EL CRIMEN DE LA CASA RAYADA

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Por José Díaz Madrigal

Producto de la imaginación, cuando medio se le suelta la rienda, a veces, he llegado a figurarme que, los años, las décadas y aún los siglos, se pueden representar con diferentes matices del mundo de los colores; así pues, la década de los cuarenta del siglo pasado, me ha parecido que tiene un tono anaranjado.

Había aquí en Colima por esos años naranja, en que la ciudad era pequeña; una casa ubicada por la calle Allende, con frente sur y a mitad de la cuadra entre Obregón y 27 de Septiembre. Se distinguía de todas las demás, por estar pintada su fachada con franjas de rayas verticales, de aproximadamente treinta centímetros cada una. Las franjas eran de un color distinto, de tal modo que no se repetían ninguno de los colores.

En aquel Colima de pocos habitantes, esa era una casa llamativa; que también servía de punto de referencia, para alguna situación de dirección u orientación; que se hizo popularmente conocida como “La Casa Rayada”.

Vivía en dicha casa,  la familia de un joven comerciante llamado Marcelino Galindo; esta familia estaba compuesta por su esposa Ma. Cruz Hernández y dos hijas chiquitas, una de tres años y la otra de meses  de nacida. Todo indica que Marcelino era un comerciante exitoso y, el éxito causa tentación para depredadores y ladrones.

Sucedió que un día, Marcelino había llegado a su casa procedente de Tonaya Jal. Lugar este situado atrás de los volcanes, donde había efectuado algunos negocios de comercio. Tal como era la usanza de muchos comerciantes en aquella época, de regreso traían a la ciudad lo que se podía vender: queso seco, huevos, gallinas; que relativamente era fácil la venta. Y, como buen comerciante que era Marcelino, también traía dinero de lo que había vendido en Tonaya.

Poco tiempo después que llegó, se presentaron en La Casa Rayada dos bandidos; fingiendo estar interesados por las gallinas. Al parecer quedaron apalabrados en comprarlas, prometiendo que después regresaban por ellas. Sin duda debió ser una argucia para conocer la casa hasta el fondo, puesto que las gallinas estaban en el corral.

El viernes 12 de Abril de 1940, al filo de las once de la noche; una pareja de policía de la montada, que hacía rondines de vigilancia por las cercanías de La Casa Rayada; escucharon detonaciones de arma de fuego, que ellos creyeron que era por el rumbo del Sagrado Corazón; como se volvieron a repetir los disparos con bastante rapidez, varias parejas de policía dieron de inmediato con el lugar y, hasta elementos del ejército fueron en apoyo; situándose  mero en frente a la famosa Casa Rayada.

Ayudados por un vecino que se había dado perfecta cuenta por el alboroto y los fuertes gritos, procedentes del interior de la casa y, fue esta persona quien efectuó los disparos para llamar la atención de la policía. Lograron entrar a la casa, encontrando ahí, un terrible espectáculo.

La cabeza principal de un periódico que sigue circulando en la actualidad, decía:  “Macabra Carnicería”. En uno de los pasillos, atrás de las habitaciones, estaban los cuerpos ensangrentados de los esposos Marcelino y Ma, Cruz; también en uno de los cuartos, los cuerpos estrangulados de dos damas, una hermana de Marcelino; que estaba de visita y la otra una empleada doméstica. En otra habitación aparte estaban las dos niñas, la más chiquita dormida en la cuna y la otra de tres años con sus ojitos de susto pero viva.

Fue aquella una horrenda noche, los soldados rodearon la manzana logrando detener a uno de los asesinos, después encontraron escondido al otro. Los llevaron a la cárcel, esta funcionaba a lado del cuartel de policía; donde hoy es la escuela primaria “Tipo” en el costado oriente del jardín Núñez.

En el interrogatorio los dos asesinos confesaron que el motivo de haber matado a aquellas personas, fue exclusivamente el robo. Los habitantes de aquel Colima, estaban muy indignados y exigían un castigo ejemplar.

Era gobernador en ese año, el coronel villalvarence Pedro Torres Ortiz. Este mandatario es recordado, por haber sido un gobernante enérgico, pero también mesurado. De acuerdo a su formación militar, no era blandengue ni le temblaba la mano para poner orden, donde tenía que haber orden. Además fue un hombre visionario que inició y fomentó la explotación agrícola del rico valle de Tecomán. Sin embargo el recuerdo más sonado que dura y se reconoce por su trascendencia hasta nuestros días, es que fue él, quien fundó la Universidad Popular de Colima, ahora Universidad de Colima; que por cierto, el pasado mes de septiembre se cumplieron 80 años de la inauguración.

Torres Ortiz, bien informado hasta los últimos detalles del espantoso crimen cometido por el par de bandidos, sumado al fuerte clamor del pueblo colimote que pedía justicia severa; mandó al paredón a los dos asesinos. Cerrando por siempre, una de las páginas más negras de los archivos policiacos, que ha tenido la historia de Colima.