De mis lecturas, Tokio Blues

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Entre libros y café

Por: José Luis Cobián León

Se dice que la desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Manzanillo, Colima y todo México, no son la excepción, quizás por eso se diga que necesitamos un Ángel de la Guarda y un Diablo de la retaguardia.

Pero hoy quiero compartir algo que difiera de ello, aunque que por otro lado, los libros son los aliados para contrarrestar dicha desgracia. En la solitaria individualidad de mis lecturas, esencia de mi humilde vida intelectual, que me ha llevado a ser sensitivo y consciente, como dijo Modemoiselle Sallé, “que todos tus pasos sean sentimientos”.

Es lo que busca en esta columna, gracias a usted distinguido lector, al igual que las personas que se han acercado a este breve espacio volviéndose amigos, entre ellos los libros. Fue así que conocí más a fondo al estimado Javier Villegas, quien me acercó el libro, que por su aceptación y venta es un best sellers internacional, Tokio Blues de Haruki Murakami, autor que con su particular estilo de escritura nos muestra, que todos hemos sido personas que nos hemos doblado en un punto.

Todo inicia en un avión que sobrevolando el cielo de Alemania, en su interior se escucha Norwegian Wood de los Beatles, aquella que a la letra dice: “Una vez tuve una chica o ¿debería decir? Que ella una vez me tuvo a mí. Me enseñó su habitación… me pidió que me sentara… así que miré alrededor y me di cuenta que no había ninguna silla. Me senté en una alfombra esperando mi momento bebiendo su vino, hablamos hasta las dos y entonces ella dijo. -Es hora de irse a la cama… -Me dijo que trabajaba por la mañana y comenzó a reírse. Le dije que yo no y me arrastré al baño para dormir. Cuando desperté estaba solo…esta ave había volado…

La melodía provocó una turba de ecos que centellaban en los tripulantes, más incesantemente en un hombre de treinta y siete años, Watanabe, que se disponía aterrizar en Hamburgo. Encorvándose para que los recuerdos no estallaran en su mente, puso sus manos en su rostro. Una azafata que lo miraba se acercó para decirle –“Se siente bien –Sí, solo fue un leve mareo”. Ella se retiro sonriendo.

Nuevamente alzó la cabeza, para contemplar la majestuosidad de las nubes oscuras del Mar del Norte, en ese momento en los altavoces del techo sonó una melodía de Billy Joel, que lo hicieron rememorar las cosas que había perdido en el curso de su vida. Una vez más a su lado se sentó la azafata alemana, para preguntarle si se sentía mejor.

Él contesto: -“Estoy bien gracias. De pronto me he sentido triste. Es solo eso. Y sonrió. -También a mí me sucede a veces. Le comprendo muy bien”. Se levantó del asiento, le regaló una hermosa y resplandeciente sonrisa, diciéndole. – “Auf Wiedersehen! Le deseo un buen viaje. –“Auf Wiedersehen!” respondió.

Las condiciones y la sensibilidad que el autor imprime por medio de Watanabe, quien recordando sus años de estudiante, junto a sus amigos, Kisuki, las bellas Naoko y Midori, y el intrépido Nagasawa, con la extraordinaria madurez de los años de la poetisa, pianista y bella Reiko, entre otros grandes personajes, van entretejiendo una gran historia.

Logrando así desbordar nuestros sentidos más finos de la música, los libros, el arte, la juventud, el amor, el desamor y la madurez, que conjugadas matizan la experiencia, hasta llegar a comprender que “la muerte no existe en contraposición a la vida, sino como parte de ella”.

A reglón seguido, tuve el doble deleite de la meditación, al degustar un café en compañía de Tokio Blues, en el que me encontré entre atardeceres con vientos gélidos de ciudad, con el que pude conocer las lecturas de Claudel, Racine, Eintein, Truman, Capote, Scott Fitzgerald, Balzac, entre otros.

Asimismo, con esta lectura usted podrá conocer más del argot de la comida, canciones de Henrry Mancini, la cuarta sinfonía de Brahams, discos de los inolvidables Sargeat Pepper´s Lonely, piezas de Bossa Nova, Elthon Jhon, Jim Morrison, entre otros, hasta poder hablar con la dureza de Humprey Bogart.

Finalmente como expresó alguna vez Eunice Rodas. “Una serie de puntos hacen una línea…una serie de eventos, hacen una vida”. Llenemos nuestra vida de lectura, hasta decir aquello de Germán Dehesa. Pensemos como nunca pensaran los que no piensan. Para que no quede nada en el tintero, [email protected]