre defensa que replicó López Obrador, fue su clásica demagogia cargada con verborrea sin sustento; eso sí, acompañada del terror de su risa burlona.