Desde tierras olímpicas

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Por: Alberto Lati

Fue la última reunión a la que acudió Mario Vázquez Raña como titular de la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales (ACNO); sucedió en Londres, en febrero de 2012.

Un salón oscuro, en un hotel apenas separado del Big Ben por el puente Westminster, fue testigo de una ríspida cumbre que plantearía el escenario para que don Mario decidiera semanas después renunciar a todos sus cargos en el COI. Testigo también, de una frase que no puedo olvidar y que cuatro años más tarde, con Roma muy debilitada o casi fuera del camino de los Juegos de 2024, vuelve a mi mente: el directivo felicitando a los encargados del Comité Olímpico Italiano por haber retirado la candidatura de Roma para albergar los Olímpicos de 2020.

Sobre ese tema regresé con él, una vez que pudo aislarse del frenesí de delegados que, como siempre en esas jornadas, hacían fila para algún consejo, apoyo o petición. “¿Quién puede organizar Juegos de estos?”, me decía, moviendo el rostro en negación. “Esto tiene que cambiar… ¿Quién puede pagar Juegos así?”.

Aquella Roma estaba financiera y socialmente más golpeada que la actual, en ese momento máximo de la Euro-crisis: las expectativas de vida habían cambiado, el desempleo crecía, la recesión no hallaba límite, los recortes a servicios públicos alarmaban a una juventud que se resignaba a no poder disfrutar de los privilegios de la generación anterior.

Sin embargo, Roma volvió a intentarlo rumbo a 2024. Nunca fue tajantemente favorita, con París y Los Ángeles en todo momento punteros en la carrera, aunque parecía hacerse fuerte en dos puntos: primero, la reciente ola de atentados en Francia, combinada con la eterna amenaza a la que se exponen las urbes estadounidenses; el segundo, su propuesta de unos Olímpicos genuinamente basados en transformar a una ciudad y no gastar en instalaciones que al paso del tiempo serán inútiles.

Este miércoles su alcaldesa, quien ya había insinuado sus dudas respecto a ser sede, dio la espalda a la candidatura. ¿Sentido común? Creo que sí, por mucho que desde el Comité Olímpico local se luche ahora por convencer a los romanos de que la nueva cara de su ciudad no será ni sucederá sin albergar la justa; incluso en un duro boletín, se critica a la alcaldía de haberse dejado llevar por demagogia, dejando de pensar en la juventud y los empleos a crearse.

Cuatro años después, con Los Ángeles además como bombero ante la negativa de una Boston cuya población negó la postulación (como también Hamburgo en Alemania), queda clarísimo que el otrora premio mayor se ha convertido en rifa del tigre.

Roma intentará seguir adelante, pero desde ya, avanza inevitablemente hacia el fracaso: ¿cómo dar unos Juegos a una alcaldesa que no los quiere recibir? Y es que como me dijo Mario Vázquez Raña ante el anterior abandono de la capital italiana, ¿quién puede pagar Juegos de estos?

Twitter/albertolati