EMOTIVA DESPEDIDA A ERNESTO DE LA PEÑA EN EL PALACIO DE BELLAS ARTES

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    Gris el féretro, sobrio, pocos ramos florales acompañaban al personaje en su último adiós, si bien parecía más fuerte el cariño de quienes lo rodeaban: algunos perdieron su lucha contra el llanto y otros intentaban aguantar en la despedida de un hombre proteico.

    “Políglota insaciable, especie de dios niño, una suerte de dios infantil, perenne, que jamás conoció el aburrimiento, un dios niño siempre sonriente que se divertía al jugar con las palabras. Eso y mucho más que eso fue nuestro queridísimo Ernesto de la Peña”, decía con voz entrecortada Labastida en su papel de director de la Academia Mexicana de la Lengua, pero sobre todo como amigo.

    “Porque también fue sabio, un Sócrates de silencios y de palabras precisas, un Confucio del que manaban constantes enseñanzas, el hombre bondadoso que se prodigaba en la amistad, el hombre dulce que, sin embargo, no imponía su indudable autoridad.”

    Así, no sólo Labastida perdía a un amigo entrañable, sino también México a un hombre insustituible e insólito: “Tardará mucho tiempo en nacer otro hombre tan audaz y tan tierno como De la Peña”.

    Eduardo Lizalde, con quien De la Peña compartió no sólo el gusto por la palabra sino también por la música, lo evocó como uno de los más sabios y generosos amigos, “y de los más queridos”. Añadió: “Creo que no sólo desapareció un hombre excepcional, sino con él todos los enormes tesoros que con su prodigiosa memoria guardaba en su cabeza: desaparece con Ernesto de la Peña un pozo de sabiduría y una fuente de luz.”

    Mientras el Cuarteto Carlos Chávez acompañaba el homenaje, más amigos, familiares e intelectuales llegaban: De la Peña fue un personaje que no llevó multitudes —aun cuando su palabra hubiese estado lo mismo en radio y televisión que en libros—, pero que sí logró que se coincidiera en que estaban en la despedida de un sabio.

    “Con la certeza de que su nombre y su obra están ligados a los anales de cultura mexicana”, dijo Teresa Vicencio, directora del INBA, en una ceremonia encabezada por Consuelo Sáizar, presidenta del Conaculta, para quien escuchar a De la Peña era siempre una lección de idioma, una posibilidad de aprendizaje, el vislumbre de un enorme panorama del conocimiento.

    “Siempre pienso cuáles son los contemporáneos que hacen más rica una cultura, una civilización, un país: la patria del idioma. Ernesto de la Peña fue, indudablemente, uno de sus más ilustres habitantes.”

    Tras hora y media, más de un minuto de aplausos se convirtió en la mejor despedida al maestro: ahí estaban Margit Frenk, Gonzalo Celorio, Vicente Quirarte, Felipe Garrido, Paulina Lavista, Sergio Vela, María Luisa La China Mendoza, Javier Garciadiego…

    Luego del homenaje, el cuerpo del polígrafo fue trasladado al Panteón Francés, donde sería cremado, para luego depositar sus cenizas en la Iglesia de la Bola, en la colonia San José Insurgentes, según dio a conocer su viuda, María Luisa Tavernier.

    Fuente: MILENIO