Rincón de la Conciencia
Por: Antonio Valdés Mejía
Había una comunidad con ciertas características que se reunían a leer reunía a leer las epístolas Paulinas, pero también había algo que sucedía en dichas reuniones. Existía un sentido de apoyo y solidaridad entre unos a otros, se consolaban mutuamente, se animaban, y oraban unos por otros, compartían el pan, el vino y la mesa. El principal objetivo era edificar al prójimo, convivir, ser comunidad, ser Iglesia, y hacer discípulos. Cabe mencionar que durante esas reuniones se veían también grandes milagros entre los congregantes. Era algo radicalmente diferente a lo que hoy acostumbramos ver en la comunidad moderna.
En general, los apóstoles se oponían a la idea de reconstruir templos, ya que Jesús había venido a hacer obsoleto el templo físico. Él era el sacrificio definitivo, y la presencia de Dios era ya una realidad en todo lugar. El lugar santísimo estaba abierto, y Él vivía en cada creyente, por lo cual no se necesitaban templos, edificios o lugares de adoración específicos. Por eso, los hogares en los que las comunidades se congregaban se usaban para edificar a los discípulos, para animarlos, y no para replicar los rituales del antiguo templo. Es decir, los seguidores de Jesús aprendieron a hacer comunidad, una verdadera Koinonía.
Koinonía es convivencia práctica de las enseñanzas de Jesús a diferencia de hacer Iglesia que es el esfuerzo del hombre por llegar a Dios en base a prácticas y leyes estipuladas por el hombre mismo, cuando Dios ya hizo la obra de acercarse a nosotros por medio de Jesús y constituyó la diferencia entre religión y relación.
Hoy Dios nos invita a amarnos los unos a los otros, así como Él nos amó primero. ¡Hagamos Koinonía!
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