Evaluación de la escuela y Reforma educativa

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Por: Jonás Larios Deniz*

Evaluar es medir y la medición da luz para saber si se han cumplido las metas. A su vez el cumplimiento de metas da cuenta del logro educativo, de la calidad en los procesos y de los resultados. No obstante, los insumos que se utilizan en los procesos educacionales y los contextos en donde ocurren son francamente desiguales. En este sentido, las metas propuestas son significativamente superiores a las condiciones escolares reales. La aspiración política y la proyección global de una tendencia educativa obligan a pensar en un parámetro de éxito que de antemano se sabe no llegará. Es fundamental, hacer una evaluación acorde a los insumos sociales, familiares y escolares que se han otorgado; debe atenderse al carácter marginado de muchas escuelas en nuestro país y emprender acciones compensatorias de inmediato.

La evaluación educativa es pieza clave en la comprensión de lo que hacemos y a donde vamos en el cumplimiento de cualquier reforma, establece indicadores, permite valorar su cumplimiento e indica los rumbos a tomar en el futuro; a través de ella “se consigue la información exacta sobre los resultados alcanzados por ese alumno durante un período determinado, estableciendo comparaciones entre los objetivos planeados  al inicio del período y los conseguidos por el alumno” (http://definicion.de/evaluacion/). En la Reforma Educativa en marcha, la evaluación aparece como un componente fundamental para orientar los esfuerzos y dar fortaleza a las acciones de los agentes educativos: el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación generará directrices para seguir un rumbo en ascenso, haciendo evaluaciones diferenciadas en función de los contextos y de los insumos asignados a los diferentes ámbitos y modelos educacionales. La evaluación tendría que ser nacional pero diferenciada. No obstante, hay una carga excesiva de funciones asignadas a la escuela, “la escuela es el blanco obvio de las críticas, puesto que se trata de la institución que ha adquirido una amplia responsabilidad pública por el cuidado y socialización de los pequeños” (OCDE, 1991: 32), las familias, las iglesias y las comunidades le han dejado encargos que les pertenecían y la evaluación deberá tener esto en cuenta, para re-enfocar sus métodos de evaluación y para, en consecuencia de los resultados obtenidos, revise la conveniencia de poner  en la escuela responsabilidades adicionales. En la actualidad se espera todo de las escuelas: la alfabetización, la formación cívica, la formación moral, la educación física, la educación sexual, etc. En mi opinión se ha complejizado la función de la institución educativa.

Será conveniente que la Reforma Educativa deslinde a las escuelas de tareas que le dificultan avanzar, no sólo para aminorar la carga, sino para dejar muy claros los indicadores en que se pretende avanzar, el tiempo en que se lograría y algo muy importante, diferenciar lo que se espera de unas y otras escuelas. Será necesaria una evaluación diagnóstica a partir de la cual se contrasten los resultados de manera permanentemente. No es que se descarte seguir un modelo pedagógico, pero debe apostarse a la evaluación de la micro-escuela, al menos en alguno de sus componentes. Hay reformas [educativas] que se instituyen con las mejores intenciones, pero pueden tener efectos perjudiciales (…), con frecuencia reproducen las desigualdades o incluso las acentúan (Apple, 2002: 239).

 

 

* Profesor-investigador de la Universidad de Colima