EL DULCE NOMBRE

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Por José Díaz  Madrigal

En el marco de las fiestas navideñas, resulta apropiado el tema del Niño Jesús. Navidad es por excelencia el festejo de los niños y, también para que los mayores sigamos sintiendo con gozo; que El Niño Jesús, sigue llegando al mundo de los adultos, invitándonos a renovar la esperanza en el amor, en la armonía y en la paz.

Aún en las circunstancias adversas que nos ha tocado vivir, en este año que termina. Pero eso sí, sin salirnos de la ruta de entusiasmo y alegría; que es un firme trayecto de la salud emocional.

Hubo en Colima hace muchos años, un templo dedicado al “Dulce Nombre de Jesús” este se encontraba ubicado a tres cuadras hacia el sur de catedral, donde actualmente se levanta la estructura metálica que es el auditorio Miguel de la Madrid; propiedad del Ayuntamiento de Colima.

Fue un templo construído en la época de la colonia, que le dió prestigio y distinción a ese rumbo de la ciudad, llamándolo el barrio del Dulce Nombre. Era fama que en ese lugar, habitado por gente humilde y trabajadora; se hacían las mejores celebraciones patronales, homenajeando la natividad del Niño Jesús.

Don Miguel José Pérez Ponce de León, siendo alcalde de Colima en el año de 1789, dejó para la posteridad una breve descripción del interior de dicho templo: “En la iglesia del Nombre de Jesús, su principal retablo está dedicado a un Niño Jesús muy hermoso”

Todo parece indicar que alrededor de este templo, se desarrollaba una gran actividad de intercambio comercial. A este lugar llegaban arrieros y comerciantes de muchos lados, algunos de estos hombres dedicados al transporte de mercancías de pueblo en pueblo; venían de lugares distantes en los que hacían muchos días de camino. Cierto arriero en la segunda mitad del siglo XVIII, trajo la noticia a Colima del nacimiento de un volcán, El Jorullo en Michoacán. Seguramente lo traía como novedad y por tener a la vista el panorama de nuestros volcanes.

Arribó el virreinato al final de su período y, empezamos a mal crecer como nación independiente. No fueron nada fáciles aquellos inicios de autogobierno. El diablo metió la cola, -diablo significa división-, con el propósito evidente de fragmentarnos, como pueblo relativamente unido que éramos; Poinsett, enviado como representante estadounidense a nuestro país; trajo consigo los preceptos Yorkinos,  maniobrando hábilmente para sus fines, logró provocar una marcada división entre nosotros.

A río revuelto ganancia de pescadores, al diablo pescador -Poinsett- le salió bien la jugada; puesto que poco tiempo después, perdimos más de la mitad del territorio nacional a manos de los Estados Unidos. Sin embargo no paró ahí el siniestro plan,  ahora los poinsttistas querían acabar con la religión de los mexicanos, destruyendo lo que esta representaba.

Para que la cuña apriete debe de ser del mismo palo, dice una máxima popular. No faltaron idiotas útiles, que siguieron y colaboraron con los postulados poinsettistas, el personaje mexicano más aplicado y tenaz representante de la herencia de Poinsett en México, fue Juárez.

Benito Juárez tiene el perfil histórico de un hombre acomplejado, habiendo sido de raza 100% nativa, renegó de sus raíces indígenas y encarnó con destreza la nefasta doctrina que trajo Poinsett.

A pesar de que Juárez se formó en un seminario católico, se hizo enemigo del catolicismo. Siendo presidente de México, promulgó las leyes de Reforma, que causó una guerra civil durante tres años, matándonos mexicano contra mexicano.

Una vez terminada esa guerra, no fue suficiente que haya salido vencedor; mandó destruir físicamente, con enfermiza venganza; muchos templos, conventos  y seminarios a lo largo de todo el territorio nacional.

Colima no fue la excepción y sufrió la destrucción de varios de sus mejores templos, conventos y hasta el único hospital que funcionaba; entre los templos, se ordenó echar abajo en 1860 el templo del Dulce Nombre.

Hace apenas unos días, el gobernador de Nuevo León; Jaime Rodríguez “El Bronco” el que participó en la pasada contienda presidencial, que dicho sea de paso, hubiera hecho mejor papel que el incompetente que tenemos. Sin pelos en la lengua el Bronco declaró: Estamos hasta la madre de Juárez y los juariztas y, todavía en Nuevo León, tenemos que padecer que 500 escuelas llevan el nombre de Juárez.