El pequeño niño esperaba un día soleado, pero al mirar hacia arriba, el cielo estaba nublado. Observó los matices grises de las nubes, que se movían rápidamente por el viento. También notó el polvo que se levantaba del suelo y entraba en su nariz, lo que le hizo estornudar. Así supo que pronto llovería.
Entonces se preguntó: ¿Por qué será que hoy es un día gris si yo esperaba que fuera soleado? ¿Alguien pidió que el día fuera gris y se cumplió su deseo?
Después de reflexionar un rato, escuchó el sonido de las gotas de lluvia. Se acercó a una ventana grande y redonda de su casa, donde las gotas resbalaban sobre el cristal, y se quedó mirando cómo llovía. Sin embargo, estaba triste porque no podía ver el sol.
Más tarde, tomó una hoja y se puso a dibujar un día soleado. Después, cenó y se fue a dormir, esperando que al día siguiente hiciera sol.
Cuando despertó, el día era igual que el anterior: viento y lluvia, aún más fuerte. Debido al mal tiempo, se cancelaron las clases; así que decidió cocinar hot cakes junto con su madre para desayunar. Después de comer y limpiar todo, se puso a ver películas, una tras otra, hasta que le dio sueño. Finalmente, se fue a la cama con la esperanza de que al día siguiente hubiera sol.
Al despertar, el sonido de la lluvia seguía ahí. Prefirió seguir durmiendo, pero cuando finalmente se levantó, comprendió que la lluvia continuaría por varios días más.
Decidió que, en lugar de lamentarse, debía divertirse. Así que salió a jugar bajo la lluvia, saltando en los charcos y disfrutando de las gotas que caían. Ese día fue tan feliz para él que incluso dijo: “Amo la lluvia”.
Al día siguiente, se despertó temprano para seguir jugando en la lluvia y en los charcos, como lo había hecho antes. Descubrió la felicidad que sentía al estar afuera bajo la lluvia y se preguntó: ¿Por qué no hice esto antes? ¿Por qué no salí el primer día de lluvia?
Entonces pensó que, tal vez, otros niños habían pedido que lloviera y sus deseos se habían cumplido, mientras que él deseaba días soleados. Quizás los otros niños deseaban la lluvia con más fuerza que él el sol, o tal vez eran más los que querían lluvia, y por ser mayoría, su deseo se había hecho realidad. Esos días de lluvia los disfrutó como nunca antes, incluso más que los días soleados. Jamás se había divertido tanto. Al final del día, entró a casa, se bañó, cenó y se durmió, esperando poder jugar de nuevo bajo la lluvia al día siguiente.
Pero al amanecer, no escuchó el sonido de la lluvia. El día era soleado, justo lo que tanto había deseado antes. Sin embargo, ahora se preguntó: ¿Por qué no llueve? ¿Acaso los niños que deseaban la lluvia ya dejaron de desearla?
Él no estuvo de acuerdo con eso y dijo: Quiero que llueva, porque nunca me había divertido tanto en todos los días soleados. Unos pocos días de lluvia me hicieron más feliz que muchos días de sol. Desde ahora, pertenezco a los niños que desean que llueva.
“Lo que no deseamos, puede traer alegrías inesperadas”
*Las opiniones expresadas en este texto de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a CN COLIMANOTICIAS.