Por: Ángel Durán.
Hoy nos preguntamos ¡si la democracia, que por allá hace más de dos siglos levantó esperanzas sociales, sigue funcionando! Para grandes sectores de la sociedad, la democracia se ha descarrilado, ya no se identifica con los intereses del pueblo; para otros estudiosos del derecho, como Bernard Manin, ha dicho que estamos en una transición y no precisamente en declive, que es parte de los cambios de un sistema; quizá los más afectados y quien menos los han entendido son los partidos políticos.
Jorge Soto escribió en The World Economic Forum, “que estamos intentando comunicarnos con instituciones del siglo XX que están sustentadas por procesos e ideas del siglo XIX,” y agrego, además, con los enormes retos del siglo XXI.
Imagínese usted, que el origen del pensamiento democrático, era, la efervescencia colectiva de un pueblo sobre el goce y disfrute de las más amplias libertades, donde las mayorías decidirían el rumbo de los pueblos, así fue diseñándose el sistema democrático en los últimos dos siglos, se crearon instituciones para garantizar esos anhelos, las minorías se adaptaron a las decisiones de las mayorías, y aunque actualmente sigue subsistiendo esta visión, las instituciones y el desarrollo tecnológico fueron avanzando paulatinamente, al grado de empezar a generar condiciones del reconocimiento de derechos humanos, que van por encima, en muchas ocasiones, de la voluntad de las grandes masas.
Pensemos por un momento, que en aquellos inicios, cuando se gestó la voluntad de las mayorías, los órganos legislativos emitieron una ley que incluía la pena de muerte para ciertos delitos, el destierro, etc., entre otras penas que actualmente son casi imposibles de aplicar, por el avance legislativo, especialmente en México; pues ahora aunque la gran mayoría de los mexicanos quisiéramos legislar sobre este tema, ya no podría ser posible; aquí se ve el quiebre donde una decisión mayoritaria que ya no se puede acatar.
Lo anterior ha ocurrido, porque la democracia al igual que otras instituciones con el tiempo se va modificando, se van institucionalizando y se van actualizando conforme a los cambios sociales, ahora, estamos más bien en la curva de la transición hacia un nuevo sistema de democracia, sistema democrático que regirá en el siglo XXI y en donde sus efectos en resultados, los vemos más refinados hacia el respeto de los derechos, si bien es cierto que seguimos teniendo un sistema democrático, éste ahora, ya no se manejará con la voluntad de las mayorías, ahora es necesario que la decisión democrática aunque sea de las mayorías, tiene que estar apegada a los principios del respeto a la dignidad humana, aquí vemos cómo, aún las voluntades de minorías, pueden vencer a las voluntades de las mayorías; por ejemplo -y es sólo un caso hipotético-, una gran mayoría de la población fuera consultada para aplicar la pena de muerte a través de una reforma legislativa y si ésta opinara que sí, bastaría con la oposición de una minoría para solicitar la intervención de las instituciones públicas y que revisaran el contenido de esa consulta, en la que seguramente concluirían que los congresos legislativos no podrían legislar sobre la aplicación de la pena de muerte; la democracia del siglo XXI tiene un nuevo rostro y va con imagen de transición, esa transición, necesariamente está relacionada con la protección real y eficaz de los derechos humanos y de la protección a la dignidad humana, las mayorías y las minorías tendrán que ajustarse a esta nueva concepción democrática, sólo así, será comprendida la democracia del presente, no está en declive, está en transformación y que no se adapte, quedará fuera del radar democrático, la institución o servidor públicos tiene que ajustarse a este cambio.