De templo a foro de rock

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Fotografías: Colima de Ayer

Por: Christian Peña

Con la conclusión de la obra del denominado “Foro Colimita”, se inaugura el  espacio dedicado a la recreación musical que tendrá funciones dentro del marco del IV Festival Internacional del Volcán, mismo que se pone en funciones a partir de este viernes 17 de Mayo.

Pero ¿qué hay detrás de este espacio conocido por la sociedad colimense como Auditorio Miguel de la Madrid, en la Antigua Central de Autobuses y porqué es necesario cuidarlo y respetarlo?

UN CEMENTERIO DE COMUNIDAD MULATA

Bajo el piso de ese lugar se encuentra un cementerio de una comunidad mulata que fue parte de nuestro territorio desde principios del siglo XVII; los “pardos” como se les denomino para censar su presencia, fue una entidad grande y tenían una participación considerable hacia el sur del actual centro de Colima, fundando para sus celebraciones eclesiásticas el Templo del Dulce Nombre de Jesús, el cual estaba justo donde hoy se encuentra el auditorio.

Debido a que en aquellos entonces no existían los panteones civiles, los fieles se sepultaban bajo los pisos de las iglesias y en sus alrededores arrojando una cifra para 1818 de aproximadamente 2 mil 300 personas enterradas bajo ese territorio.

Pero fue el temblor que azotó a Colima en ese mismo año el que causó daños considerables y debido a las presiones del Gobierno por cuestiones discriminatorias sociales, comenzaron a dejar ese sitio en el olvido hasta que se ordenó su demolición en 1860 para dar paso a la construcción de un mercado.

“EL MERCADO GRANDE”

El 15 de Julio de 1907, bajo el mandato de Enrique O. de la Madrid como Gobernador del Estado de Colima, se inauguró el “Mercado Grande”, un espacio dedicado para la comercialización de todo tipo de cosechas y producciones colimenses, plazas que se encomendó el presidente Porfirio Díaz a enaltecer en todo el territorio mexicano como un rescate del legado precolombino, y procurando en todo momento que estas fueran de grandes dimensiones y estructuras vistosas y relucientes.

CREENCIA QUE CASCO DEL “MERCADO GRANDE” LO DISEÑÓ GUSTAVE EIFFEL

Existe una creencia muy arraigada entre los colimenses que portan de viva voz la historia de Colima que dice que el gran casco del Mercado Grande el cual hasta la actualidad existe, fue diseñado por el Ingeniero Civil francés Gustave Eiffel, mismo que se encargó de la construcción de la afamada Torre de París, Francia en 1889 y del diseño de la Estatua de la Libertad en Estados Unidos. La Teoría nace debido a que no existía Ingeniero en ese entonces que pudiera realizar colosales estructuras en todo el mundo que no fuera Eiffel, y debido a que se encontraba en boga como el constructor de puentes, estructuras y lo que tuviera que ver con fundiciones magnas se le atribuyo esta construcción. Hay quienes afirman existencia de documentos que avalan esta teoría.

Posteriormente se colocó en todo alrededor del lugar la herrería que años atrás amuralló el Jardín Núñez, para decoración y protección del lugar, combinando perfectamente con los altos muros de piedra; elementos que existen hasta el día de hoy, cumpliendo su función de celoso custodio de la historia.

DE MERCADO A CENTRAL CAMIONERA

Años más tarde este espacio del mercado fue cedido a la Central Camionera de Colima para poder dar alivio a la gran necesidad de transporte terrestre, pero fue hasta el año de 1987 cuando se inauguró la Central de Autobuses de Colima, en las inmediaciones del libramiento, dando esta por finalizada la vida de la antigua central. Por años duró en el olvido y completo abandono hasta que en 1990 fue rehabilitado el espacio para dar paso al Auditorio Miguel de la Madrid Hurtado y es como hasta el momento se le conoce.

CUIDAR JOYA HISTÓRICA

La actual administración del gobierno municipal le dará vida al espacio en el Festival Internacional del Volcán 2019, donde se llevará a cabo una serie de conciertos.

Si bien es necesario acudir, consumir, apoyar y disfrutar del Festival, es necesario ser conscientes y cuidar las joyas históricas que Colima tiene en el que los propios ciudadanos pueden ser guardianes del legado y encargados de proteger el patrimonio.