CULTURALIA

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EL MOLCAJETE, TRIBUTO AL VOLCÁN 

Por: Noé Guerra Pimentel

Con un diseño y uso que prácticamente no han variado a lo largo de los siglos, principalmente se hace de piedra (basalto), aunque de manera reciente han surgido también los elaborados de barro o maderas duras, incluso los encontramos hasta de plástico o cerámica, aunque éstos son más de adorno, usados como salseros o depósitos de salsas picantes y agregados para platillos, como dando a entender que se elaboraron de la forma tradicional.

Traigo esto, porque desde hará varios meses una joven colimense, Mara Iñiguez Méndez, dentro de su proyecto Aprecio por México, del que nos ha permitido recuperar a la garbancera de José Guadalupe Posada, mejor conocida como la calavera Catrina, los emblemáticos Perritos Colimotes (a escala y decorados), y el bordado y tejido artesanal con iconografía colimense, entre otros, en estos días, apoyada por algunas instancias gubernamentales ya ha dado un siguiente paso, loable por sí, el de rescatar no solo los usos de este utensilio, el molcajete, sino replantearlo en su diseño y, lo más importante, con él darle un sentido de identidad cultural a la región que lo produce y que a la fecha, quizá por lo modesto del mismo y nuestra falta de educación y valoración de lo que tenemos, lamentablemente hemos dejado pasar por desapercibido.

Sobre el molcajete, según la enciclopedia virtual y la evidencia que para algunos privilegiados aun nos resulta cotidiana, es un utensilio de cocina tipo mortero, que usamos para triturar o martajar diferentes productos alimenticios, desde granos, hasta especias, verduras, vegetales, frutas y carne secos, generalmente destinados a la preparación de salsas para diversos platillos de la cocina criolla, operación que realizamos utilizando su complemento, una piedra de forma cilindrada llamada tejolote o temolote (del náhuatl tetl=Piedra y molinia=mover o batir algo, por tanto, temolote es correcto según su etimología, tejolote o tecolote serían regionalismos o errores) y se usa para romper y moler contra la cavidad o hueco del molcajete, ambos extraídos de la talla de la misma piedra. De esto mismo y regresando al tema, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el término molcajete procede de las palabras náhuatl: mollicaxtli y temolcaxitl, que significan cajete para la salsa o cajete de piedra para moler. Sin embargo, el Diccionario de la lengua española afirma que procede del vocablo mulcazitl, que significa escudilla.

Entre los antecedentes más remotos encontramos que este utensilio ha sido empleado en la elaboración de alimentos desde la época de los egipcios (1550 a. C.), las tallas y grabados donde aparece, dan cuenta de eso, como también se cita en pasajes del antiguo testamento, pero es en las culturas mesoamericanas, es decir previo a la llegada de nuestros también ancestros europeos, africanos y asiáticos, donde las diferentes tribus nativas predominantes empleaban molcajetes que excavaban en la roca a modo de hueco donde según la arqueología molían semillas, carnes o frutos secos.

Muchas de estas depresiones excavadas en roca pueden encontrarse en la actualidad en diversas partes de los territorios de la República Mexicana y, para el caso, nuestra región con uno de los edificios volcánicos más activos, como lo son el volcán Colima, no podría ser la excepción, del que inclusive, por la región suroeste del vecino Estado de Jalisco, en las inmediaciones  de Tlajomulco de Zúñiga, se encuentra una de las vetas más explotadas del basalto que produce nuestro volcán, el mejor en su tipo como materia prima del molcajete y el tejolote o tecolote, utensilios que junto con el “metate” y la “mano” en su forma final solo conocemos ya labrados y que gracias al trabajo de recuperación integral que estableció Mara Iñiguez, estaremos conociendo en todo su proceso, desde los tipos de piedra hasta los novedosos diseños de manufactura con los que se presentará rescatando la iconografía local, pasando por la extracción misma de la piedra, tallado y curado.

Al respecto y para finalizar debo decir que no obstante el extendido uso de la licuadora y otros artículos eléctricos similares, el molcajete con su temolote o tejolote, más que reminiscencias folclóricas, de manera práctica continúa vigente en la preparación de salsas dentro de nuestra cocina popular y tradicional mexicana debido, y esto lo digo yo, a que el sabor y la textura proporcionado por la piedra volcánica es único e incomparable, ¿A quién que haya probado una salsa de tomatillo o de jitomate martajado, en este momento no se le hace agua la boca? A mí, sí.